Lesbos, la isla sin salida para miles de refugiados: “Preferiría haber muerto en la guerra que haber venido aquí”
Cuando Ahmet llegó a Europa, la primera imagen que tuvo del continente fue la de un campo de refugiados. Es lo que, todavía dos años después, sigue viendo al despertarse. Llegó a la isla griega de Lesbos en 2016 tras jugarse la vida en el mar y aún sigue allí.
Son muchos los refugiados que llevan a sus espaldas un largo periplo hasta pisar el continente europeo. El caso de Ahmet no es diferente. Es de origen egipcio y se marchó a Libia cuando no le quedaba nada: “No tengo familia”. Allí vivió durante 15 años hasta que estalló la guerra. Combatió en ella, pero pronto decidió intentar cruzar el Mediterráneo. “Lo intenté a través de Túnez, pero no pude”.
Cogió un billete de avión desde El Cairo hasta Estambul, epicentro de todas las llegadas de refugiados por vía aérea y con visado. El último paso fue adentrarse al mar y acabar en Lesbos. Dos años después, sigue en la misma tienda de campaña del Olive Grove, campo anexo a Moria que suple la carencia de espacio de unas instalaciones abarrotadas que actualmente albergan a miles de personas en precarias condiciones.
El “parche” de Olive Grove es, dicen, denigrante, inseguro y carece de infraestructuras necesarias como agua corriente y electricidad. Ahmet vive con otros refugiados que están en la misma situación que él, han llegado solos. Su condición de solteros haciendo este camino sin familia les convierte en el último colectivo en recibir asilo o, siquiera, una respuesta acerca de su estatus.
“Preferiría haber muerto en la guerra que haber venido aquí”, sostiene Ahmet. La larga espera se traduce en desesperación. Es otro de los miles de refugiados atrapados en el país heleno tras el acuerdo que firmó la Unión Europea con Turquía en marzo de 2016 con el objetivo de frenar las llegadas de miles de personas al continente.
“En un principio el Gobierno construyó el campo de Moria para 750 personas”, recuerda Theodoros Alexellis, responsable de Acnur en Lesbos. Más tarde, y ante la llegada de miles de personas, se dijo que el espacio podía albergar un máximo de entre 2.000 y 3.000 personas. Hoy en día, Acnur y Grecia no se ponen de acuerdo en el número de personas que se encuentran allí. El Gobierno dice que hay 8.000 personas, mientras que la ONU rebaja la cifra a 6.000. Todas las estimaciones superan la capacidad máxima.
“Esto es inhumano”
Eric es de República Democrática del Congo. “Aquí nos tratan como animales y la comida es muy mala”, denuncia. Sus quejas no solamente las expresan los refugiados. Las organizaciones que trabajan en el campo también denuncian la mala calidad de los alimentos. “Muchas veces son la causa principal de malnutriciones, sobre todo en niños”, afirma Luca Fontana, coordinador de Médicos Sin Fronteras en el campo de Moria. Condiciones como estas están llevando al campamento, según la ONG, “al punto de no retorno”.
Las organizaciones sociales llevan meses denunciándolo. “Esto es inhumano”, afirma Fontana. “Estas personas tienen que luchar por ver a un médico, por ir al baño, por tener comida. Se pasan casi dos años esperando y luchando, sin tener información sobre lo que va a ser de ellos en el futuro y con miedo a ser deportadas. Con el miedo de levantarte una mañana y que te digan con un papel que ni entiendes que debes volver a Turquía, sabiendo lo que esto presupone. Es normal que todo esto alimente mucha tensión”, sostiene.
Una ducha para cada 50 personas, un baño para 100 y colas interminables para comer. En los improvisados contenedores viven 20 refugiados, lo que se traduce en dos metros cuadrados por habitante. Ante esta situación, se pregunta: “¿Podríais vivir así durante dos años?”.
En la clínica de MSF en Moria ofrecen atención primaria para menores y cuidado pre y post parto para mujeres. Además, también hay un servicio médico especializado en caso de violaciones. “Los abusos sexuales son relativamente comunes en Moria o en los países de origen”, denuncia Fontana. El simple hecho de ir al baño por las noches expone a las mujeres a sufrir una agresión sexual.
La atención se vuelve cada vez más difícil por un aumento de llegadas que, dice, supera sus recursos. En total, según Acnur, casi 7.000 personas han arribado a la isla este año. “Ahora tenemos una media de 60 niños al día, en marzo eran entre 25 y 30”, afirma Carola Buscemi, pediatra de MSF en Moria.
Lo peor, asegura, no es la saturación, sino las visitas que no se pueden hacer. En las últimas semanas, según admite la organización, se han tenido que dejar de atender una media de 15 menores al día. Durante los fines de semana, acceder a la atención sanitaria es casi imposible aquí. Ellos se encargan de suplir esta necesidad, pero a duras penas lo consiguen.
“Nos estamos acostumbrando a que lo pasen mal”
Mientras el número de refugiados, la desesperación y la tensión aumentan, la transferencia de personas a Atenas es muy limitada. “El mes pasado no transfirieron ni a 800 y llegaron más de 2.000”, destaca el coordinador de MSF. Acnur lo atribuye a la dificultad para encontrar alojamiento para tantas personas en la Grecia continental.
Una ciudadana de la isla resume en pocas palabras lo que muchos piensan: “Lo peor de todo es que nos estamos acostumbrando a tener a los refugiados pasándolo mal en campos y a pocos kilómetros de nuestras casas. Pero nos da igual”.
El polémico acuerdo entre la UE y Turquía ha tenido como efecto el descenso del flujo de refugiados, pero ha colapsado las islas griegas. Luca Fontana no puede evitar la indignación cuando se refiere al documento: “Esto es lo que la política de migración de la UE está haciendo”, afirma señalando a un grupo de niños.
“Estamos atrapando a esta gente en un campo inhumano y quitándoles el futuro de sus manos. Esto no puede ser la solución, debemos tomar medidas alternativas y que esta gente no pague la cuenta”. Se retira para continuar con su labor. Pocos días antes habían llegado más de 900 personas a las islas. Más de 400 lograron alcanzar Lesbos. Muchos acabarán en Moria.