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Franjas negras y marrones aparecen en algunas banderas LGTBI para visibilizar a las personas racializadas

Entre los primeros ladrillos que volaron durante los disturbios del pub neoyorkino Stonewall en 1969 estaban los arrojados por una mujer negra y otra latina, Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. El legado de esta drag queen y esta mujer trans en la revuelta que dio origen hace 50 años a la celebración del Orgullo LGTBI ha sido a menudo ignorado. En 2017, Amber Hikes y su equipo de la Oficina de Asuntos LGTB de la ciudad de Filadelfia se propusieron crear un símbolo que reconociera a todas las personas racializadas cuyas historias habían sido también “silenciadas”. Uno que “representara realmente” sus experiencias, que sirviera para escucharlas y poner de relieve el racismo fuera y dentro de la comunidad LGTBI.

La idea era simple. Añadieron una franja negra y otra marrón a las seis bandas de la bandera del arcoíris, principal emblema del colectivo en todo el mundo. “Queríamos impulsar leyes y cambiar políticas, pero simbólicamente necesitábamos algo que pudiera prometer a las personas negras LGTBI que sus preocupaciones no iban a ser ignoradas nunca más. No van a volver a ser expulsadas. Vamos a reconocerlas, y lo haremos de frente. Así es como nació”, ha recordado Hikes en más de una ocasión. 

Desde entonces, la ciudad estadounidense se viste de forma oficial cada junio con el nuevo diseño, presente en desfiles, conciertos o actos institucionales. Este año, la organización del Orgullo de Manchester, en Reino Unido, ha seguido sus pasos y ha incluido la bandera con rayas negras y marrones en sus celebraciones. El motivo era el mismo: asegurarse de que las personas racializadas se sientan bienvenidas en los eventos organizados en la ciudad. “Es una respuesta a los niveles de racismo y exclusión que experimentan las personas LGTBI negras y otras minorías étnicas en los espacios y comunidades LGTBI en la ciudad”, explicó Mark Fletcher, director de Manchester Pride

En ambos casos, el cambio ha desatado una tormenta de reacciones. De un lado, quienes aplauden el gesto y lo consideran “esencial” como primer paso para acabar con la discriminación enfrenta la comunidad racializada LGTBI. Del otro, quienes cuestionan que no es necesaria porque el arcoíris representa a todo el mundo y que divide al colectivo. También hay quienes directamente la rechazan, en ocasiones recurriendo a argumentos que niegan el racismo o ahondan más en él. Por esta razón, muchos defensores de la bandera consideran que estas resistencias acaban demostrando precisamente por qué es necesaria.

En Filadelfia, el nuevo símbolo nació como respuesta a una discriminación histórica, pero la gota que colmó el vaso fue un vídeo que comenzó a circular en el que se podía escuchar al propietario de un bar gay profiriendo insultos racistas, lo que desencadenó varias protestas de la población LGTBI racializada. Cuando Hikes y su equipo izaron la bandera por primera vez, la iniciativa se volvió viral. “La respuesta fue abrumadoramente positiva”, ha recalcado la directora de la oficina de asuntos LGTB del Ayuntamiento. “Por cada correo electrónico de gente enojada había 20, 30, 50 con felicitaciones y agradecimientos”.

También comenzó a recibir mensajes de odio y amenazas de muerte. “Nos gritaban que el racismo no existe (...) decían que los activistas negros están secuestrando [el símbolo de] la comunidad, y que no hay sitio para nosotros. Esto demostraba el sentido que tenía. Nos ayudó además a empezar a tener debates que se necesitaban desde hacía mucho tiempo sobre cómo las experiencias pueden ser tan diferentes para quienes se supone que son miembros de la misma comunidad”, recuerda la mujer en el portal Gaytimes. “Nunca pretendimos que fuera tan controvertida. Es una raya en una bandera. No nos imaginábamos que la gente sería tan descaradamente racista, de verdad”.

“¿Dónde está la franja blanca?”

Una pregunta sobresalía sobre el resto aquellos días, la misma que se ha repetido tras la iniciativa de Manchester: “¿Y dónde está la franja blanca?”. Basta con hacer una búsqueda en Twitter para encontrar este tipo de comentarios contrarios a la bandera. “¿Dónde está la raya blanca? No sabía que esta bandera iba sobre los colores de piel de la gente. Así que ya no es el arcoíris...”, dice uno de los usuarios en la red social. “¿Cuántas personas azules, amarillas, verdes hay? Ese no es el sentido del simbolismo del arcoíris”, escribe otro.

“Es revelador que quienes se oponen son en su mayoría hombres gays, blancos y cis, que sean ellos quienes tengan algo que decir cuando las personas negras tienen representación. Es cierto, la primera bandera no se diseñó para representar el color de la piel de las personas, pero esto va de inclusión y aceptación. Hasta que las personas negras se sientan cómodas en los espacios LGTBI, la bandera no es inclusiva sin esas rayas. Es un signo de solidaridad”, respondía hace unos días en un artículo de The Guardian la editora Sharan Dhaliwal. 

Muchos defensores de la bandera han ironizado acerca de este argumento, entre ellas la propia Hikes, que ha publicado una versión de la insignia con una franja blanca en la parte superior. 

La bandera original del arcoiris fue creada en 1978 por el activista Gilbert Baker y originalmente se componía de ocho colores para reflejar la diversidad de la comunidad LGTBI. Las rayas rosa y turquesa fueron eliminadas cuando comenzó a producirse en masa por la falta de telas. La versión final se quedó en seis colores -rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta-, que significan, respectivamente, vida, salud, luz del sol, naturaleza, serenidad y espíritu. 

En el debate sobre la bandera hay quienes también argumentan que estos colores ya representan a todo el colectivo: “Si cada uno quiere su propio color y dice 'no nos vemos en esta bandera', ¿dónde trazas la línea? (...) Terminamos más divididos”, apunta un usuario de Twitter. Otros defienden que es una opción más. “Nadie está diciendo que no se pueda enarbolar una bandera clásica. Cuando pierdes los nervios por que alguien elija esta opción es cuando se nota tu privilegio”.

La bandera tradicional del arcoíris no es el único símbolo de la comunidad LGTBI, distintos grupos han creado sus propios emblemas para visibilizar su lucha, como las personas trans, las intersexuales o las bisexuales. Dhaliwal sostiene que hasta que se agregaron las rayas negras y marrones no había notado tanta preocupación cuando el símbolo sufría cambios. En 2018, un diseñador de Portland elaboró un nuevo diseño que añadía el negro y el marrón, así como tonos rosado y azul, simbolizando a las personas trans, y una raya negra como signo de lucha contra el SIDA. 

Su uso se extiende poco a poco

Para André du Plessis, director de la entidad internacional ILGA World, la bandera nacida en Filadelfia es un “recordatorio” de lo mucho que queda por hacer para acabar con la discriminación de las personas racializadas LGTBI. “La bandera del arcoíris es un símbolo de esperanza, unidad, inclusión, diversidad y universalidad. Sin embargo, las personas y comunidades LGTBI tenemos un largo camino por recorrer para ser verdaderamente inclusivas con todas las personas, independientemente de su sexo, raza, edad, discapacidad y mucho, mucho más”.

“Las rayas marrones y negras son un recordatorio visible de la larga, dolorosa y continua lucha contra el racismo en nuestras comunidades, que adopta formas específicas en diferentes partes del mundo. Es una forma en la que se puede elegir celebrar los muchos y crecientes colores en el espectro de la diversidad que somos cada uno de nosotros”, sentencia en declaraciones a este medio.

La insignia es, poco a poco, cada vez más conocida y utilizada por personas racializadas y activistas contra el racismo de otras partes del mundo. En 2017, el Victorian Pride Center de Melbourne, que agrupa a varias organizaciones australianas, empezó a usarla como “señal de respeto hacia las personas aborígenes LGTBI”. Hace unos días, se utilizó en un evento de refugiados LGTBI celebrado en Nairobi, en Kenia. A ella también se han sumado empresas, como la cadena estadounidense MTV en Reino Unido, que este Orgullo la ha elegido para su logo.

En España, su uso es de momento residual, aunque organizaciones como Kifkif, la asociación de migrantes y refugiadas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales de la Comunidad de Madrid, decidieron adoptarla hace dos años como parte de su identidad corporativa junto a la bandera original. “Aquí no se ha usado por desconocimiento. En Kifkif la utilizamos porque somos muy identitarias, defendemos que hemos pasado de ser personas usuarias a ser protagonistas de nuestras vidas”, indica Samir Bargachi, presidente de la organización, a eldiario.es. “Ahora usamos las dos banderas con mucho orgullo”, recalca.

Bargachi defiende que “es cuestión de tiempo” que se extienda en España, aunque reconoce que aquí también se han topado con reticencias dentro del movimiento LGTBI a utilizarla en sus reivindicaciones. “Hay quienes, por ejemplo, nos han dicho que tenemos que ir todas de la mano. Pero no la consideramos, para nada, un elemento de división. Hay que visibilizar al colectivo racializado porque muchas de nuestras demandas no son asumidas, cuando sufrimos más por nuestra condición de migrantes y refugiadas que por nuestra orientación sexual”, apunta.

“Ser LGTBI no es sinónimo de ser más inclusivo. Solo hace falta abrirte un perfil de Grindr [app de citas] y empiezas a ver: 'No latinos', 'No árabes”, agrega. Desde el colectivo Migrantes Transgresorxs, que agrupa a personas racializadas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género en Madrid, aseguran que no suelen utilizar banderas y consideran que la insignia “se ha hecho solo para fines comerciales”. Sin embargo, indican, hay quienes “no se sienten representadas en la bandera del arcoíris sin que esté el color negro”. 

El próximo sábado, en la manifestación del Orgullo que tomará las calles de la capital, Bargachi se envolverá en la bandera con franjas negras y marrones. “Es un símbolo de vida, de todo mi activismo”, sentencia.