En un país donde es común ver a personas transgénero en lugares de alterne y prostitución o sirviendo en cafés, lo raro es encontrarlas dando mítines y participando en debates políticos. Pauline Ngarmpring es, de hecho, la primera. Y si su recién iniciada carrera política es algo insólito en Tailandia, el país en el que nació y creció, el momento que ha elegido para lanzarse a la arena política no lo es menos: las primeras elecciones parlamentarias que se celebrarán este domingo tras casi cinco años de una represiva dictadura militar.
En los días previos a la cita electoral, los analistas se han centrado en la falta de legitimidad del proceso debido a los extraños mecanismos que el Gobierno militar ha puesto en marcha para poder retener el poder. Sin embargo, la comunidad LGTBI se aferra a la esperanza: por primera vez hay una candidata que se ha desmarcado abiertamente del tradicional binomio masculino-femenino por nacimiento que aún impera en la tradicional sociedad tailandesa. El país empieza a salir de su particular armario político.
Tailandia goza, a menudo, de una imagen de paraíso para gays, lesbianas, transexuales y otras identidades sexuales. Sin embargo, la alejada realidad que enfrentan estos colectivos fue lo que llevó a Pauline* a presentarse a las elecciones. “La sociedad aún discrimina a los LGTB+. Tienen menos oportunidades laborales y sociales y problemas con las familias”, asegura en una conversación con eldiario.es. “Aún tenemos muchas desventajas en nuestra vida por ser LGTB+. Es a lo que yo me he enfrentado toda mi vida y lo que me ha hecho fuerte”.
El problema es histórico y se remonta a la época en la que los países vecinos estaban colonizados y Tailandia tenía una fuerte influencia extranjera, asegura un informe de USAID, la agencia de cooperación de Estados Unidos. “La historia de los comportamientos homosexuales y transgénero en Tailandia ha llevado a una situación compleja y contradictoria con una apariencia externa de aceptación, y una mayor visibilidad de personas transgénero que en otros países, pero con hostilidad y prejuicios hacia los LGTB, así como discriminación institucionalizada, que aún prevalece”, explica el informe.
Según el documento, la sociedad tailandesa ha sido tradicionalmente andrógina en muchos de sus comportamientos y atuendos, pero la influencia occidental a partir del siglo XIX, y sobre todo del XX, llevó a una mezcolanza confusa de identidades sexuales.
“Tardé 45 años en aceptarme”
A ojos de la mayoría, Pauline respondía, antes de iniciar su transición, al modelo hegemónico de masculinidad. En su vida anterior, Pinit, su nombre masculino, era un exitoso hombre de negocios y reportero en el Bangkok Post, uno de los principales diarios del país. Durante su ecléctica vida, Pinit fue boxeador, fundó un club de fans del equipo nacional de fútbol y tuvo dos hijos. “Tardé 45 años en aceptarme a mí misma”, apunta Pauline, mientras se recoloca su melena que sobrepasa por un par de centímetros la altura de los hombros.
Su miedo a no ser aceptada era tal que, a pesar de que Tailandia es uno de los principales destinos en el mundo para llevar a cabo operaciones de reasignación de sexo, ella se fue a Estados Unidos. “Cuando tomé la decisión de hacerlo, no fue un alivio. Estaba aterrada”, esgrime. “En Tailandia todo el mundo me conocía”.
En EEUU, se reinventó como chef de cocina, y durante tres años llevó a cabo su proceso de transición mientras lidiaba con los fogones. La noticia, sin embargo, no tardó en volar hasta Tailandia y la pesadilla volvió. “Mucha gente lanzaba rumores, así que decidí volver para que dejaran de hablar”, asegura.
Su vuelta en 2017 despertó la curiosidad de muchos y varios partidos políticos se acercaron a ella para que se uniera a sus filas. Ninguno la convenció, hasta que un partido pequeño, el Mahachon (Partido del Público), la invitó a una reunión. “En cuatro horas había tomado la decisión”, asegura. El Mahachon se ha posicionado como un partido de clara tendencia LGTB, y al menos una veintena de sus candidatos se identifican como tal. “Ahora tenemos que hacer ver a la gente que no queremos defender solo nuestros intereses, sino los de todo el mundo”, indica la candidata.
De colectivo discriminado a votantes clave
Al igual que su transición, la decisión de Pauline de entrar en política causó sorpresa. “Al principio se reían. Pero a mí no me da miedo que se rían de mí”, afirma con seguridad. “Cuando vieron que era una persona seria, empezaron a apoyarme”, continúa.
Como Pauline, otras personas LGTB están empezando a ser tomadas más en serio por la sociedad tailandesa, asegura Anjana Suvarnananda, fundadora de la Fundación Anjaree, el grupo de defensa de los derechos de los LGTBI más antiguo del país. “Antes eran vistos como gente extraña. Ahora son considerados como un grupo de interés más”, afirma la activista.
Un grupo clave, porque, aunque no se sabe con precisión cuánta población LGTB hay en Tailandia –muchas personas no se reconocen abiertamente como tal–, varias estimaciones la sitúan entre los 2 y los 7 millones, en un país de 69 millones de habitantes. “Es la primera vez que ha habido tanto interés por los asuntos LGTBI en unas elecciones”, asevera Anjana.
Según la activista, aunque han sido los pequeños partidos como el Mahachon o el Partido de los Comunes los que han abierto el debate, los grandes partidos también se han mostrado más receptivos a discutir sobre sus problemas. Incluida la junta militar, quien ha apoyado un proyecto de ley para aprobar las uniones civiles entre personas del mismo sexo que, de momento, no ha entrado en vigor. Sin embargo, el Pheu Thai, el principal partido de la oposición, el Future Forward, un partido nuevo popular entre los jóvenes, o el Demócrata, se han mostrado favorables a aprobar el matrimonio sin distinción de género si llegan al gobierno.
Pauline es consciente de que tiene pocas posibilidades de ser elegida primera ministra en estas elecciones, pero tiene claros sus objetivos. “Si llego a serlo, mi decisión será representar a todos los géneros”, asegura la candidata. “Porque tengo ambos géneros en mi cabeza y cuando tomo una decisión, pienso de las dos maneras. Y ahí puedo romper barreras”.
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*Nota: en tailandés se utiliza generalmente el nombre de pila para acortar los nombres, no el apellido.