La libertad de prensa no está de enhorabuena. El último informe de Freedom House alerta de que en 2015 se alcanzó su punto más bajo en los últimos doce años, amenazada por la polarización de los medios de comunicación, el terrorismo y el grado de intimidación y violencia al que se enfrentan los periodistas.
Según apunta el informe, solo el 13% de la población mundial disfruta de una prensa libre, lo que se traduce en que de cada siete personas, solo una vive en un país en el que los medios cubren la información política de manera contundente, la seguridad de sus periodistas está garantizada, la intromisión del Estado en los medios de comunicación es mínima y estos no sufren presiones económicas y políticas.
En los últimos diez años, Europa es la región que ha sufrido la mayor caída en los datos de libertad de prensa. Esto ha sido impulsado por las economías debilitadas y el descenso de los ingresos por publicidad, que se han traducido en concentración de medios y despidos de periodistas.
Si miramos hacia casa, la contundencia del informe es clara: “Aunque la mayoría de estos países se incluyan entre los ”libres“ –como España–, no podemos hablar de una plena libertad de prensa. Aún queda un largo camino”, explican. Nuestro país registra uno de los peores datos de entre todos los Estados europeos, por detrás de Lituania o Eslovenia.
Una profesión de riesgo
Siria destaca, de lejos, como el país más mortífero en el mundo para los periodistas el pasado año, según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ). Allí mataron al menos a 14 periodistas, y otros tres reporteros sirios que habían solicitado protección internacional fueron asesinados en Turquía, supuestamente a manos del ISIS.
Los secuestros forman parte de otra lucrativa industria a través de la cual los grupos terroristas y milicias –principalmente el ISIS, los rebeldes Houthi de Yemen y diversas ramas de Al-Qaeda– se financian. En abril se cumplieron diez meses de la desaparición en Alepo de los tres periodistas españoles Antonio Pampliega, Ángel Sastre y José Manuel López, a los que el Frente al-Nusra mantiene como rehenes desde el pasado verano, recuerda la organización.
Además, la táctica de la privación de libertad también fue utilizada por distintos gobiernos que encarcelaron a periodistas por razones políticas. En Irán, por ejemplo, el 'think tank' alerta de que las autoridades “los utilizaron como moneda de cambio diplomático”.
Los siete temas más peligrosos
Hablar de seguridad nacional y terrorismo es, en muchos casos, una lotería. Los periodistas que tratan de cubrir estos temas son los más expuestos a represiones, amenazas y violencia, según la investigación de Freedom House. Pero no son los únicos.
Otros perdieron la vida, fueron encarcelados, torturados o amenazados por explicar los entresijos de la corrupción, abordar temas sensibles relacionados con la religión, “ofender” al Estado o a la monarquía, denunciar la ocupación de ciertos territorios o desmantelar la implicación de grandes multinacionales en el deterioro medioambiental, explica el informe.
La peligrosidad aumenta en función del país en el que te encuentres a la hora de abordar ciertas noticias. En muchas zonas de América Central y Asia del Sur, investigar el crimen organizado es sinónimo de riesgo, especialmente donde la impunidad forma parte del día a día.
Lealtad o independencia
El deber de ser “fieles y leales al Estado”. Es la premisa que utilizan muchos gobiernos para ejercer presiones políticas a periodistas y medios de comunicación, explica el informe.
Aquí el caso de Egipto es paradigmático: los medios públicos y privados se aferraron al discurso pro-gubernamental, y muy pocos periodistas “se atrevieron a cruzar la línea roja” para publicar o emitir noticias sobre el ejército o la ilegalidad de ciertas políticas de los Hermanos Musulmanes.
En Turquía, el pasado mes de marzo la policía asaltaba la redacción del diario Zaman, el más leído del país. Con una orden judicial en mano, el Gobierno tomó el control de un periódico que se había mantenido crítico con sus políticas: expulsó a los principales responsables del medio y consiguió que la línea editorial tornara hacia un discurso favorable a Erdogan. La táctica fue el colofón de una estrategia gubernamental llevada a cabo por el Gobierno turco a lo largo de todo el 2015, en la que, según denuncia el informe, se incautaron varios grupos de medios privados críticos y se entregaron a administradores políticamente afines.
“Balance entre la libertad y la seguridad”
Tras el ataque a la revista satírica francesa Charlie Hebdo en enero de 2015, políticos y ciudadanos mostraron en las calles y en las redes sociales un gran apoyo a la libertad de expresión. Pero la efusividad inicial acabó contrastando con las medidas contra la libertad de prensa adoptadas por muchos gobiernos democráticos en todo el mundo, en aras de proteger la seguridad nacional.
El propio Gobierno francés llevó a cabo un proyecto de Ley por el cual las autoridades pasaron a tener poderes de vigilancia con “poca supervisión”, por lo que los datos de los periodistas y sus investigaciones son ahora más “vulnerables de cara a la vigilancia intrusiva”, según denuncia Freedom House.
Algo parecido la Ley de Seguridad Ciudadana de nuestro país, que el propio Fernández Díaz defendía como necesaria para “lograr un balance entre la libertad y la seguridad”. La medida, conocida como 'Ley mordaza', sanciona con multas de entre 600 hasta 30.000 euros a quienes capturen o difundan imágenes de policías en la calle. Sobre ella, Freedom House apunta que este tipo de sanciones pueden afectar a periodistas –especialmente a los reporteros gráficos– en el ejercicio de su profesión al “tratar de informar a la población sobre los abusos policiales”, explican.
Rompiendo el silencio
Pese a todo, el lado positivo del informe recuerda que muchos periodistas han sido tenaces y se han “negado a ceder a las presiones que pretenden frenar la libre circulación de información”.
A pesar de las presiones y amenazas, los profesionales de la prensa se niegan a callar. Periodistas sirios que se juntan en cooperativas clandestinas para ofrecer una alternativa creíble a las narrativas promovidas por partes del conflicto. Reporteros de investigación en México, Brasil o Colombia que hacen frente a la información sobre corrupción y crimen organizado, poniendo en riesgo su vida y la de los suyos. Medios de comunicación independientes en Burundi contando la “cara B” de las políticas de su presidente. Todos dispuestos a romper el silencio.