Marruecos prohíbe la apertura de una clínica gratuita para refugiados e inmigrantes
Era demasiado bonito para ser verdad: atención médica gratuita para inmigrantes, refugiados y marroquíes en situación precaria en Casablanca, la capital económica de Marruecos. Ese es el proyecto que quiso poner en marcha, en su ciudad, el doctor Zouhair Lahna. Y lo hizo, pero sólo le duró una semana.
Este cirujano obstetra de 49 años es conocido desde hace tiempo en Marruecos y en Francia por su trabajo humanitario. Ha estado en Congo, en Etiopía, en Gaza, en “la jungla” de Calais,... siempre trabajando con ONG como Médicos Internacionales y Médicos Sin Fronteras. Sus frecuentes viajes a zona de conflicto para atender a mujeres y a bebés le han convertido en el arquetipo del médico virtuoso, una especie de versión marroquí del doctor Benassis que inventó Balzac en 'El médico rural'. “Soy como George Clooney en la serie 'Urgencias'”, bromea al recibir a eldiario.es un día antes de marcharse de nuevo a Siria.
Hace unos meses decidió abrir en Casablanca una clínica donde pudieran ser atendidos los refugiados e inmigrantes sin recursos. El lugar, el barrio popular de Oulfa, lo eligieron él y su equipo porque es una de las zonas de la ciudad con mayor número de sirios y subsaharianos. “Quería ser útil. Conozco bien a los africanos, porque he trabajado con ellos en sus países de origen. Sé que pueden ser un valor añadido para Marruecos. Pero aquí la idea de una sanidad gratuita es peligrosa”, afirma.
“La idea de una sanidad gratuita es peligrosa”
La sanidad en Marruecos es cara. Desde hace un año, los inmigrantes regularizados tienen derecho al seguro médico público conocido como RAMED (Régimen de Asistencia Médica para los Económicamente Desfavorecidos), que cubre a siete millones de marroquíes, pero que está muy lejos de ofrecer un servicio de cobertura amplia y de calidad. El coste del régimen público general puede alcanzar hasta la mitad del salario de un marroquí y en las consultas privadas los médicos cobran una media de 200 dirhams (unos 18 euros) por un diagnóstico.
En un reciente informe de la OMS presentado a principios de mes en Rabat, la organización señalaba los puntos negros de la sanidad marroquí: falta de recursos humanos -con 6 médicos por cada 10.000 habitantes-, falta de inversión en cuidados preventivos, material obsoleto, laboratorios sin mantenimiento y un sector privado mal reglamentado, entre otros. Ha habido un aumento del gasto sanitario en los últimos años pero “está mal repartido”, lamenta Lahna.
Además, la profesión médica es vista por muchos profesionales como un medio para ganar mucho dinero, más que como una vocación de servicio público. “Muchos vienen de familias elitistas y han sido educados así, pero yo no acepto las injusticias”, asevera. Por eso, abrir una clínica gratuita para pasar consulta e incluso poder operar a bajo coste se ha visto como un desafío a “los lobbys médicos del país”, que son quienes han presionado, en opinión de Lahna, hasta que el Ministerio de Sanidad le cerró el establecimiento. “Dicen que podemos quitarles clientes potenciales y es absurdo, porque estas personas jamás podrían acceder a ese circuito de sanidad de lujo”, explica el doctor.
Las razones de Marruecos
El 15 de enero, cuando estaba en plena consulta, un par de funcionarios se acercó hasta el gabinete para decirle que tenía que cerrar. “Primero me dijeron que no tenía autorización para ejercer en Marruecos, luego me bloquearon la autorización para la apertura, más tarde me acusaron de competencia desleal... siempre van a buscar algo, pero encontraremos el modo de hacerlo posible. Si no es un gabinete o una consulta, quizás podamos poner en marcha una fundación o un centro de acogida”, aventura.
Zouhair Lahna no sólo ha recibido presiones para hacerle desistir de su iniciativa. También cuenta con apoyos dentro del colectivo médico marroquí y de organizaciones como Cáritas, con quien llegó a alcanzar un acuerdo de colaboración en su frustrado proyecto de gabinete.
En una situación tan precaria como la que viven muchos inmigrantes subsaharianos en Marruecos, un parto puede ser causa de muerte para la madre, el bebé o ambos: “Si no llega a tiempo al hospital, una hemorragia puede ser fatal, como un quiste que no se opera. Nosotros podíamos operar un fibroma, un problema frecuente, a unos 4000 dirhams (unos 380 euros), la mitad del precio habitual. Y tratándoles mucho mejor de lo que lo hacen los hospitales marroquíes, donde muchas veces no tienen misericordia con los inmigrantes”.
El objetivo por el que trabaja Lahna, dice, es conseguir que la sanidad sea un derecho en Marruecos y dejar de lado una visión racista que impera a veces en las instituciones que Lahna califica de “infantil”: “Que me hayan cerrado el gabinete va en contra de la imagen de Marruecos en los países de África subsahariana, ahora que están buscando hacer negocios allí y recabando apoyos para su proyecto en el Sahara”.
Cuenta que se va a tomar un par de meses de reflexión para estudiar cómo puede retomar su idea, que ha bautizado como Injab Concept y, entretanto, si no puede atender a sus pacientes en su ciudad, piensa seguir viajando a lugares en los que un cirujano ginecológico y obstetra es fundamental para la salud, y a veces la supervivencia, de mujeres y niños.
El último que ha visitado es la localidad marroquí de Imlil, en la cordillera del Atlas, donde muchas aldeas pasan meses sin ver a un médico. También pensó quedarse unos días en el norte de Marruecos para atender a los inmigrantes que viven en el monte, pero ha tenido que desechar la idea: “Si ni siquiera me han dejado abrir una clínica en Casablanca, imagina que voy a los bosques para atenderles allí. ¡Me llevarían a prisión!”.