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Casadas demasiado pronto

Rangina, una niña afgana, perdió a su madre cuando tenía 12 años de edad. Al ser la única hija, un año después, cuando su padre deseó volver a casarse, la ofreció a otro hombre a cambio de una nueva esposa. Robena también nació en Afganistán. A los 16 años su padre mató a una persona y para compensar esa muerte entregó su hija a la familia del fallecido. Estos decidieron casarla con uno de sus miembros. Las historias de Rangina y Robena, recogidas por Human Rights Watch y Care, respectivamente, ilustran uno de los aspectos más siniestros del matrimonio infantil forzado, la “cosificación” de las niñas, su uso como moneda de cambio. Cada año, más de 14 millones de niñas contraen matrimonio antes de cumplir los 18, unas 39.000 por día. Amparado en distintas latitudes bajo el paraguas de la tradición o las prácticas culturales, el matrimonio infantil forzado viola de manera múltiple y sistemática los derechos humanos de las más pequeñas.

“Casar a una niña cuando solo tiene 4, 5 ó 6 años, o incluso con 14 ó 15, es básicamente terminar con su vida”, afirma desde Nueva York Anju Malhotra, asesora principal de UNICEF sobre género y derechos. “El matrimonio la priva de su infancia, esa niña ya no va a jugar más, no va a volver a la escuela, a estar con sus amigos… Lo que hará será llevar adelante una casa, cocinar, limpiar, tener hijos, tener sexo con un hombre que habitualmente es mucho mayor que ella. Es una violación masiva de sus derechos”, explica a Desalambre.

Los datos

Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Población (UNFPA), una de cada tres niñas en los países en desarrollo se casará antes de los 18 años, mientras que una de cada nueve lo hará antes de cumplir los 15. La previsiones de este organismo arrojan la cifra de 142 millones de menores casadas entre 2010 y 2030. La mayor parte de estos matrimonios tienen lugar en el sur de Asia (46%) y el África Subsahariana (38%). Por países, la incidencia del matrimonio infantil es mayor en Níger (el 75% de las niñas), Chad (68%), República Centroafricana (68%), Bangladesh (66%), Guinea (63%), Mozambique (56%), Mali (55%), Burkina Faso (52%), Sudán del Sur (52%) y Malawi (50%).

En términos absolutos, debido al tamaño de su población, es la India el país que concentra el mayor número de niñas casadas pero el problema, advierten los expertos, es global y, en gran parte de los casos, independiente de la legislación vigente. La edad legal para contraer matrimonio está fijada en los 18 años en 158 países del mundo. No obstante, en 53 países las niñas pueden casarse legalmente entre uno y tres años antes que los niños. En éste, como en otros tantos asuntos, tu vida también estará determinada por el sexo que tengas al nacer.

Las razones

Lakshmi Sundaram, coordina desde Londres la plataforma internacional Girls Not Brides (Niñas, No Novias). Para ella, el fenómeno del matrimonio infantil está claramente atravesado por una dimensión de género. “Una de las razones por las que ocurre en tantos y tan diferentes lugares es porque en el fondo subyace la idea de que el único rol de las chicas es convertirse en esposas y madres, que por sí mismas, carecen de valor. Las niñas pueden llegar a ser consideradas como un bien que se puede comprar o vender, hay lugares donde existe incluso un sistema para establecer un precio”.

“Son muchas las razones culturales o económicas que explican el matrimonio infantil. A veces los padres creen que es lo mejor para sus hijas, otras veces no lo ven así pero piensan que es lo mejor porque no tienen muchas más opciones”, puntualiza Malhotra. “En ocasiones, puede que los padres quieran que sus hijas estudien pero las casan muy temprano porque creen que si llegan a los 18 ó 19 años solteras ya serán demasiado viejas y nadie las querrá; también puede darse el caso de que no haya escuelas, o que estén muy lejos y desplazarse suponga un riesgo para ellas, los padres temen que puedan ser agredidas sexualmente y entonces pierdan el honor. Muchas veces es, simplemente, una cuestión de pobreza, que no pueden alimentar a uno más o tienen una deuda que pagar; y también influyen las situaciones de crisis y emergencia, por ejemplo en lugares como ahora Siria, en este tipo de contextos donde existe preocupación por lo que les pueda pasar a sus hijas, muchas familias piensan que la única vía para salir de ahí es casarlas”, detalla esta experta de UNICEF. Precisamente, Amnistía Internacional llamó la atención recientemente sobre el riesgo de matrimonio temprano al que se están viendo expuestas las niñas y jóvenes sirias refugiadas en Jordania.

Las consecuencias

“Imagina que tienes 6 ó 7 años y que un día, al volver de la escuela, te dicen que mañana no vas a regresar a clase, que te vas a casar con este hombre, que tiene 60 años y que te irás con él a su pueblo”, así describe Lakshmi Sundaram la forma en que se esfuma de repente el futuro de millones de niñas. Este fin abrupto de la infancia tiene consecuencias, en primer lugar, sobre la salud física y mental de las niñas.

“Se convierten en adultos a la fuerza, tienen que demostrar que pueden ser madres y tener hijos. Normalmente se quedan embarazadas muy jóvenes y muy a menudo. Son chicas que no han terminado de desarrollarse físicamente, tienen cinco veces más probabilidades de morir durante el parto o de tener complicaciones. Sus niños son más proclives a morir durante su primer año de vida. El embarazo temprano es la primera causa de muerte entre las jóvenes de entre 15 y 19 años en los países en desarrollo”, apunta la coordinadora de Girls Not Brides.

Además, al casarse con un hombre que generalmente es mayor, se pierde poder a la hora de negociar y tomar decisiones. Estas adolescentes suelen estar más expuestas a la violencia sexual y doméstica, así como al contagio del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Por otro lado, el abandono temprano de la educación arrastra pérdidas que se extienden al conjunto de la sociedad. “Si en vez de casar a tu hija con 12 ó 13 años le permites seguir en la escuela verás los resultados no solo en su vida sino en la de toda su familia. Una niña educada que luego tendrá un trabajo reinvertirá el 90% de sus ingresos en la familia, será una mujer que planificará mejor y cuyos hijos vivirán más”, sostiene la gerente de Campañas de Plan España, Macarena Céspedes. “Hay estudios que demuestran que incrementando tan solo un 10% la proporción de mujeres que acceden al mercado laboral, el PIB de la India crecería en un 8%, algo que se consigue garantizando el acceso a la educación de las niñas”, añade.

El cambio

Pero incluso en un fenómeno marcado por las sombras se encuentran personas que, poco a poco, van abriendo espacios para el cambio social. Entre estas personas-luz está la propia Lakshmi Sundaram, al frente de una plataforma que en tan solo dos años ha logrado aglutinar y tender puentes entre unas 300 organizaciones de más de medio centenar de países que están trabajando para poner fin a esta práctica. “Aunque yo nací y me crié en Suiza, mi familia procede del sur de la India. Mi abuela, una de las mujeres más inspiradoras para mí, se casó a los 13 años y solo de pensar en lo que ella podría haber hecho… Ella y muchas de su generación son las personas más fuertes que conozco y pienso que si ellas hubieran tenido la oportunidad de ir a la escuela tal vez el mundo se hubiera movido en otra dirección”.

De algún modo, Anju Malhotra fue testigo hace un par de años de esa dirección distinta a la que se refiere Lakshmi. “Estaba en la India en una reunión. Era el Día de la República y vi en la televisión la historia de dos niñas de 13 y 14 años que habían sido reconocidas como heroínas nacionales. Su maestra les había explicado en clase que el matrimonio infantil era algo malo, que a las niñas les pasaban cosas horribles y que la ley lo prohibía. Así es que cuando se enteraron de que en su pueblo dos familias iban a casar a sus hijas de 11 y 12 años pensaron que debían impedirlo. Estaban realmente preocupadas pero sus padres les dijeron que no se podía hacer nada. Entonces fueron a ver a su maestra y ella les sugirió que hablaran con el resto de jóvenes de su comunidad. Al final, reunieron a un grupo de 40 jóvenes que se plantó en la casa de estas familias diciéndoles que no iban a permitir que esos matrimonios se produjeran y, finalmente, consiguieron evitarlos”, recuerda Malhotra.

Estas niñas indias; o el chico pakistaní que entró en huelga de hambre para oponerse al matrimonio de su hermana con un hombre de 50 años; o la joven Mereso Kilisu, que fue vendida como esposa a un hombre que la maltrataba y que, tras escapar, fue rechazada por su familia y hoy es una activista convencida, mantienen viva la esperanza de acabar algún día con esta práctica. Al menos, así lo cree Lakshmi. “Solemos pensar que el matrimonio infantil, que se ha venido repitiendo durante siglos, es algo que no va a cambiar nunca pero luego cuando una chica consigue retrasar la edad de casarse puedes ver los cambios en tan solo una generación, ¿cómo no voy a ser optimista sobre el futuro? No es fácil, pero es posible”.