Omar vivía en las calles de Ceuta, como tantos otros adolescentes y menores marroquíes, con el objetivo de alcanzar la Península. Solía merodear por el muelle del puerto ceutí en busca de un camión donde esconderse para dejar atrás la ciudad autónoma. Allí se encontraba cuando fue atropellado por un conductor después de haber sido perseguido por dos cabezas de camiones. El chico, que había cumplido los 18 años días antes, murió en el acto. El transportista ha ingresado en prisión provisional sin fianza acusado de homicidio, pero son Omar y sus compañeros, quien falleció y quienes lloraron su pérdida, los que ahora sufren las críticas ligadas al estigma social que pesa sobre ellos.
Tanto este como otro camionero implicado, acusado de un posible delito contra la seguridad vial, defendían que perseguían a los chicos, algunos menores, tras haberlos visto “acercándose a las bateas para robar”. Según su declaración judicial, recogida por El Faro de Ceuta, arrancaron las cabezas tractoras para detenerlos y avisar a la Guardia Civil. El detenido asegura que fue un accidente, pues defiende que recibió la pedrada antes del atropello, por lo que se encontraba aturdido cuando arrolló al muchacho. Los menores amigos del fallecido señalaron a la ONG Save The Children que fue intencionado: “Iba a por nosotros”.
En medio de esta encruzijada de acusaciones, las críticas del colectivo de camioneros y una parte de la sociedad ceutí han puesto en la diana a la víctima, al adolescente fallecido, y al resto de compañeros, la mayoría menores tutelados que duermen en las calles de Ceuta a pesar de que la ciudad autónoma es responsable de ellos. Tras la muerte de Omar, activistas locales alertan de que se están multiplicando “mensajes que criminalizan y estigmatizan” a los menores migrantes.
Las palabras culminaron en un episodio violento un día después del suceso, cuando varios individuos, de los que no se ha conocido la identidad, lanzaron piedras contra un centro de acogida da ciudad.
Tras el envío a prisión del conductor por un delito de homicidio, la Asociación de Transportistas de Ceuta ha lamentado la noticia, con el foco puesto en “los riesgos” generados por los menores no acompañados. “Esta situación nos quita fuerza y moral a los que allí trabajamos, porque nos da miedo el convivir diariamente con los peligros que estas personas nos crean; sin duda ellos se verán más fuertes porque ven que cuando les plantamos cara todos salimos perdiendo”, ha asegurado el vicepresidente de la organización en declaraciones recogidas por El Pueblo de Ceuta.
“Es horrible: tenemos un auténtico miedo de los MENA (menores extranjeros no acompañados) en el puerto”, titulaba un reportaje del mismo periódico local tres días después del atropello. “Menores argelinos y subsaharianos ebrios campean a sus anchas en la zona de las naves de poniente del puerto, asediadas por las personas que deambulan por el lugar”, continúa el artículo, basado en declaraciones de comerciantes que aseguran que estos jóvenes “rompen coches” y “son muy pesados pidiendo”.
“Parece que su vida vale menos”
“Estamos viendo un aumento de comentarios en redes sociales y artículos que parecen justificar la muerte de Omar. Como si su vida valiese menos”, indica Reduan M. J., activista de Ceuta que había estado con el joven fallecido días antes, en un reparto de bocadillos calientes. “Era un buen chico pero venden a los menores no acompañados como criminales”.
Un repaso por el grupo público de Facebook “Inseguridad ciudadana Ceuta” da cuenta de ello. “Si dejas que el monstruo crezca al final terminará comiéndote”, reza una de sus últimas publicaciones, horas después del envío a prisión del conductor que acabó con la vida de Omar. “Aquí todos somos culpables menos ellos. Si vienen a robarme o a hacerme algo peor y yo me defiendo, seguramente también me castiguen a mí en vez de a ellos”, responde una mujer.
La fotografía de perfil de la plataforma muestra una imagen (posada) de archivo de un chico joven encapuchado robando un móvil de un bolso ajeno. En otras de las fotos subidas aparece el símbolo de “prohibido” sobre una imagen de menores extranjeros o una mano agarrando una pistola hacia otra persona que entrega su móvil.
Violeta Assiego, abogada e investigadora de la situación de la infancia vulnerable en España, destaca la “perversión” escondida en las críticas lanzadas sobre estos menores días después del suceso. “Resulta que parece que al que tienen miedo los vecinos es el que muere atropellado”, sostiene. “El protagonismo otorgado a este mensaje en el discurso pervierte la realidad y contribuye a una alarma social contra unas chicos que acaban de perder a un amigo. La integridad física y psicológica de estos chavales es la que se ve amenazada por la falta de protección de la ciudad autónoma”, apunta Assiego.
“Sufren una estigmatización muy fuerte. Son tratados como pequeños delincuentes pero si nos tomamos la molestia a hablar con ellos, comparten muchas cosas con adolescentes españoles, gustos, sufren por estar sucios y estar viviendo en la calle. Sienten vergüenza de estar como están y echan de menos a su familia”, relata Susana Hidalgo, de Save The Children, que se encontraba en el puerto en el mismo momento en que Omar falleció.
La estigmatización no es nueva. El activista José Palazón lleva más de una década defendiendo en Melilla los derechos de los menores no acompañados. “Los políticos y la adminisitración llevan años aportando una imagen desastrosa de los niños. Que roban, que toman droga, que dan problemas… Se olvida de que es responsable de su tutela y los ataca”, apunta.
Palazón recuerda los riesgos de este discurso oficial: “Resaltar todo esto genera un caldo de cultivo muy negativo en torno a los críos. Una de las consecuencias es el desprecio que suelen sufrir en la calle, cuando una de las cosas que más agradecen es que les saluden y los traten con amabilidad”, apunta.
En 2016, una banda de encapuchados organizaba quedadas para salir “a la caza” de menores no acompañados. El grupo perpetuó varios ataques con cuchillos y bates de béisbol, según la denuncia presentada por la Asociación Harraga. La causa se encuentra actualmente en fase de instrucción. Entonces, los ataques a estos adolescentes fueron aplaudidos por grupos privados de Facebook que pedían venganza ante la supuesta inseguridad generada por esos niños. “Que haya locos que tomen la justicia por su mano no se debe permitir”, apunta José Palazón.
Son varios los factores que, a juicio de la investigadora Violeta Assiego, deriva en la imagen negativa formada alrededor de los menores extranjeros en las ciudades de Ceuta y Melilla. “El hecho de que estén en la calle son vistos como criminales, impulsa prejuicios hasta ellos, los mismos que sufre cualquier persona sin hogar”, sostiene la abogada.
“Una supuesta mala conducta, tampoco lo justificaría”
A esta asociación automática, Assiego añade el discurso del Gobierno del que, precisamente, depende su tutela: “La Administración lanza la idea de que los menores que viven en la calle son 'los niños malos' de los centros. En la hipotética situación de que esos niños tuviesen una conducta no adecuada no justifica que los responsables de su protección lancen un mensaje amplificado los casos más negativos de ellos”.
Después de la muerte de Omar, el portavoz del Gobierno de la ciudad autónoma, Jacob Hachuel, destacó que hay menores a los que “es difícil llegar” porque “cuando ven un uniforme salen corriendo”. Según sus cálculos, alrededor de un centenar de menores se encuentran “incontrolados” dado que no están registrados por el Ejecutivo de Ceuta ni por la Policía, informa el Faro de Ceuta.
“Por este Gobierno no va a quedar poner encima de la mesa cualquier alternativa para solucionar el problema porque la ciudadanía tiene derecho a vivir tranquila y los inmigrantes irregulares producen una sensación de intranquilidad. No somos ajenos a ello y ponemos las soluciones que están de nuestra mano”, apuntó el portavoz gubernamental.
En Melilla, el historial del discurso oficial sobre menores no acompañados muestra numerosos ataques dirigidos a los menores no acompañados. Uno de los más sonados fue el lanzado por parte de Daniel Ventura, consejero de Bienestar Social, tras la muerte de Sufian, un joven tutelado maroquí de 17 años. “No nos pueden dar una imagen totalmente falsa, como que ha llegado a España para trabajar y estudiar, cuando realmente vivía en la escollera y tenía problemas de drogadicción”, afirmó el responsable de los menores no acompañados.
Al llegar solos a la ciudad autónoma, los gobiernos de Ceuta y Melilla deben encargarse de la tutela de los llamados menores extranjeros no acompañados (MENAS). En ambas ciudades hay una gran acumulación de niños y adolescentes en estas circunstancias debido a su situación fronteriza pero, aunque algunos de sus centros se encuentran saturados, los menores no son trasladados a la Península de forma periódica, sino que se encuentras atrapados en ambas localidades.
Algunos de estos menores, la mayoría de origen marroquí, escapan de los centros de acogida por varias razones. Algunos alegan las “malas condiciones de los centros” (documentadas sobre todo en el caso de la ciudad de Melilla) y, en general, buscan dormir cerca de los correspondientes puertos con el objetivo de colarse en uno de los barcos que atraviesan el Estrecho rumbo a la la Península, a suelo comunitario.
Según las ONG especializadas, el abandono institucional de aquellos que viven en las calles de Ceuta y Melilla, los aboca a una situación de exclusión y marginación, desde la que algunos acaban siendo víctima de abusos sexuales o problemas de drogadicción.
La letrada experta en infancia vulnerable Violeta Assiego defiende la necesidad de “renovar desde un enfoque de derechos humanos” el sistema de acogida de estos menores, que recae sobre las Comunidades o ciudades autónomas, con el objetivo de “adecuarlos a las circunstancias particulares” de este colectivo.