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Los migrantes sin papeles que ansían la regularización masiva que debatirá el Congreso: “Queremos trabajar sin miedo”

Gias Uddin, una de las personas que podrían beneficiarse de la ILP para una regularización masiva que será debatida en el Congreso

Gabriela Sánchez / Sandra Vicente / Icíar Gutiérrez

11 de abril de 2024 22:50 h

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“Votos a favor: 310, Votos en contra: 33. Abstenciones: ninguna. Queda aprobada la toma en consideración de la proposición de ley”. Ovación en el Congreso de los Diputados. A las puertas del edificio, decenas de personas celebran que el Parlamento vaya a debatir la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para la regularización de miles de inmigrantes que ya viven y trabajan en el país. Es solo un primer paso y nada asegura que vaya a salir adelante, pero Gias Uddin salta y grita de alegría: en diez años de residencia en España es una de las pocas veces que vislumbra una mínima posibilidad de conseguir sus papeles.

“Me puse muy contento. Lo celebramos todos juntos. Después de dos años luchando para que nos escuchasen, fue un día muy especial”, dice este bangladesí de unos 50 años que, a través del colectivo Valiente Bangla, ha formado parte de la campaña 'Regularización Ya'. Vive en Madrid desde hace una década, pero aún no ha podido tramitar su residencia por la dificultad para conseguir un contrato de trabajo.

Mientras Gias Uddin daba brincos de alegría este martes, Mariama (nombre ficticio) ignoraba la votación que estaba teniendo lugar en el Congreso y pasaba el rato en la pequeña habitación donde pasa las horas, mientras espera que su teléfono suene para optar a unas horas de trabajo sueltas en los servicios de limpieza: “No sabía nada de esa posible regularización, pero me ayudaría mucho. Si llegan a hacerlo estaría muy bien, lo pediría y todo sería mucho más fácil”, responde la mujer senegalesa.

Gias y Mariamma son dos de los cerca de medio millón de personas que, según calculan los impulsores de la iniciativa legislativa popular, podrían beneficiarse de la regularización extraordinaria solicitada. “Sin papeles no puedes hacer nada, solo podemos sobrevivir. Ganar lo justo con pequeños trabajos puntuales, pero nada más”, sostiene el hombre bangladesí. En 2014, migró a Italia con un visado que, creía, iba a permitirle trabajar en el campo. Pero sus planes se truncaron y, meses después, se trasladó a España en busca de una oportunidad. Desde entonces se dedica a la venta ambulante en las calles de Madrid: “Vendo cerveza, rosas... Sin papeles no puedo hacer mucho más”.

Ha realizado sustituciones en restaurantes o fruterías, cuenta, pero siempre sin la opción de ser dado de alta en la seguridad social. Aunque las personas sin papeles pueden empezar a tramitar la residencia por arraigo social después de vivir tres años en España, la normativa exige presentar un contrato de trabajo de 30 horas semanales que garantice el salario mínimo. Gias no lo ha conseguido. No es el único: dadas las dificultades para cumplir este requisito, hay quienes han visto negocio en la venta de contratos falsos de trabajo. “Muchos conocidos han comprado un contrato por miles de euros y así han conseguido los papeles, pero yo no tengo dinero para pagarlo”, añade el vendedor ambulante.

Su escaso salario le permite pagar los 150 euros de alquiler de una habitación compartida y lo justo para comer. “Ganaré unos 300 euros entre una cosa y otra. A veces se complica más, y aquí encontramos ayuda”, sostiene con media sonrisa en la sede de la organización Valiente Bangla. “No tenemos más remedio que trabajar en la calle, pero cada vez es más difícil hacerlo, hay más control, nos ponen multas... Antes vendía durante muchas horas, ahora muy poco”, añade.

“Me gustaría trabajar sin tener ese miedo. Con papeles podría trabajar en un restaurante, en una frutería...”. Durante los últimos diez años, ha sufrido numerosas identificaciones policiales, denuncia Gias. Hace un año y medio, el bangladesí fue detenido y encerrado en el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de Madrid para ser expulsado, aunque finalmente su abogada evitó su deportación.

Mariamma lleva cinco años sin ver a sus cinco hijos menores de edad. Llegó a Canarias en cayuco en diciembre de 2021, pero antes pasó en Marruecos tres años que prefiere no recordar. En España, ha vivido la mayor parte de estos años sin papeles, combinando trabajos puntuales de sustituciones en la hostelería o en servicios de limpieza que consigue a través del “boca a boca”. “Todo es muy difícil. Conseguir una habitación sin papeles es muy complicado. Sin papeles no puedes hacer nada, ponen pegas para todo: el médico, la vivienda, el trabajo...”, se queja.

Miedo

La mujer, de origen senegalés, ha vivido en España de forma irregular hasta hace dos meses cuando fue admitida su petición de asilo, lo que le da derecho a una residencia temporal que no le llega a dejar tranquila. “Es un parche. A los senegaleses no nos están concediendo el asilo, yo quiero tener los papeles, trabajar y vivir tranquila”, clama.

Mariamma reconoce que aún no ha perdido el miedo a salir a la calle: “Tengo mucho miedo, aún ahora. Los primeros meses no salía para casi nada. Solo a estudiar español, dar un paseo por el parque del barrio y poco más. No quedaba con nadie. Tenía mucho miedo de que me parasen y me volviesen a Senegal. Luego me fueron convenciendo para salir más, pero no llego a estar tranquila. Quiero ir al médico, alquilar una habitación y trabajar sin problemas, sin tener miedo constantemente”.

Los que lo lograron

El senegalés P. Dia presenció la votación para la toma de consideración de la ILP desde dentro del Parlamento, en la tribuna de público. “Era como ver un partido de fútbol, a ver si ganábamos. No sabíamos qué iba a pasar”, cuenta a elDiario.es sin poder contener la risa. Fue un estallido de alegría y emoción. Se abrazó con otros asistentes, cantaron alguna consigna. “Es un orgullo. Después de tanto tiempo en la calle buscando firmas, después de tanto trabajo, pensé: ‘Eso lo hemos hecho nosotros’. Me daba miedo que no saliera. Es como un sueño hecho realidad”.

Dia dice que lo que sintió el pasado martes se parecía a la emoción que le atravesó cuando consiguió los papeles. “Sentí que era libre, que podía ir donde quisiera. Ahora sí que existía, antes no. Sin papeles no significas nada”. Era 2017, y habían pasado cerca de 13 años desde que llegó a España con un visado de turista desde Senegal, su país natal. “Desde que llegué estuve intentando encontrar una solución, pero me costó un montón”. 

Su testimonio refleja, al igual que muchos otros, las dificultades que se topan quienes quieren regularizar su situación administrativa en España. “El sistema de acceso a la residencia contemplado en la ley de extranjería resulta insuficiente y limitado”, expone la ILP respaldada por 900 organizaciones de la sociedad civil, que apunta a los “criterios altamente restrictivos y de muy difícil cumplimiento” y al procedimiento administrativo “lento” que “cuenta con un elevado margen de discrecionalidad a la hora de conceder las autorizaciones o su renovación”.

Dia, que vive en Barcelona y ahora está pendiente de renovar su permiso de residencia y trabajo, lo conoce de primera mano. “Tras 10 años, conseguí una oferta de trabajo con ayuda de gente conocida e hice muchos cursos. Intenté tres veces conseguir los papeles y cada vez me los denegaron por algo. Cada vez que conseguía algo, había un fallo y lo perdía. Primero, porque tenía un juicio pendiente. Segundo, por la empresa. Hasta que salió favorable, tardó casi un año”, dice el activista.

“Te piden tres años [de estancia en España]. Si tienes tres años, te piden que no tengas antecedentes penales. Si tienes todo, te piden un contrato. Para buscar un contrato te encuentras con que tienes que tener papeles. Puedes tener un precontrato, pero te pueden denegar la documentación por algún motivo”, explica Dia. “Un inmigrante viene aquí con su valor y sus estudios, pero no vale nada hasta que no tiene papeles. No puedes trabajar, no puedes avanzar. Hasta que no tienes los papeles, estás sufriendo todo el rato. Y queremos acabar con este sufrimiento”. 

Ese evitar que la gente “siguiera sufriendo” fue el motivo por el que Dia ha sido parte del movimiento ‘Regularización Ya’, conformado por personas migrantes y organizaciones antirracistas de toda España. El camino hasta el Congreso comenzó hace dos años, cuando el movimiento impulsó una gran campaña de recogida de firmas a pie de calle. Dia las buscó debajo de las piedras, en mercadillos y en festivales. “Fue duro, porque siempre había que recoger firmas. Mucha gente no lo conocía, otros se negaban diciendo que les iban a quitar el trabajo, otros decían que ya habían firmado, otros no podía porque no eran españoles… Hemos aprendido que hay gente racista pero también hay gente que quiere colaborar porque sabe que los inmigrantes vienen a levantar el país. Es un trabajo que hemos hecho con ganas, por un ideal, y de manera voluntaria, pero lo cobramos cuando vimos lo que pasó en el Congreso”.

Dia explica que en todos estos años ha trabajado “en muchos sectores”, desde la jardinería hasta el mantenimiento de casas y como pintor. También, como muchas personas que no tienen documentación, se dedicó a la manta. “Sin papeles, lo único que puedes hacer es trabajar en la calle y también puede ser peligroso si te pilla la policía. O trabajar en negro y te pagan como quieran”. Ahora pertenece al Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes de Barcelona, que cuenta con una tienda propia.

“Encontrar trabajo sin papeles fue difícil. Tienes que decir que sí por ejemplo a hacer fines de semana, a que te paguen más tarde o a que te paguen menos. Siempre sí, porque si lo dejas no sabes qué va a pasar. Y hay quienes no te contratan porque creen que les puede pasar algo y prefieren a gente con papeles”, dice Dia. Lo mismo ocurre con la vivienda. “A mí me costaba mucho encontrar piso. Algún amigo o conocido me alquilaba una habitación, pero tenía fecha de salida. No puedes acceder a un alquiler. Tiras de amigos o conocidos o de casas okupa, porque nadie te puede alquilar. No tienes contrato, no tienes nómina, no tienes banco. Hay gente que duerme en la calle o en chabolas. No pueden tener una vida digna”. 

“El día que tienes los papeles, dices: ‘Por fin. Ahora puedo viajar donde quiero. Puedo trabajar donde quiero. Puedo buscar formación. Puedo abrir una cuenta bancaria’. Si tu madre se muere en tu país puedes ir, sin papeles no. Puedes hacer muchas cosas. Te quitan la barrera. Es un papel chiquitito, casi como una tarjeta. Pero es muy importante. Al tener los papeles sientes felicidad, sientes que ya eres libre”, dice Dia.

Esa es la sensación que quiere que sientan las cientos de miles de personas que, según calculan los impulsores de la ILP, se encuentran en esa situación actualmente. “Hay quien lo ve como una victoria; para mí es un alivio”, dice Papalayé, otro hombre senegalés sobre el apoyo del Congreso a la ILP. “Es como si a un pájaro al que le has quitado las plumas y se las devuelves tuviera que darte las gracias. Le estás devolviendo algo que es suyo”, compara.

A Papalayé le quitaron las plumas cuando llegó desde Senegal en 2006. Era pescador y, debido a “la sobrepesca de los barcos multinacionales, mi trabajo no era sostenible”. Así que, junto a sus compañeros, decidió que el barco que ya no les daba trabajo les llevara a una vida mejor, rumbo a Barcelona.

Pero después de un viaje peligroso y accidentado, “nos dimos cuenta de que no teníamos derecho a nada. No sabíamos de la ley de extranjería, que nos impedía tener un trabajo”, se lamenta Papalayé. Así que se buscó la vida como pudo. En la venta ambulante o en las campañas de fruta de Lleida o València.

“Como no puedes trabajar, te explotan”, denuncia este hombre, que recuerda la época en que llegó a tener que vivir bajo un puente. A la falta de acceso al mercado laboral y a la vivienda se le sumó, además, el racismo que impera en la sociedad y que, en su caso, se tradujo en decenas de identificaciones policiales y detenciones que acabarón en deportación.

Estuvo nueve años en Senegal y se resignó a volver a la pesca, trabajo que complementaba haciendo de guía turístico para españoles, aprovechando sus conocimientos del idioma. Cuando la situación no daba más de sí, intentó volver, pero estaba decidido a no hacerlo por mar. “No quería volver al tirarme al océano para que me consideraran ilegal”, asume.

Trató de pedir un visado de trabajo en España, pero se lo denegaron, así que acabó pidiéndolo en Francia. De ahí, pudo volver a Barelona y lo primero que hizo fue sumarse a colectivos de lucha antirracista. De hecho, ha formado parte el grupo promotor de la ILP 'Regularización Ya' desde sus inicios. “Sólo se habla de la migración en elecciones, pero la sociedad española no se puede entender sin la gente de origenes diversos que vivimos aquí, trabajamos, pagamos impuestos y participamos del desarrollo del país”, asegura Papalayé.

Ambos celebran este primer paso en el objetivo de una regularización para cientos de miles de compañeros, para evitar que pasen más tiempo por lo que ellos pasaron. Pero saben que no está todo conseguido. “Si el Gobierno quiere, lo puede hacer. Es muy fácil para ellos. No les cuesta nada. Confiamos en nuestro trabajo y en lo que vimos en el Congreso, pero no es algo seguro. Ojalá todo salga favorable y todos podamos avanzar. Si no, seguiremos luchando. Este movimiento ha crecido y no va a morir”, dice Dia.

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