El discurso anti inmigración protagoniza las elecciones italianas

Las encuestas ofrecen un panorama preocupante: solo el 33% de los italianos es partidario actualmente de la acogida de migrantes, el 54% querría bloquear completamente el flujo migratorio y el 65% cree que no suponen ningún efecto positivo para el país, según el último estudio de la empresa de estudios demoscópicos SWG. El análisis revela que el discurso antiinmigración ha calado en la población italiana, como lo demuestra también el tono de la campaña electoral, en la que la derecha ha convertido la llegada de personas a través del Mediterráneo en el principal argumento para atacar al Gobierno.

Cinco años dura una legislatura en Italia y cinco son los momentos clave en los que se ha podido apreciar un cambio de paradigma. De aquella indignación por las muertes de Lampedusa, la transformación de la actitud con respecto a la llegada de migrantes ha calado también en las políticas gubernamentales, ante la falta de apoyo y solidaridad de la Unión Europea. 

La campaña electoral

Una vez metidos en la lucha por el voto, estas pulsiones han salido a flote. Del 4% de votos obtenido en las últimas elecciones, las encuestas otorgan a la La Liga Norte un 14-15% de los apoyos con una campaña marcada por su discurso xenófobo y antiinmigratorio.

Cuando un ex candidato regional de su partido irrumpió en campaña disparando indiscriminadamente a todos los negros que encontró en su camino, el líder de esta formación, Matteo Salvini, culpó de estos “choques sociales” a quienes han provocado “la llegada incontrolada de clandestinos”.

Su socio de coalición Silvio Berlusconi se sumó al discurso al prometer expulsar a “600.000 ilegales que suponen una bomba social”. Y la tercera pata de la alianza, Giorgia Meloni, centró el tiro en la identificación entre inmigración y delincuencia.

Otro estudio de la compañía Eurispes evidencia que solo el 28% de los italianos saben que los inmigrantes representan el 8% de la población total, el resto piensan que son muchos más.

El presidente del Comité Italiano para el Refugiado pide que se analice con cautela las sensaciones que se ven en campaña porque “el tono siempre tiende a la exageración”.

El discurso de la derecha no solo ha calado entre los suyos, sino que ha contaminado el mensaje de sus rivales. Para el profesor Zaccaria, se trata de “un asunto que toca el estómago de la gente y es mucho más fácil de explicar que los problemas económicos, laborales, sociales o ciudadanos”.

El espíritu de Lampedusa

La legislatura que termina estuvo determinada por un contexto de aparente indignación política y social ante las constantes muertes en el Mediterráneo. El 3 de octubre de 2013, una embarcación que había partido desde Libia con cientos de personas a bordo naufragó frente a las costas de Lampedusa. Aquel día, 366 cuerpos fueron recuperados sin vida.

El funeral por los muertos anónimos se convirtió en un ejercicio de contrición para Italia y Europa. El presidente de la República italiana, Giorgio Napolitano, calificó lo sucedido como una “vergüenza” y defendió la modificación de “las leyes anti-acogida”. Desde Bruselas aseguraron que sería necesario aumentar la vigilancia en el Mediterráneo. La alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, se convirtió en símbolo de la acogida y fue nominada al Premio Nobel de la Paz. Cuando el papa Francisco sucedió a Benedicto XVI su primer viaje fue a la isla.

También acudieron el entonces presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y el primer ministro italiano, Enrico Letta, que había jurado el cargo medio año antes. Dos semanas más tarde de la tragedia, el Gobierno italiano puso en marcha la operación de rescate de migrantes Mare Nostrum, cuyo coste se elevaba a los 9,5 millones al mes y salvó la vida de más de 150.000 personas en el mar. En la misión solo participaban efectivos italianos.

De Mare Nostrum a Tritón: sin respuesta de Europa

Tras un año pidiendo la cooperación de la Unión Europea, el Gobierno italiano decidió suspender la operación de rescate Mare Nostrum. El 1 de noviembre de 2014 la agencia europea de fronteras (Frontex) lanzó la Misión Tritón. Su enfoque cambiaba: se trataba de una misión de vigilancia de fronteras, no de salvamento. En ella participaban 29 países, pero el presupuesto se redujo a solo 2,9 millones de euros al mes. Los barcos europeos no podían acercarse a aguas jurisdiccionales libias. Las muertes de personas en el mar aumentaron, las llegadas también. 

En 2014 desembarcaron en puertos de este país 170.000 personas y, desde entonces, el número asciende a 628.000 hasta la actualidad. “Ahí es cuando nace esa preocupación en los italianos, que empiezan a percibir que el número de quienes llegan a su país puede seguir aumentando indefinidamente y eso crea incertezas”, asegura Roberto Zaccaria, presidente del Consejo Italiano para el Refugiado. A ello se suma el discurso de la derecha, comandada por la Liga Norte, que ha visto un filón en este asunto y ha lanzado una estrategia lepenista para condenar la que denomina una “invasión incontrolada” de personas migrantes.

El fracaso de la acogida

Hace dos décadas Italia recibió decenas de miles de refugiados de la guerra de los Balcanes y de Albania, por lo que el país contaba con una red de acogida preparada. Sin embargo, los tiempos para estudiar las solicitudes de asilo duran meses y los procesos de deportación se encontraban bloqueados por las trabas de los países de origen. Los centros de acogida existentes no eran suficientes y su saturación era evidente. 

Actualmente, 178.000 personas residen en centros de acogida repartidos por todo el territorio italiano, mientras que de los más de 8.000 ayuntamientos existentes en Italia, solo 1.200 han aceptado recibir personas migrantes.

En algunos municipios, ha habido disturbios con el objetivo de mostrar su repulsa al plan de acogida del Gobierno. Aunque Lombardía –una de las regiones donde la Liga Norte tiene mayor fuerza- concentra el 14% de los refugiados asentados en territorio italiano, algunos los alcaldes de la Liga y otros ediles pertenecientes al Partido Democrático –la formación de Gobierno- los que se negaron a acoger decenas de migrantes en sus localidades.

La portavoz de ACNUR en el sur de Europa, Carlotta Sami, considera que “allí donde la acogida se ha gestionado correctamente no ha existido ningún problema social, mientras que en los lugares en los que las autoridades políticas no han gobernado el problema o han hecho caso omiso, es donde ha aumentado la conflictividad”.

Hace solo unas semanas Médicos Sin Fronteras (MSF) ha publicado un informe que documenta que 10.000 personas migrantes y demandantes de protección en Italia se han quedado fuera del sistema de acogida. La mayoría de ellos siguen esperando su petición de asilo o cuentan con ella pero no tuvieron una oportunidad. Giuseppe De Mola, investigador del documento, denunció que sus condiciones “han empeorado” a medida que se percibe un clima de mayor rechazo social hacia los migrantes en Italia.

El Gobierno cambia de posición: los acuerdos con Libia

Diferentes estudios han ido confirmando que esa sensación se ha instalado entre la ciudadanía. El 33% de la población piensa que los inmigrantes pueden suponer un peligro para el país, mientras que en 2014 el porcentaje era del 14%, según la compañía Demos&Pi. Mientras, el informe de SWG revela que, en 2010, el 60% de los italianos pensaban que la inmigración podría suponer un recurso para la nación, mientras que en 2017 solo lo creía el 35%.

Siguiendo con este estudio, el 61% se muestra de acuerdo con que Italia cierre sus puertos para frenar el flujo migratorio, un discurso que acepta incluso la mitad de los votantes del centroizquierda, que ha gobernado en esta legislatura.

Así, primero Matteo Renzi y después Paolo Gentiloni acudieron a cada cumbre europea con la esperanza de conseguir mayor cooperación de sus socios. Firmado en 2015 el acuerdo para reubicar a 40.000 migrantes procedentes de Italia,  por el momento solo se han hecho efecticos 12.237 expedientes.

El año pasado, el ministro del Interior italiano, Marco Minniti, firmó una serie de pactos con el Gobierno libio y con los jefes tribales –que controlan de facto el territorio- para frenar las salidas de migrantes desde el país de tránsito, a pesar de las numerosas denuncias de abusos y explotación emitidas por quienes pasan por Libia. Las llegadas se han reducido un 60% desde entonces, entre las numerosas críticas de las ONG y organismos especializados en derechos humanos.  Matteo Renzi cambió su discurso de acogida por un nuevo enfoque: “Ayudémoslos en sus casas”.

La alcaldesa de Lampedusa perdió las últimas elecciones municipales frente a un candidato que prometía “poner orden” en el centro de identificación de la isla. “Es curioso que, cuando el Ejecutivo ha empezado a gobernar el problema, la derecha ha comenzado a cabalgar esta oleada con noticias falsas, diciendo por ejemplo que sólo el 5% de los migrantes llegados tienen derecho a permanecer en Italia, cuando los datos reales revelan que el 40% han obtenido algún tipo de protección”, subraya Carlotta Sami, de ACNUR.