Yony Hinojosa es alcaldesa, pero nunca antes la han entrevistado. Está aprendiendo a usar el correo electrónico porque, cuando entró en el cargo hace tres años, la alcaldía no contaba con los dos ordenadores que tiene ahora. Conseguirlos fue un logro, igual que tantas otras cosas que esta mujer indígena ha conquistado a base de pequeñas victorias.
Este es su último año de mandato en Chacán, un municipio peruano de la región de Cusco, formado por ocho comunidades que suman 5.000 habitantes. Sus hileras de casas construidas en adobe dan cobijo a una sociedad conservadora en la que, tradicionalmente, las mujeres no han salido de casa más que para cuidar a los animales.
Ella siempre fue “diferente”, reconoce. Su vida ha estado vinculada a la lucha por los derechos de las mujeres y llegó a ser su defensora en la comunidad en la que habita. La mejor escuela la tuvo en casa, en la figura de su madre. “Mi papá nos abandonó y sufrimos mucho, pero siempre la vi salir adelante. Por eso he trabajado para que otras mujeres no sufrieran lo que sufrió mi mamá”. Aunque nunca pensando que lo haría desde la alcaldía. “Todo empezó como una broma. La gente me decía: «hola, señora alcaldesa». Y yo les decía que no me llamaran así”. Al final, la insistencia de algunos y el respaldo de su marido, la empujaron a planteárselo en serio. “«Lánzate y yo te apoyo», me dijo mi esposo. Yo le dije: «si tú apoyas, yo me voy a lanzar»”. Y lo hizo. El día que se cerraba el plazo de inscripción, añadió su nombre a la lista en la que ya figuraban otros cuatro candidatos. Todos hombres.
Su mejor arma electoral fue ir, casa por casa, visitando a las mujeres a las que tan bien conocía, presentándoles la propuesta de Llakasón Chacán (“Trabajemos todos juntos por Chacán”), su partido. “No pensaba que iba a ganar, para nada”. Su victoria tuvo como pilar fundamental el voto femenino, poco trabajado por el resto de candidatos, que vio en ella una alternativa a la visión patriarcal y continuista de sus oponentes. Sin embargo, ganar no fue convencer. “La misma gente que aplaudió, después empezó a murmurar: ¿cómo una mujer nos va a mandar?”. Normal, a su entender, en un entorno en el que la mujer ha sido siempre tan marginada. “Aquí, cuando hablábamos en las asambleas, los hombres se reían. Silbaban mucho y nos hacían callar”. Algún presidente de las comunidades que engloban Chacán se llegó a negar a trabajar con ella. “«Tú eres una mujer y no trabajo contigo. Yo voy a trabajar aparte», me decía”.
Hasta su propio marido, imprescindible a la hora de dar el paso al frente, se llegó a poner en contra. “Los primeros días estuvo apoyándome bastante, pero la gente le empezó a decir: «tú estás como una mujer en casa, tu mujer en la calle y tú no sabes dónde está». Y estaba descontento. Por las tardes me venía y me gritaba: «¿dónde estabas? ¿con quién?». Yo me lamentaba de haberme lanzado. Casi llegamos a tener problemas, hasta que él mismo se dio cuenta. Le dije: «¿vas a depender de lo que diga otra gente o de lo que diga yo?» Y, con el tiempo, cambió”.
Cambió él y lo hicieron muchos otros. En parte, gracias al trabajo que la alcaldesa ha hecho estos años junto a la ONG Wara en la defensa de los derechos de las mujeres, a través de talleres, programas para mejorar el estado de sus viviendas, formaciones en alimentación o crianza de animales y proyectos que fomentan la acogida de turistas en las casas del pueblo, con quienes comparten su día a día. Así como la puesta en marcha de una asociación de mujeres artesanas. “No solo aprendemos la artesanía o sobre alimentación, estamos trabajando en la concienciación. La prueba es que ahora se atreven a tomar la palabra en las asambleas”.
Y lo dice rodeada por dos decenas de mujeres, todas indígenas como ella y vestidas con faldas de color rosa chillón, que se han reunido para preparar los tintes naturales con los que se disponen colorear la lana que emplean en la producción de sus tejidos. Son las que componen la asociación de artesanas. Ella, mirándolas, reivindica: “Queremos tener más independencia, queremos darle el pan a nuestros hijos y convertirlos en profesionales”. Ese es su objetivo y, mientras, quienes no la quieren al frente, “siguen criticando”.
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Este reportaje ha sido realizado durante un viaje con Ayuda en Acción, ONG con la que colaboro y socia de WARA.