En todo el mundo las mujeres sufren violencia simplemente por el hecho de ser mujeres. Esta violencia es la forma más extrema de discriminación y una muestra más de la desigualdad histórica entre los hombres y las mujeres, presente hasta el día de hoy. Los feminicidios, golpes, insultos, amenazas y humillaciones son quizás algunas de sus formas más conocidas, pero también la discriminación en los tribunales, cuando las mujeres intentan acceder a la justicia, es una forma de violencia contra la mujer. Aunque no sea tan visible.
Es fácil identificar esta forma de violencia institucional en todos los países del mundo, sin importar sus tradiciones o sistemas políticos. Los jueces y juezas no son personas impermeables a las actitudes machistas que perviven en la sociedad y las aplican frecuentemente en sus decisiones.
En muchos casos, las mujeres que acuden a los tribunales buscando justicia acaban encontrándose, irónicamente, con decisiones discriminatorias que van en su contra. Son sentencias plagadas de prejuicios, estereotipos de género, valoraciones personales o creencias que las culpabilizan de lo sucedido, las degradan, revictimizan y las dejan sin protección integral.
Hay infinidad de casos que se pueden poner como ejemplo. Sin ir más lejos, en España hace unas semanas conocíamos la polémica decisión de la Audiencia de Cantabria que condenaba a un hombre por abusar sexualmente de una niña, pero dejaba claro que no consideraba los hechos como agresión sexual porque no se había podido probar que la niña se resistiera. Es un ejemplo del constante uso de estereotipos sobre el comportamiento que deben tener las mujeres, en este caso una niña de 5 años, frente a las agresiones sexuales.
O este otro, en Estados Unidos, donde la Corte de Apelaciones de Georgia afirmó que es legal que un desconocido grabe por debajo de la falda a una mujer en un lugar público con el insólito argumento de que los genitales de la mujer no entran en el concepto de 'espacio privado' reconocido por la ley.
O este en la India, donde el Tribunal Supremo concedió el divorcio a un hombre por el “trato cruel” que recibió por parte de su esposa, entre otras cosas, porque ella no quería seguir viviendo en la casa de la familia de él.
Todos son ejemplos sobre cómo los jueces y las juezas, a la hora de emitir una sentencia, parten de ideas preconcebidas, de prejuicios y de creencias sociales construidas sobre lo que significa ser una mujer y el comportamiento que se espera de ellas a lo largo de su vida. Así, terminan restando importancia a los hechos, trasladando la culpa de la violencia a ellas por, por ejemplo, la ropa que utilizaban o “por no haber cerrado las piernas” en los casos de violaciones.
¿Qué se puede hacer contra estas sentencias que tienen un impacto tan negativo en los derechos de las mujeres? Sin duda, hacerlas visibles. Vigilar a los tribunales y denunciar públicamente que se han equivocado. En resumen, ejercer un control social para conseguir que en los tribunales de todo el mundo se realicen formaciones especializadas en género y se aplique una perspectiva de género que acabe con estos comportamientos machistas.
A través de los Premios Género y Justicia, creados por la organización internacional Women’s Link Worldwide, la ciudadanía puede nominar casos de todo el mundo. Queremos conocer las peores decisiones judiciales (y también las mejores) en relación a la igualdad de género. ¿Nos ayudáis? El plazo de nominación está abierto hasta el 21 de abril de 2017.