Nada detiene a quien busca para sus hijos no solo pan sino también un techo seguro donde poder dormir sin temor a lo que pasará mañana. A algunos de ellos y a sus críos los estamos sacando del Mediterráneo: los hemos encontrado a bordo de barcos destartalados, de cubiertas resquebrajadas y motores gripados. Viajaban hacinados junto a otros cientos de personas, arriesgando la vida para cruzar el mar rumbo a Europa, con la esperanza de escapar de la violencia y la miseria.
En mayo, Médicos Sin Fronteras lanzó una operación de rescate en el Mediterráneo, con el fin de socorrer a personas en riesgo de naufragio y prestarles atención médica. Hasta el momento, nuestros equipos han participado en el rescate de casi 4.700 personas.
¿Qué hace MSF, una organización médico-humanitaria, socorriendo a gente en el mar? La respuesta es sencilla: no hacemos nada diferente. No hacemos nada diferente a lo que llevamos años haciendo: asistir a las personas que sufren situaciones críticas. Lo que hacemos desde nuestros barcos es muy similar a lo que hacemos en nuestros hospitales de campaña: tendemos la mano a quienes necesitan ayuda urgente, sin importarnos si la razón que les ha puesto en esa situación es una guerra, una epidemia, el hambre, o todas ellas a la vez.
La crisis del Mediterráneo no es otra cosa que la continuación de dramas que se inician a miles de kilómetros de distancia, lejos de los peligros del mar pero cerca de otras certezas sin duda también dramáticas. Tragedias que comienzan en países como Siria, donde la guerra no da tregua.
En lo que va de año, 1.865 personas han muerto en el Mediterráneo, cuatro veces más que en el mismo periodo del año anterior. Y no hay muros que vayan a impedir que la gente lo siga intentando cuando lo que tiene detrás es una absoluta falta de futuro. ¿O acaso alguien piensa que una madre sube a sus hijos a un bote maltrecho para lanzarse a un mar amenazador si no es porque cree que ese viaje encierra menos peligros de los que deja en tierra?
Desde el inicio de 2015, más de 100.000 solicitantes de asilo han tratado de llegar por mar a Europa y se teme que 2015 sea el año más mortífero para quienes emprenden esta ruta del Mediterráneo. Los Gobiernos europeos están utilizando el Mediterráneo como valla fronteriza. Estas personas, que necesitan huir, se ven obligadas a arriesgar la vida en el mar porque nuestra Europa no les ofrece canales y mecanismos seguros y legales para que puedan migrar y solicitar asilo. Pero estas barreras no les van a detener: solo les empujarán a rutas cada vez más peligrosas, ya sea por mar o por tierra.
Además, no se trata solo de reforzar las operaciones de búsqueda y salvamento. MSF solicitamos a los líderes de la UE que destinen, de forma inmediata, los recursos adecuados para que Grecia e Italia puedan asegurar a estas personas una protección adecuada y unas condiciones de acogida dignas en los puntos de llegada.
Estamos ante una auténtica crisis humanitaria a la que han contribuido los Estados miembros de la UE con su fracaso a la hora de hacer frente a este problema con políticas y medidas adecuadas. Mientras los Estados pierden el tiempo discutiendo sobre el cierre de fronteras y la construcción de muros y lanzándose ultimátums los unos a los otros, la gente sigue lanzándose al mar. Las discusiones no solo minan cualquier esfuerzo de colaboración para asistir a las personas que lo requieren: tampoco van a impedir que la gente venga, porque les empujan la violencia, la desesperación y la falta de futuro.
Frente a este sufrimiento extremo resulta aún más vergonzosa la postura intransigente que algunos Estados miembros han adoptado: Francia y Austria han reforzado los controles fronterizos, Italia amenaza con impedir que barcos extranjeros desembarquen migrantes, y Hungría anuncia la construcción de un muro en su frontera con Serbia.
En lugar de discutir sobre la solidaridad entre los Estados miembros, es el momento de que la UE adopte medidas concretas para ayudar a las personas que huyen de crisis humanitarias terribles. No hay razones válidas cuando hay vidas en juego: es hora de ponerse de acuerdo sobre políticas que sean eficaces y humanas y que estén basadas no en la hostilidad institucional, sino en la compasión hacia las personas.
Nos mueve una convicción: que ningún argumento justifica el dar una vida por perdida. Que no hay razones válidas cuando hay vidas en juego.
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Por Paula Farias, coordinadora del proyecto de Médicos Sin Fronteras en el Mediterráneo