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THE GUARDIAN

El nuevo director del Centro del Patrimonio Mundial de la Unesco quiere poner a África en el mapa

La Mezquita de Djingarey Berre en Tombuctú, Mali. La Unesco dirigió la restauración de los sitios del patrimonio mundial después de que los combatientes islamistas los dañaran gravemente en 2012.

Lizzy Davies

21 de diciembre de 2021 22:08 h

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Abarca millones de kilómetros cuadrados, desde el Océano Atlántico hasta el Índico y desde el Sahara en el norte hasta el cabo Point en el sur. Y en medio se encuentran algunos de los enclaves culturales más antiguos del mundo y maravillas naturales preciosas.

Sin embargo, a pesar de su vasta extensión, África subsahariana nunca ha estado representada de forma acorde en la lista del programa Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, ya que sus 98 lugares seleccionados se ven empequeñecidos por Europa, América del Norte y Asia.

Ahora, el primer africano en ser nombrado director del Centro del Patrimonio Mundial ha dicho que esto tiene que cambiar, y tiene que hacerlo rápido. Lazare Eloundou Assomo, el camerunés que dirigió la reconstrucción de los mausoleos de Tombuctú, gravemente dañados en 2012 por combatientes islamistas aliados de Al Qaeda, ha dicho que África será una prioridad durante su mandato.

“Lo que creemos que se puede mejorar es que, cuando miras la lista, 50 años después de la firma de la convención del patrimonio mundial, todavía puede verse que hay algunas regiones del mundo que no están representadas equitativamente en comparación con otras”, dice a The Guardian.

“Esto es algo que nosotros, junto con los Estados miembros y otros Estados parte, tenemos que abordar”.

Assomo, que asumió su cargo a principios de este mes, considera que los pequeños estados insulares en desarrollo también cuentan con un número desproporcionadamente bajo de lugares reconocidos por la Unesco. De los 27 países sin ningún sitio incluido en la lista del Patrimonio Mundial, solo cuatro no están localizados en África ni clasificados como pequeños estados insulares.

En el otro extremo del espectro, los países ricos —como Italia (58), China (56) y Alemania (51) — acaparan un gran número de bienes culturales destacados en la lista, aprovechando el cuantioso influjo de dinero y turismo, resultado de una noción más abstracta: la de reconocer el patrimonio de un país.

Para Assomo, no se trata de perseguir números, sino de utilizar la influencia colectiva, cultural y financiera de la Unesco para ayudar a los países infrarrepresentados a superar la falta de recursos y conocimientos técnicos que ha resultado ser un obstáculo en el complejo y costoso proceso de nominación.

“La formación y la capacitación de los expertos en patrimonio es un área en la que tendremos que poner más énfasis en el futuro para atender este desequilibrio”, dice Assomo. Añade que a la Unesco le gustaría ver una mayor cooperación entre los Estados miembros, a los países de Europa y otras regiones ayudando a financiar programas de formación.

África, la principal víctima climática

“África es la cuna de la humanidad. Tiene muchos sitios culturales y naturales importantes, que la gente valora mucho”, dice Assomo. “Pero algunas categorías de sitios en África no son necesariamente el mismo tipo de categorías que se encuentran en otras regiones”.

Un buen ejemplo, dice, son los “bosques sagrados” en África occidental, parcelas de tierra conservadas a lo largo de incontables generaciones por su importancia religiosa y cultural. Según un estudio reciente realizado en Togo, los bosques son tan importantes desde el punto de vista medioambiental como cultural y, en un continente que sufre la peor parte de la crisis climática, protegerlos es vital.

“Hoy en día, África está en primera línea frente a los efectos del cambio climático. Esto también es algo que nos hace creer que dedicar nuestros esfuerzos hacia los sitios del patrimonio mundial ya existentes en África debe ser una prioridad”, dice Assomo.

Tanto los hábitats naturales, como el parque nacional de Niokolo-Koba en Senegal, como los tesoros culturales, como la fortaleza de San Sebastián en Mozambique, azotada por ciclones cada vez más intensos y fuertes lluvias, son vulnerables al cambio climático. A Assomo, exrepresentante principal de la Unesco en Mali, le preocupa especialmente el impacto en Tombuctú, la legendaria ciudad en el Sahara, patrimonio de la humanidad desde 1988, que se ha visto afectada por la desertificación prolongada.

“Si no hacemos algo respecto al efecto del cambio climático, con las catástrofes naturales [que] siguen multiplicándose... Si no hacemos algo con el creciente [número de] incendios forestales; si no hacemos algo con los huracanes... estos sitios van a desaparecer”.

“Nuestra responsabilidad es trabajar con los países para garantizar que mantenemos los sitios, los preservamos y los pasamos a la siguiente generación. Así que para mí es un asunto urgente”, dice Assomo.

La cara sanadora del patrimonio

Los 98 lugares del patrimonio mundial en África van desde los más famosos —por ejemplo, el parque nacional del Serengueti de Tanzania— hasta los menos conocidos, como Koutammakou, la Tierra de la Batammariba, en Togo.

15 lugares africanos constituyen casi el 30% de la lista del patrimonio mundial “en peligro”, debido a una variedad de amenazas como la caza furtiva, la tala ilegal y los conflictos armados. Uno de los sitios que todavía no está en la lista de los que están en riesgo es Lalibela, en el norte de Etiopía, lugar de peregrinación y hogar de 11 iglesias rupestres monolíticas medievales excavadas en roca, que en las últimas semanas ha sido disputado por las fuerzas gubernamentales y los rebeldes de Tigray.

Assomo dice que no puede comentar sobre “cuestiones nacionales”, pero que siempre que los sitios del patrimonio se han visto envueltos en un conflicto, la Unesco ha instado a los que tienen el control a proteger los sitios del saqueo y el vandalismo. A través de su trabajo en Tombuctú, donde la Unesco ayudó a reconstruir los mausoleos destrozados en 2012, ha aprendido el valor que el patrimonio cultural puede tener tras un conflicto.

“Se ha demostrado cómo la cultura y el patrimonio cultural son importantes para ayudar a la gente a recuperarse del trauma, a empezar a tener una vida económica después del conflicto, pero también a ayudar a recuperar la cohesión social que se perdió a causa del conflicto”.

Traducción de Julián Cnochaert.

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