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El Open Arms, a la deriva en su primera misión de rescate en tiempos de COVID-19

Algunos de los rescatados por el Open Arms en su última misión en el Mediterráneo.

Karlos Zurutuza

A bordo del Open Arms —
15 de septiembre de 2020 23:14 h

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“Deterioro progresivo”. Con estas dos palabras resume la última semana de travesía Ricardo Sandoval, el capitán del Open Arms. El barco de la ONG catalana zarpaba el pasado 27 de agosto desde el puerto de Borriana (Castellón) hacia el Mediterráneo central. El protocolo anti-COVID-19 ha obligado a partir el buque en dos: la llamada zona limpia va desde su centro hasta la proa (camarotes, cocina y puente); la “sucia” es el segmento hasta la popa, donde a duras penas se puede acomodar a las 277 personas rescatadas la semana pasada. El 'cortafuegos' en mitad del buque es imprescindible para que la epidemia no se extienda entre todos los ocupantes del barco, y los rescatadores acaben teniendo que convertirse también en rescatados.

No obstante, el abandono institucional que sufre el barco relega a la COVID-19 a un segundo plano. Las condiciones meteorológicas han empeorado, y, aunque ha recibido instrucciones para aproximarse a Palermo para resguardase, la nave sigue sin un lugar seguro en el que poder desembarcar a los rescatados.

“Si bien se pidió puerto seguro tanto a Malta como a Italia para desembarcar hace ya más de una semana, las autoridades de ambos países siguen sin dar señales de vida violando la legislación internacional que les obliga a concedernos un puerto cuanto antes”, dice Sandoval, poco después de dirigirse a todo el pasaje y hablar personalmente con cuatro supervivientes (tres egipcios y un marroquí) involucrados en un robo de comida. Ya no basta con vigilar que los rescatados no se quiten la mascarilla; también hay que evitar que un pequeño incidente vaya a mayores. “La gente llega ya agotada y esta espera solo contribuye a que aumente la tensión”, cuenta el capitán.

Se trata de la misión de rescate número 76 de la ONG, pero la primera en tiempos de pandemia. La tripulación tuvo que hacerse PCR y aislarse 48 horas hasta obtener los resultados. Sólo entonces el barco pudo zarpar. En cuanto a los rescatados, se les guía a través de una compleja gincana nada más subir a bordo: deja el chaleco aquí y mete los pies durante diez segundos en esta bandeja de desinfectante; hidrogel en las manos, medición de temperatura… todo mientras se les hace una ficha con sus datos (edad, nacionalidad…).

Eleonora Dotti, una de las dos sanitarias de Emergency, una ONG italiana, a bordo dice no haber detectado síntomas de COVID-19 entre los rescatados por el momento. “Los que más me preocupan son los que tienen quemaduras químicas provocadas por la reacción de la gasolina con el agua salada. Esta gente tendría que ser evacuada cuanto antes”, asegura la enfermera.

“¿Cuándo llegamos a Italia?”: la pregunta sin respuesta

Las mujeres entre el pasaje se cuentan con los dedos de las manos, pero son las más vulnerables. Dos de ellas están embarazadas: Muheen tiene 19 años y viaja acompañada de su marido; Anaf, de 18, no podía contener las lágrimas cuando las sanitarias le enseñaron la ecografía. Anaf cuenta que fue violada a punta pistola en Libia, lo mismo que Chamal, una nigeriana de 29. Era peluquera y confía en poder seguir siéndolo en Europa y, en cuanto pueda, traerse a su hijo de 9 años con ella. A su lado, Sasudone cuenta que ella también tendrá que empezar de cero, aunque reconoce que a sus 50 años será aún más difícil.

“¿Cuándo llegamos a Italia?”. La pregunta es cada vez más recurrente en cubierta. Nadie lo sabe, ni siquiera Albert Mayordomo, el barcelonés de 38 años que lidera la misión y achaca la demora a “una campaña institucional que busca dejar a la flota de rescate en tierra”. Dice que todo empezó en 2017 con el reconocimiento oficial de una Zona de Búsqueda y Rescate bajo jurisdicción libia, un país que incumple la mayoría de los requisitos legales, entre ellos el de ofrecer un puerto seguro.

“La falta de cooperación de Malta e Italia es el último episodio junto a la campaña de criminalización dirigida contra las ONG, el acoso administrativo a través de controles cada vez más estrictos a nuestros buques…”, denuncia el catalán, con unas ojeras que hablan del sobreesfuerzo al que se está sometiendo a la tripulación para gestionar la crisis.

Mayordomo apunta a la misma “ofensiva administrativa”, que, dice, ha retenido al Sea Watch 4, de la ONG alemana homónima, en Palermo tras su último rescate. El Louise Michel, financiado por el artista Banksy, permanece fondeado en Mallorca.

Pero el caso reciente más significativo es el del buque mercante Maersk Etienne. Tras rescatar a 27 migrantes en aguas maltesas a principios de agosto tuvo que esperar 39 días hasta poder desembarcar finalmente en Sicilia el pasado sábado. Robert Maersk, director ejecutivo del gigante del transporte marítimo, denunciaba en su cuenta de Linkedin “el terrible precedente para la flota mercante global” que supone el caso del Etienne. “No hay registro hasta la fecha de un caso de abandono por parte de las autoridades como este”, escribe Maersk.

El bloqueo se traduce en las cifras. Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (IOM), en torno a 20.000 migrantes han conseguido llegar a Italia en lo que va de año tras cruzar el Mediterráneo, una tercera parte del total en 2019. Los muertos superan los 400, y son solo los confirmados.

“Mi objetivo es rescatar y desembarcar en un puerto seguro; que tanto el pasaje como la tripulación dé negativo en COVID-19 una vez en tierra y evitar que el barco sea requisado para poder volver a la zona de rescate cuanto antes”, dice Mayordomo.

No falta mucho. Los 277 del Open Arms veían este martes la costa de Sicilia a pocas millas. Roma había permitido al Open Arms que entrara en aguas territoriales italianas para protegerse del temporal del sur y proceder después a la evacuación de las dos embarazadas. El operativo se retrasó: nada más divisar la embarcación de los guardacostas italianosun grupo de rescatados decidió tirarse al agua desde popa, lo que provocó el retraso de la maniobra y, de paso, precipitó los acontecimientos. Para cuando se pudo evacuar a las dos somalíes había siete migrantes intentando llegar hasta el bote italiano por sus propios medios en mitad de la noche. Las ordenes de Roma llegaban dos horas después: el Open Arms debe poner rumbo a Palermo. 

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