Ahmed se había dado una última oportunidad. Cuando le preguntaron si quería un chaleco salvavidas para atravesar el Mediterráneo, no lo pensó. El egipcio dijo que no. Tres intentos eran suficientes: “Es como estar en medio del agua y no tener fuerzas para seguir nadando. Prefieres dejarte ir”. Si no llegaba a Europa, no quería salvarse, no quería volver a Libia. Esta sería la definitiva. No podía más.
“O llegaba a Europa, o me tiraba al mar. Yo no podía más”, sentencia Ahmed (nombre ficticio por razones de seguridad) mientras observa el atardecer desde la proa del Open Arms. Aquí dice sentir la libertad pero reconoce temer perderla a su llegada a España: “¿Los egipcios tendremos problemas con los papeles?”, cuestiona a los voluntarios del barco de rescate.
Cuando explica en confianza la necesidad de saber la respuesta, Ahmed se rompe, pide disculpas y tira por la borda su cigarro con frustración. “Si me dicen que tengo que volver a mi país, me mataré a mí mismo”, asegura bajando la voz después de recomponerse. “No pasa nada, ya lo había decidido. Esta era la última. Había dos opciones: Europa o...”, añade sin querer volver a terminar la frase. Prefiere dejar de nadar a contracorriente. Ha olvidado cuántas veces ha estado en cautiverio por las milicias durante sus tres años y tres meses en Libia. En Egipto, asegura, su vida también corre peligro. Está agotado. No puede más.
Tras dejar atrás Lampedusa, el barco español continúa su rumbo hacia Barcelona, pero la proximidad de un puerto seguro no tiene por qué ser sinónimo de seguridad real para algunos de los 60 rescatados por la ONG catalana.
En su primera mañana en el Open Arms, varios grupos de jóvenes se acercaban de forma constante a los diferentes miembros de la tripulación con la misma pregunta de la que aún no podían recibir una respuesta rotunda: “¿Nada más llegar a España me encerrarán?”, decían, colocando los brazos cruzados de la misma manera que cuando explican sus muchos cautiverios sufridos en Libia. Los egipcios y los libios creen tenerlo más difícil: “¿Me devolverán a mí país?”, reiteraban mientras se arremolinaban alrededor de quien intentaba contestar.
La tripulación trataba de responderles con sinceridad, pero con el tacto necesario para no despertar aún más esa ansiedad de la que ya se aprecian algunos conatos. Todavía les quedan dos días de viaje por delante. Algunos miembros de la ONG pensaban en los Centros de Internamientos par Extranjeros (CIE). El encierro de algunos de los rescatados por el Open Arms no ha sido descartado por el momento, como sí acabó siéndolo por parte del Ejecutivo en el caso de las 630 vidas salvadas por el Aquarius, el buque de Médicos Sin Fronteras y SOS Mediterranée.
La ONG Proactiva Open Arms pide que los 60 migrantes rescatados frente a Libia no acaben internados en un CIE a su llegada al puerto de Barcelona. “Deseamos que estas personas tengan un trato digno en su llegada, con lo cual evidentemente confiamos en que no entren en ningún CIE y su trato sea el mismo que desearíamos para cualquiera de nosotros en unas circunstancias tan duras y dolorosas”, explican desde la ONG a eldiario.es.
Quienes se dirigen hacia Barcelona a bordo del barco de rescate español cargan a sus espaldas meses o años de explotación y violencia en Libia. No hay una persona que no describa con horror su estancia en el país de tránsito.
Más allá de Libia, donde la mayoría de rescatados ya asume que no serán devueltos desde España, los migrantes a bordo del Open Arms temen ser encerrados por las autoridades españolas tras desembarcar del buque de rescate. O ser expulsados a su casilla de salida, de donde muchos de ellos también huyeron por razones de persecución. Entre las personas a las que el Open Arms recogió de una balsa en riesgo, se encuentran aquellas nacionales consideradas por la Unión Europea y Acnur como claras “emisoras” de refugiados. Son los sirios, los eritreos, los etíopes, los palestinos, los centroafricanos... Otros, como los cameruneses, los egipcios o los costamarfilenses a bordo temen ser retornados a sus países de origen.
La llegada del Open Arms, prevista para este miércoles, se produce después de que el Gobierno autorizase este sábado por la noche su desembarco tras una oferta previa de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Colau ha asegurado en una entrevista esta mañana que “harán lo imposible” para que no sean internados en un CIE y ha reclamado más recursos al Gobierno central para poder atender a los rescatados. Mientras, el barco se dirige hacia Barcelona entre la inquietud y el temor de los rescatados por acabar regresando a Libia.
Todavía no se sabe cómo será finalmente el dispositivo de recepción de los migrantes. El Ayuntamiento de Barcelona ha programado una reunión junto a las diferentes entidades implicadas del Gobierno central, como el Ministerio de Migraciones, así como las organizaciones especializadas.
Hace dos semanas, las ONG aplaudieron la coordinación y la gestión de la llegada de la flotilla Aquarius -con muchas más personas a bordo, 630 entre los tres barcos-, pero ese dispositivo fue muy diferente al que suelen tener quienes llegan en patera a territorio español.
Las personas rescatadas por el Aquarius fueron derivadas a alojamientos en las horas inmediatas a su llegada tras recibir un trato individualizado mientras que, por lo general, los recién llegados a las costas andaluzas son retenidos en comisaría durante un máximo de 72 horas.
Organizaciones como CEAR han denunciado que, a menudo, las dependencias portuarias y los calabozos donde estas personas son detenidas carecen de las condiciones adecuadas. Los internamientos en los CIE son prácticamente sistemáticos, aunque la mayoría de las personas encerradas en los centros de la costa andaluza acaba en libertad.
Normalmente, en función del lugar en el que desembarquen, las personas recién llegadas tienen o no posibilidad de solicitar asilo o acceso a una asistencia letrada especializada en Extranjería, según ha criticado CEAR. Algunas de las carencias que la ONG ha detectado eran casos donde había un abogado para cada 12 personas o entrevistas colectivas que impiden una asistencia letrada con garantías. Cuando llegaron a Valencia, los rescatados por el Aquarius fueron recibidos por un equipo de intérpretes y abogados especialistas que les atendieron de forma “individualizada”.
Además, el Gobierno español concedió a los 630 migrantes rescatados por el Aquarius un permiso de estancia legal de 45 días en España durante el que pueden realizar los trámites de Extranjería o asilo, en función de sus circunstancias particulares. El Ejecutivó insistió en su momento en que se trataba de una medida “excepcional”.
Todos estos factores, las diferencias en un dispositivo de recepción y otro, complican las explicaciones de la tripulación del Open Arms solicitadas por quienes preguntan nerviosos sobre sus posibilidades de quedarse en España. No saben si juegan todos con las mismas cartas. Y es difícil, confiesan, explicar por qué.
La tripulación asegura que se encuentra a la espera de conocer los detalles del operativo organizado para recibirles este miércoles en Barcelona. “¿Cuando lo sepáis nos lo diréis? ¿Nos lo prometéis?”, continúan preguntando a cada rato.