Se llama Agnes Kasaigi y es la jefa de la Unidad de Maternidad del Hospital de Buwenge, en Uganda. Desde que era una niña tuvo bien claro a qué se iba a dedicar: ayudar a las mujeres a dar a luz. “Tenía una hermana matrona y era tan inteligente, amable y cariñosa que yo quería ser como ella, así que a los doce años decidí que ése sería mi trabajo”. Cuidar las nuevas vidas y, siempre que pudiera, salvarlas. Agnes acaba de recibir en Praga el premio a la Mejor Matrona del Mundo 2014, concedido por la Confederación Internacional de Matronas (ICM) y Save the Children.
“Nuestro trabajo es muy importante porque de él depende que sobrevivan muchos recién nacidos y muchas madres”. Agnes conversa por videoconferencia con eldiario.es desde la capital checa, donde estos días se ha celebrado el 30º Congreso Trienal de ICM. Junto a ella sonríe Ponita Rani Raha, una matrona de Bangladesh con más de 25 años de experiencia en sus manos y que desde hace cuatro, enseña en la facultad de Enfermería de Dhaka a las futuras parteras de su país. Ponita también ha sido reconocida este año como Mejor Matrona del Mundo. Sin poder ocultar la alegría, reconoce: “este premio me hace sentir una mayor responsabilidad, me anima a prepararme mejor para defender esta profesión y trabajar por los derechos de las madres y los neonatos, para ofrecerles una atención de la mejor calidad posible”. En Bangladesh, la figura de la matrona no ha existido específicamente como categoría profesional hasta el año 2012.
Ambas son conscientes de los grandes desafíos que entraña esta especialidad, independientemente del lugar donde se ejerza. En 2013, 289.000 mujeres murieron debido a complicaciones en el parto, alrededor de tres millones de recién nacidos fallecieron durante el primer mes de vida y 2,6 millones nacieron muertos. Además, una mujer tiene 100 veces más probabilidades de morir durante embarazo o el parto en el África subsahariana que en un país industrializado. Son datos del informe El Estado de las Parteras en el Mundo 2014, elaborado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), en coordinación con ICM y la OMS, en el que han colaborado una treintena de organismos de ayuda al desarrollo y que se ha presentado en Praga, coincidiendo con la reunión internacional de matronas.
El documento analiza el panorama de la partería en 73 países de ingresos bajos y medios de África, Asia y América Latina en los que se concentran el 96% de las muertes maternas mundiales, el 91% de los mortinatos (bebés que nacen sin vida) y el 93% de las muertes neonatales (recién nacidos que no llegan a los 28 días de vida). La primera llamada de atención es que estos 73 países, donde tiene lugar la práctica totalidad de las muertes, tan solo cuentan con el 42% de las matronas y personal médico y de enfermería que existe en el mundo.
El déficit de matronas con la adecuada capacitación es un problema evidente. En la actualidad, tan solo el 22% de los países cuentan con una cantidad suficiente de parteras preparadas para atender a mujeres y recién nacidos. Según el UNFPA, una inversión en atención de partería de calidad podría evitar aproximadamente dos terceras partes de las muertes maternas y neonatales, millones de vidas cada año. Sin ella, el mundo está todavía lejos de cumplir con esos Objetivos del Milenio.
“Necesitamos más matronas, sobre todo en zonas rurales”
Ponita Rani asistió un parto por primera vez cuando era una estudiante. “Estaba en cuarto año de Enfermería, era de noche y el bebé vino inesperadamente en la casa familiar. Yo todavía no tenía experiencia y me tocó conducir el parto, estaba muy nerviosa pero fue un momento muy emocionante para mí”, recuerda.
Es ese “momento dorado”, en palabras de Agnes Kasaigi, lo mejor de esta profesión que, escuchándolas, se advierte profundamente vocacional. “Cuando el bebé llora por primera vez, eso es lo más emocionante”, afirma esta mujer, considerada una experta a la hora de ayudar a respirar a los neonatos con problemas.
La unidad de Maternidad que dirige en el Hospital de Buwenge fue seleccionada para poner en práctica el programa Helping Babies Breathe (Ayudando a los bebés a respirar) un servicio de resucitación de bebés que ha ayudado a reducir el número de muertes. En su unidad reciben una treintena de mujeres al día y atienden unos cuarenta partos al mes. Un pequeño grano de arena en comparación con la totalidad. En Uganda, un país en el que el 87% de la población vive en zonas rurales, se contabilizan cada año cerca de dos millones y medio de embarazos mientras que el total de matronas ronda las 7.000, según el UNFPA.
Tanto Agnes como Ponita son conscientes de que los principales retos están en las zonas rurales. “Necesitamos más parteras, más conocimientos y habilidades y más equipamiento para poder salvar a más niños y madres, especialmente en las zonas rurales”, advierte Agnes. “Son esas las áreas que requieren de mayor ayuda. Se necesita más educación en temas de salud sexual y reproductiva, allí se desconocen muchas cosas como que las mujeres tienen que prepararse para el parto, saber reconocer las señales del cuerpo o identificar el momento en que deben acudir al hospital”, detalla.
En Bangladesh, 111 millones de personas –el 72% de la población- vive en zonas rurales. De ellas, 43,2 millones son mujeres en edad reproductiva. “Nuestro mayor desafío es la asistencia a madres en áreas rurales. No hay un número suficiente de matronas con la preparación adecuada, se necesita más formación, especialmente en el interior de estas comunidades. Es importante educar a nuevas matronas para que ayuden a las madres en los partos, sobre todo en aquellos lugares que carecen de facilidades de transporte”, apunta Ponita. “Necesitamos mejorar las condiciones de los partos que se producen en las casas, aumentar las habilidades para hacer frente a complicaciones que puedan surgir”, recalca.
Las dos han visto morir a madres por acudir demasiado tarde al hospital. Según el informe, las cuatro causas principales de mortalidad materna son las hemorragias graves, infecciones, hipertensión durante el embarazo y abortos en condiciones de riesgo. Ponita guarda muchas experiencias en su memoria, pero recuerda una en especial. “Una noche estaba de guardia en el hospital. De madrugada, muy tarde, vino una mujer muy pobre acompañada de su madre, que era una señora anciana, de 85 años o más. La mujer llegó en un estado muy grave, se estaba muriendo. Había dado a luz en su casa pero tuvo una hemorragia postparto. Junto con todo mi equipo tratamos de ayudarla pero fue imposible, murió. Ver a su madre, tan mayor y desamparada, que había perdido a su hija y no podía siquiera trasladarla fue un shock. Aprendí lo importante que es que la gente sepa cuando debe ir al hospital y tengan facilidades para hacerlo. Si hubieran llegado antes habríamos podido salvar su vida”.
Los sueldos, entre los más bajos
La formación de nuevas parteras y la educación en salud sexual y reproductiva es fundamental. Pero existen otros factores a los que también se debe prestar atención y que suelen pasar más desapercibidos. “No podemos olvidar que hay muchas parteras que están abandonado la profesión y una de las razones fundamentales son los salarios”, revela Agnes, que pide más apoyo para paliar la pérdida de profesionales.
“El estatus y la identidad que confiere una profesión suelen influenciar su atractivo y esto, en parte, se ve reflejado en las tablas salariales de cada país”, establece el UNFPA en su informe. Las matronas no salen muy bien paradas. En los países más empobrecidos los sueldos de las parteras están entre los más bajos. Cobran, comparativamente, más de dos veces y medio menos que en países de ingresos medios.
Las matronas reclaman también una mejor percepción y aceptación de su trabajo ya que muchas veces éste se ve atravesado por sesgos de género. Según el UNFPA, entre las razones que explican por qué las mujeres no buscan los cuidados de una matrona figuran: creencias sociales, culturales o religiosas; la sobrecarga de trabajo de las parteras que, además de ser pocas en número, suelen tener que ocuparse de otras tareas no relacionadas con su labor; la falta de información o conocimiento del rol de una matrona; barreras geográficas o económicas; o una visión que minusvalora el trabajo de una matrona y lleva a la gente, en algunos países, a preferir pagar a un médico al considerarse su estatus social superior al de una partera.
En Praga, Agnes y Ponita han compartido preocupaciones con colegas de diferentes regiones del mundo. “Me he dado cuenta –rescata Ponita- de que las condiciones en que se desarrolla la partería son muy similares en muchos países muy distintos”. Mujeres como ellas han pedido a sus gobiernos y a la comunidad internacional un mayor reconocimiento de su trabajo. “Las matronas somos la voz de las mujeres embarazadas y sus bebés, somos las primeras personas que tocamos esa vida, creo que la gente todavía no comprende del todo lo que esto significa, lo importante que es, pero también pienso que algo está cambiando”, asevera la ugandesa.
Hace un par de años Agnes atendió un parto especial. Una mujer dio a luz a gemelos pero una de ellas nació muy débil, prácticamente no respiraba. Sin pensárselo dos veces, Agnes puso un pañuelo sobre la boca del bebé y comenzó a soplar hasta que la criatura recuperó la consciencia y se estabilizó. “La madre me dijo que gracias a mí su bebé había sobrevivido y la llamaron Agnes”. No es la única niña que, en su honor, se llama igual que esta matrona. Al fin y al cabo, dice complacida, “¡es un nombre bonito!”.