“Las presiones policiales casi me hacen esconderme, pero pensé: '¿Quién hace algo malo?”

Su grito es el primero que se escucha cada vez que una vida corre el riesgo de perderse en las aguas del Estrecho. Su voz resuena cuando una patera navega a la deriva, cuando los migrantes que la ocupan comienzan a sentir la entrada del agua en su barca, cuando una mujer espera con su hijo en brazos un rescate que no llega, aunque un helicóptero español sobrevuele sus cabezas durante horas. Sus mensajes alertan de que hay algo más cuando la versión oficial dice que “todo es culpa de Marruecos” y las víctimas hablan una y otra vez de “pelotas de goma”, de “gas lacrimógeno”, de “Guardia Civil”. Helena Maleno escucha, y después grita.

Sus gritos cargados de denuncias, su monitoreo de las vulneraciones de derechos humanos en la Frontera Sur y su defensa de los menores migrantes han sido galardonados recientemente con el Premio Nacho de la Mata, entregado por el Consejo General de la Abogacía Española. La activista Helena Maleno, portavoz de la red Caminando Fronteras, recibió la semana pasada este “importante” reconocimiento después de unos años “muy duros”, unos años “horrorosos en cuanto a las políticas fronterizas y a los derechos humanos”. Una legislatura en la que asegura haber recibido fuertes presiones para mermar su labor. 

Recogió el premio recordando. Su grito en defensa de la dignidad de los migrantes en la Frontera Sur fue entonado en forma de discurso, ante la mirada del ministro de Justicia. “Si me ahogo en un mar de lágrimas durante este discurso permitídmelo. Como se ahogó Prince, de dos años, en los brazos de su madre en el Estrecho de Gibraltar. Salvamento de Tarifa esperó a que fuesen rescatados por Marruecos, y esto no ocurrió”, comenzó Helena Maleno en la gala de entrega. 

“Si me falta el aliento en algún momento, permitídmelo también. Como le faltó a Ibrahim, de 15 años. Que durante tres horas gritaba sobre la valla de Melilla pidiendo auxilio a los agentes de la Guardia Civil”, continuó Maleno. En ese mismo momento,  a sus espaldas se había quedado una imagen fija: ella y el hermano de Daouda, una de las víctimas del Tarajal -cuando 15 personas murieron en la frontera de Ceuta el 6 de febrero de 2014- sonreían ante la cámara. Hacían el símbolo de la victoria. “Fue justicia poética”.

Pregunta: Esta legislatura ha sido especialmente dura en materia de derechos humanos. Intento de regular las devoluciones en caliente, la muerte de 15 personas en Ceuta... Con ello, las presiones a los defensores de derechos humanos en las fronteras también han aumentado. ¿Qué significa este premio para ti?

Respuesta: Recibir en concreto el premio de Nacho de la Mata es algo muy especial por lo que significa Nacho para mí, defensor de los derechos de los niños, mi amigo.

En lo personal, estos premios protegen a los defensores de los derechos humanos. Es una forma de protegernos ante la presión de la administración, no solo de los gobiernos de países de los que presuponemos que hay presiones, como Marruecos. Nosotros recibimos también muchas presiones de las administraciones españolas, y mucha persecución y vigilancia por parte de la Policía del Estado español, que ha insinuado que formamos parte de redes de tráfico de personas. Que nos ha abandonado, porque los defensores también denunciamos las redes de trata generadas alrededor del comercio de personas. Este premio nos blinda un poco.

Además, me parecía un momento importante para visibilizar la Frontera Sur. Que se dé un premio de derechos humanos a alguien que está en la frontera en un momento en el que acaban de aprobar la ley de devoluciones en caliente, cuando ha habido la crisis de los refugiados. Un premio a los derechos de la infancia cuando vemos en Grecia a esos niños que están desapareciendo solos. O en nuestras fronteras, tantos niños de Guinea que pasan dos o tres días en los servicios de protección y luego desaparecen, que se nos están ahogando.

Cuando han muerto 150 personas en la ruta hacia Canarias, y calculamos que cerca del 50% eran menores de 18 años. Que se visibilice algo tan invisible, cuando nuestro brutal sistema capitalista acaba consumiendo a esos niños que nos están llegando a través de las redes, es bastante importante.

En su discurso, nombraba a personas con nombres y apellidos. Personas que han sufrido las políticas migratorias que denuncia y documenta, labor por la que ha acabado recibiendo el premio Nacho de la Mata.

Hay muchas situaciones que hay que denunciar. Las devoluciones en caliente en el agua, o los rescates en el agua que no se producen con la diligencia que se deberían producir porque no hay una relación real entre Marruecos y España cuando se trata de la protección de la vida en el mar. Marruecos y España se entienden muy bien en temas de control migratorio pero no a la hora de salvaguardar la vida en el mar, un derecho reconocido en convenciones internacionales.

Estaba hablando de la valla, donde hay muchos adolescentes que han estado encima de ellas y a los que se les ha denegado la protección. Estaba hablando de las mamás que están entrando con sus hijos, a las que separamos de las unidades familiares. Hemos ninguneado los derechos de los hijos de víctimas de trata, llamándoles 'bebés ancla', criminalizando a sus madres aunque les hayan arrebatado a esos niños. Tenemos a distintas mamás en estados europeos buscando a sus hijos porque los han perdido por culpa de las redes de trata y por sistemas de protección que no han cumplido su misión.

Tenemos niños y niñas que están llegando para el consumo sexual, algo que es responsabilidad de las sociedades de destino que consumen infancia migrante. Cuando a la infancia no se la protege, como a la infancia migrante, es más fácil que no se condene a los consumidores, lo que potencia la trata de estas personas.

Pero el Gobierno asegura que una de sus prioridades es la lucha contra las redes de trata de personas. ¿Qué se hace mal?

La lucha contra las mafias ha resultado ineficaz porque su enfoque es meramente policial. Lo que pasa en la Frontera Sur es un claro reflejo de ello. No se está protegiendo al ser humano, sino que se le ha convertido en una cosa que se compra y se vende. El gobierno, con sus políticas, favorece esa compra del ser humano.

Pero sí existe una respuesta: pedimos un enfoque de derechos humanos. Por eso ponemos nombres y apellidos a los que llegan a través de esta frontera. No son vándalos que nos acosan, que vienen a atacar a los guardias civiles. Son personas que buscan una vida mejor, con los que no estamos siendo lo diligentes que deberíamos ser. Solo hay una respuesta: una respuesta de derechos humanos donde la sociedad también esté involucrada.

En su discurso cita a Prince, un niño que murió en una patera que, según denunció Caminando Fronteras, Salvamento Marítimo de Tarifa no rescató porque espero a que lo hiciese Marruecos, que nunca llegó. Su colectivo alerta de que estas esperas se están convirtiendo en habitual en determinadas zonas.

Un ejemplo es una de las últimas tragedias. La patera en la que viajaban 45 personas. Canarias sigue diciendo que había 23, sin embargo seguimos teniendo localizadas a las familias que están llorando a sus muertos. Esa patera volcó y Salvamento estaba cerca, pero no había realizado el rescate porque esperaba la llegada de Marruecos. No actuó hasta que volcó al entender que estaban en una situación de riesgo. La pregunta es: ¿cuándo están en situación de riesgo? Lo que hay que hacer es intervenir antes de que vuelque y, si están en aguas marroquíes, se podría esperar a que lleguen los marroquíes para que se los lleven de vuelta. Lo que no se puede hacer es estar en frente de unas personas en una barca inestable y esperar a que vuelquen.

El problema es que la salvaguarda de la vida en el mar está manchada por el control inmigratorio, lo que provoca un mayor riesgo para la vida de estas personas. El problema es que confiamos sus vidas a Marruecos que a veces sale a la búsqueda, y a veces no. Tenemos la suerte de tener un cuerpo externo al Ministerio del Interior, Salvamento Marítimo, que depende de Fomento. Hay que dejar actuar a ese cuerpo para acabar con la pérdida de vidas humanas en el mar por otras instituciones que no están preparadas. Como ocurrió con la patera de Lanzarote, qcuyo rescate fue gestionado por la Guardia Civil.

¿Y cuáles son las consecuencias de mezclar el control migratorio en el salvamento marítimo?

Produce muchas muertes que podrían ser evitables. Muertes invisibles, porque no vemos los cuerpos, porque no ocurren en la valla. Los cuerpos se los traga el agua y dicen que esos cuerpos no existen, pero hay familias que sienten y sufren esas muertes. Que están llorando por esos cuerpos que no aparecen.

Poco a poco, conforme avance el número de desaparecidos en la Frontera Sur va a pasar como en Latinoamérica, que se creó un movimiento de las madres y familiares que cargan las fotos de su gente y exigen saber dónde están sus desaparecidos.

Muchos de los cuerpos localizados son enterrados igualmente sin identificar.

Incluso cuando se encuentran los cadáveres, se entierra sin saber su nombre, sin hacer ningún esfuerzo para saber si tiene algún familiar que le llora. El caso más sangrante es el del Tarajal: todavía tenemos sin identificar a cuatro personas de las halladas en España, mientras que nosotros sí sabemos sus nombres. El propio Estado debería haber puesto lo que estuviese en su mano: hablar con los consulados, consultar bases de datos... No nos importa que se estén muriendo. Paradójicamente, las personas localizadas en Marruecos están todas identificadas.

Nos queda tanto por avanzar... Cuando dan el parte de la reducción de llegadas, cuando las celebran, deberían decir cuál es el coste. Hay que contar todas las caras. No habrá entrado mucha gente, pero nos hemos cobrado la vida de muchas personas. Deberían especificar también el impacto de sus políticas en los países de tránsito y destino: aumento del racismo, de la xenofobia, de las redadas racistas...

¿Por qué el Gobierno no se esfuerza en identificar a los migrantes fallecidos en su intento de llegar a España?

La Administración sigue sin ver a las personas que caen en la frontera como seres humanos. Eso no es solo responsabilidad de la administración, sino también de la sociedad española.

Cuando una patera que parte hacia España se encuentra en apuros, generalmente las personas que integran la red Caminando Fronteras son las primeras en enterarse y dar la voz de alarma. ¿Cómo trabajan?

Nos llaman desde el Estrecho, migrantes que salen desde Nador hacia Almería. Nos llaman los que intentan llegar a Ceuta o Melilla y a Canarias.

Cada patera es diferente, depende de la zona donde te llaman, si tienen cobertura o no... Pero la angustia es la misma. Sobre todo saber que hay personas en el mar, que hay niños, y no sabes donde están... La mayor angustia es saber que está en Marruecos. Porque, llamamos a Salvamento Marítimo de Marruecos pero, aunque responden al teléfono, no tienen en efectivos en el agua.

Hablan directamente con aquellos que están en el agua, en situaciones muy duras.

Es diferente cuando las pateras van a Ceuta o Melilla, suelen tener cobertura: nos llaman directamente. Te pasas horas hablando con ellos, nos describen lo que ven, e intentamos limpiar la información que nos dan para que Salvamento haga la búsqueda de forma más efectiva. Hay muchos que no hablan francés o inglés, lo que hace todo más desesperante.

Hemos sido las ultimas personas que han hablado con personas que han muerto, personas que muchas veces eran amigos, niños que habían nacido aquí, que les hemos visto crecer, madres a las que habíamos acompañado a poner las vacunas a sus hijos. Además de ser los últimos, hemos ido a las morgues a ver si estaban sus cuerpos recogidos. Nos ha costado hablar con las familias de origen para contarles lo ocurrido, en qué condiciones murieron sus hijos. Son situaciones bastante duras. También intentas que la gente se calme, muchas veces es gente que no conoce el mar. Se ponen de pie, se mueven y son esos movimientos los que los ponen en peligro. En esos momentos les decimos que tienen que calmarse para que, aunque la patera se esté hundiendo, no caigan al agua.

No solo hablas con ellos, y te llaman por tu nombre, y sabes que van con su niño... Sino que, mientras, Salvamento te dice que no puede ir porque tienen que ir los marroquíes. Ves que ellos no salen. Te ves dándoles ánimos, diciéndoles: “Aguanta, que todo va a ir bien”. Estás diciendo que irán a rescatarles, estás manteniendo su fe.... pero a la vez tú misma estás peleando porque sabes que los equipos de rescate no funcionan como deberían funcionar. Esto es durísimo, durísimo... Durísimo.

¿Recuerda algún momento concreto?

Una patera que naufragó el año pasado en diciembre, en la que murió Prince. Recuerdo haber llamado llorando a Salvamento. Llorando, diciéndoles: “No salisteis, no salisteis”, y diciéndoles que no salieron a buscarles y murieron. Nosotros vimos los cadaveres.

También nos llaman las familias desesperadas. Nos llaman a todas horas por las noches, porque no pueden dormir... Te llaman los de Marruecos, pero también los de Europa, y de sus países de origen... Les tienes que explicar lo ocurrido, pero es muy complicado, porque no tienes información que les pueda aliviar ese dolor tan grande.

¿Y cuando llegan?

Cuando la gente llega es una alegría importantísima. El otro día me encontré a un chico en casa de Javier Baeza -párroco de San Carlos Borromeo-, me saludó y me dijo: “Te quiero dar las gracias porque me salvaste la vida”. Me dijo que viajó en la patera del 12 de septiembre. Me acordaba que habían fallecido varias personas antes de hablar con ellos, porque el mar estaba muy mal. Estaban tan angustiados que me decía que no aguantaba, que se iba a tirar al agua. Yo había hablado con este chico y le decía, que no, que aguantasen, que iban a llegar. Al final llegaron a rescatarles.

Cuando vi a este chaval le di un abrazo, tenía un proyecto de vida impresionante. Te pasa esto y te da una enorme alegría pero cuando piensas cuánta gente se está quedando atrás, es una locura.

¿Cómo aguanta tanto dolor? ¿A veces no tiene la tentación de tirar la toalla?

Se aguanta cuando trabajas con la gente. No para la gente. Con la gente, codo a codo. Cuando te llaman hermana y formas parte del mismo nivel, podemos hacerlo. Si pienso que esta es mi realidad y que ellos son mis amigos. Ellos, los migrantes, están luchando por algo.

Y por eso nuestra forma de trabajar es también a través del empoderamiento. No les damos servicios, les explicamos cómo funciona Salvamento Marítimo, cuáles son sus números. El discurso institucional muchas veces cala en ellos, y se acaban culpabilizando, sintiendo inferiores.

El otro día me llamo un chico por teléfono y se presentó: “Hola, soy un clandestino que estoy en Marruecos”. Yo le dije que le iba a colgar, porque no se había presentado. Le colgué. Él volvió a llamar. “Hola, soy Mohamed”. ¿En qué momento se sienten culpables? Es imprescindible trabajar esa culpabilización porque, con eso, con ese sentimiento que generan las políticas migratorias, también ganan las redes de trata.

Entonces, preguntamos: “¿Has hecho algo malo Mohamed?”. El problema no está en ellos, sino en este sistema social, en el que no se respetan los derechos fundamentales.

¿Las presiones hacen su efecto?

La presión es tanta que llega un momento en el que tiendes a intentar esconder tu labor. Hace dos años tuvimos un momento muy duro, la policía española nos presionaba al más alto nivel. Insinuaban que podíamos estar cometiendo un delito de tráfico de personas. Hubo mucha gente que se asustó y se retiró, dejó de apoyar la red.

Yo caí en intentar esconder nuestra labor, pero luego dije: “No, no, no”. En ese momento pensé: “¿Por qué me tengo que esconder? Los que hacen algo malo son ellos”. Llega un momento en el que la presión hace que la gente te diga que te escondas, y eso es muy malo. Puedes tomar medidas de seguridad respecto a las redes de trata, pero esconderse porque la Policía te quiera imputar, eso nunca. Jamas, siempre hay que dar la cara. ¿Quiénes son los culpables?

Se acaba una legislatura. Cuatro años que, según los defensores de derechos humanos, han sido especialmente duros en materia de vulneración de migración. ¿Cree que ha sido así?

Han sido cuatro años especialmente horrorosos en materia de derechos humanos porque, cuando una sociedad está en crisis, el miedo, el dolor es usado por los gobiernos para enfrentar a distintas partes de la sociedad y obtener beneficio para ellos. Ya lo vemos con distintos comentarios, racistas y xenófobos por parte de personas vinculadas al Gobierno. Han sido cuatro años bastante complicados.

Tuvimos también un momento muy duro con la gestión de la política migratoria del partido socialista, pero este no se jactaba como lo hace el partido popular. No era tan visible. Los discursos que han hecho representantes como el responsable de la Guardia Civil eran tan doloroso, crean tanto año, que nunca pensé que esto pudiese suceder. Hay comentarios racistas y xenófobos que una democracia no se deberían permitir. 

El auto judicial del archivo de la causa del Tarajal es muy doloroso también. 

Con la crisis de refugiados y tras la difusión de la imagen del pequeño Aylan muerto en una playa turca, el Gobierno cambió su discurso respecto a la acogida de refugiados. La opinión pública en general también ha empatizado con estas personas. ¿Cree que existe el riesgo de ignorar la frontera sur, de convertir a los migrantes y refugiados que pasan por esa ruta como 'migrantes de segunda'?

Cuando vi la foto de Aylan, ya había visto muchas fotos como esa. Pero eran niños negros y vestidos de una forma más pobre. Prince estaba dentro de una bolsa con su mamá, en la morgue. Estaba en una bolsa en el suelo, estaba en los brazos de su mamá, todavía mojada del agua del mar. Su papá me pidió que le hiciese una foto con él. Recuerdo que le quitó la chaqueta, y estuvo estrujando el agua que quedaba en ella. La dejó secar en el banco...

Recuerdo todo esto y pienso que hemos visto muchas fotos antes pero no sé qué pasa con África, no sé qué pasa con los negros, asumimos que sus muertes son más normales. Aylan era banco, su ropa era mas parecida a la nuestra. Era mas parecido a cualquiera de nuestros niños.

Pero esto no para. Después de Aylan ha habido no sé cuántos muertos. Hay muertos de primera y de segunda. Después, han muerto más niños, ha habido más imágenes.

Después de la patera de Prince, en la que murieron tantos niños, pensé que era lo suficientemente grave como para que la sociedad española despertase, era el momento de mostrar su rabia por la muerte de menores en nuestras aguas, pero no se despertó. 

Ahora hay solidaridad. Quizá porque están entrando por allí y no por aquí. Dividimos entre razas y hay mucho trabajo por hacer. 

Las llegadas por las vallas de Ceuta y Melilla han caído. ¿Qué está pasando?

Ahora mismo hay una violencia brutal en Marruecos. Hace unas semanas quemaron a dos chavales en una cueva en los alrededores de la frontera con Ceuta. Estuvimos hablando con la mamá de Debir, uno de los fallecidos, menor de 18 años. La mama está en Suiza. Él había iniciado el camino sin decírselo a su madre, porque vivía con su tía en Camerún. Su madre acaba de enterarse de que su hijo acaba de quemarse vivo.

Las redadas en los barrios donde viven los migrantes son comunes, llega la policía, se los lleva... y eso, a su vez, genera racismo dentro de las sociedades.