El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comenta en su nuevo libro Manual de resistenciaManual de resistencia, la que presenta como “la primera decisión” del recién estrenado Ejecutivo: la acogida del barco de rescate de inmigrantes Aquarius, tras el rechazo de Malta e Italia a abrir sus puertos a la embarcación, con 629 personas a bordo.
“A mí, personalmente, el haber salvado la vida a 630 personas hace que piense que vale la pena dedicarse a la política”, sostiene en el primer capítulo, donde detalla cómo se tomó la decisión. “Lo que quería el Gobierno italiano era forzar a Malta a acogerlos y para lograrlo estaba planteando, de hecho, un enfrentamiento entre dos países europeos. Entonces pensé: 'Tenemos que hacer algo'. Había 630 personas expuestas a una enorme vulnerabilidad. Corrían el riesgo de morir”, relata.
A continuación, el presidente reitera el mismo argumento enarbolado aquellos días: recibir al Aquarius era una “cuestión humanitaria y urgente”, para después asegurar que la decisión lanzaba también un mensaje político al resto de Europa porque, insiste, “estaba en juego la misma esencia de la Unión Europea”.
“Era una forma de decir a todos nuestros amigos del continente: 'Esto es un asunto europeo y hemos de responder desde la solidaridad de todos los países de la UE. No podemos dejarlo solo en manos de uno, de aquel cuyas fronteras nacionales se ven afectadas”, apunta. “Podíamos haber mirado para otro lado, como ocurre con demasiada frecuencia respecto al tema de las migraciones. Podríamos haber dicho: 'Que se las compongan Italia y Malta'. Pero decidimos que nuestra responsabilidad como europeos era tomar una decisión que supusiera un aldabonazo en todas las cancillerías europeas”, asegura.
Posteriormente, Sánchez cuenta que tomó la decisión junto a la vicepresidenta Carmen Calvo, las ministras Magdalena Valerio y Margarita Robles y los ministros José Luis Ábalos y Josep Borrell. “Salvábamos vidas de los que viajaban en él, evitábamos que se viera a dos países europeos peleando [Malta e Italia] y lográbamos que España diera un enfoque a la inmigración completamente distinto”, apuntala.
El barco llegó al puerto de Valencia el 17 de junio junto a dos naves militares italianas y fue recibido por un dispositivo sin precedentes bajo una gran atención mediática. El líder socialista asegura en su libro que “quisieron evitar que la llegada se convirtiera en un 'show” y reconoce que le “sabe mal oír comentarios diciendo que fue una acción de marketing”.
“No es lo mismo ser portada en la prensa internacional por estas razones que por casos de corrupción o una crisis como la de Cataluña. ¿Marketing? Que se lo digan a los 630 migrantes del Aquarius”, concluye, tras lo que considera que el caso del Aquarius “ha cambiado” la política europea. “La decisión me hizo sentir reconfortado con la política, por la capacidad de cambio que nos ofrece a quienes tenemos responsabilidades”, agrega.
Asimismo, pone de relieve los acuerdos alcanzados entre varios países para reubicar a los migrantes socorridos por otras misiones que acabaron desembarcando en Malta, como el caso del Lifeline. “Cuando apenas dos meses después se volvió a plantear un caso parecido con el mismo barco, pudimos decir: ahora le toca a otro país”. La situación del Aquarius se repitió con decenas de migrantes en riesgo localizados en distintas misiones del buque español Open Arms. Las ciudades de Barcelona, Palma y Algeciras los acogieron, a pesar de la distancia, tras la firme negativa de Italia y Malta a ofrecer un puerto seguro.
Cambio de criterio
El pasado noviembre, sin embargo, el Gobierno cambió de criterio y pasó a considerar Libia, donde se han documentado numerosos abusos contra la población migrante, “un puerto seguro” para desembarcar a las 12 personas rescatadas por la tripulación del pesquero alicantino 'Nuestra madre Loreto'. Tras diez días en alta mar, el Ejecutivo reculó y decidió reubicar desde Malta a los migrantes auxiliados.
La negativa de las ONG a desembarcar a los rescatados en Libia también ha sido uno de los argumentos utilizados por el Ministerio de Fomento para justificar el bloqueo del buque Open Arms en el puerto de Barcelona, una decisión que recibió los elogios del líder ultraderechista Matteo Salvini. El buque permanece desde hace más de un mes amarrado en el puerto de Barcelona después de que la Dirección General de la Marina Mercante, dependiente de Fomento, le denegara el permiso de salida tras concluir que, debido al cierre de los puertos europeos, el barco se acaba “viendo forzado” a recorrer largas distancias con los rescatados a bordo por lo que considera que se incumple la normativa marítima. La decisión se repitió días después para el buque vasco Aita mari.
En estos momentos, solo permanece salvando vidas en el Mediterráneo central el barco de rescate de la ONG Sea Eye, rebautizado como Alan Kurdi, el nombre del menor refugiado cuyo cuerpo sin vida acaparó portadas de todo el mundo. Las trabas a las misiones humanitarias de salvamento han alejado durante días a las ONG de la peligrosa ruta migratoria y algunas, como el Aquarius, se han visto obligadas a poner fin a sus misiones.