Gritos y llantos han estallado en la puerta del tribunal de El Cairo que esta mañana ha dictado las sentencias contra 720 partidarios del derrocado presidente Mohamed Morsi, acusados de participar en protestas en la provincia de Minya, donde se registraron actos violentos tras el desalojo de las acampadas islamistas en las que murieron cientos de personas.
En uno de los casos todos los acusados,683, han sido condenados a muerte. En otro, 529 personas ya sentenciadas a la pena capital en un juicio de solo dos días de duración -criticado por Naciones Unidas y organizaciones de derechos humanos internacionales- han visto su condena modificada por el veredicto judicial emitido esta mañana: Se mantienen 37 sentencias a muerte, y el resto de las penas se reducen a 25 años de prisión.
En las dos sesiones del proceso contra los 529 acusados no se leyeron los cargos, no se juzgó individualmente a los acusados y a algunos ni siquiera se les asignó abogado. Varios condenados han denunciado que no participaron en las protestas, que no son simpatizantes de los Hermanos Musulmanes y que ni siquiera estaban en Minya cuando se registraron los incidentes violentos.
Las 720 condenas es la mayor sentencia a la pena capital de la historia contemporánea de Egipto. Se produce en un contexto en el que la Hermandad musulmana es objeto de persecución por el régimen egipcio instaurado tras el golpe militar del pasado verano.
Desde entonces, unas 3.000 personas han muerto en ataques de las fuerzas de seguridad contra manifestantes. Según el ministerio de Exteriores egipcio otambién han fallecido 252 policías y 187 soldados.
Miles de manifestantes han resultado heridos o han sido arrestados en operaciones arbitrarias condenadas por organizaciones de derechos humanos. La persecución no solo afecta a los seguidores de la organización islámica, sino también a activistas laicos. Este pasado fin de semana, de hecho, estos últimos se manifestaron contra la represión y la nueva ley antiprotestas.
Miles de personas han sido encarceladas tras el golpe militar, entre ellos varios periodistas por el simple hecho de ejercer su profesión. Otros manifestantes o seguidores de la Hermandad viven escondidos, en la clandestinidad, o se han exiliado a países vecinos como Turquía.
La represión de estos últimos meses no ha impedido que Estados Unidos vaya a regalar a Egipto varios helicópteros militares Apache y haya invitado al jefe de los servicios secretos egipcios y al ministro de Exteriores a viajar a Washington para discutir asuntos urgentes.
(Imagen y montaje del vídeo: Laura Arau)
“Esto es lo que los regímenes militares hacen”
Ahmed El Nashar es uno de tantos exiliados egipcios en Turquía. Trabajó en el equipo presidencial del derrocado Mohamed Morsi y fue uno de los organizadores de la protesta en la plaza de Rabaa, que terminó disuelta por las fuerzas de seguridad en una operación en la que murieron cientos de personas, hombres y mujeres.
“Registraron mi vivienda, sabía que estaba en la lista de perseguidos, así que salí huyendo para salvar mi vida”, relata a eldiario.es en una entrevista realizada en Turquía.
“Esta condena a muerta de más de quinientas personas es una locura que ha sido condenada por todo tipo de organizaciones defensoras de los derechos humanos. Pero no me sorprende. Antes otras 26 personas ya habían sido condenadas a pena de muerte en un juicio plagado de irregularidades. Esto es lo que los regímenes militares hacen”, señala, y añade:
“La gente como Abdel Fatah al Sisi -el mariscal que protagonizó el golpe y ahora es candidato a las elecciones- y los suyos usan todas las herramientas del Estado para provocar daño y sufrimiento, están usando el sistema judicial, los medios de comunicación. Es terrible ver a jueces involucrados en algo así. Pero a la vez resulta esclarecedor ver quiénes son los corruptos. No son solo los militares, es también el sistema judicial, el gobierno, los medios, empresarios, y otra gente en la sociedad”, denuncia.
“Todas las semanas sigo recibiendo noticias sobre amigos que han muerto o que han sido arrestados o que han desaparecido en Egipto. Es muy duro. Y también en lo personal, porque estoy lejos de mi familia, y no es seguro hablar con ellos porque son acosados por las fuerzas de seguridad”.
“¿Qué me pasaría si hoy regresara a Egipto?”, dice repetiendo la pregunta que le formulamos. “En el mejor de los casos, sería conducido a prisión. En el peor, la muerte”, afirma.
“O los Hermanos cambian, o no tendrán futuro”
A pesar de haber trabajado en el equipo presidencial del derrocado Morsi y de haber organizado protestas contra el golpe militar, Ahmed El Nashar insiste en que no pertenece a la organización islámica. De hecho, su discurso es bastante crítico con la misma.
“Creo que la Hermandad se va a convertir en una historia triste, si te soy honesto. Ellos todavía no captan la profundidad del cambio que está teniendo lugar, no perciben que esto es una revolución, no una lucha de poder. La gente que sale a las calles a protestar no está preocupada por si Morsi va a volver o no, están interesados en no tener un sistema corrupto gobernándoles. La Hermandad tiene que entender que si su mensaje no cambia, el mensaje de que quieren que Morsi regrese, serán absorbidos por la revolución”, indica.
“Necesitan darse cuenta de que tienen que ser parte de un movimiento que es mucho más grande que ellos y no estancarse en la típica retórica que han usado desde el 3 de julio -día del golpe militar- hasta ahora”, sentencia, y explica que existen fricciones dentro de la organización islámica y discusiones sobre cómo enfocar el futuro de la misma: “Sé que tienen problemas dentro porque la generación joven de la Hermandad sí entiende todo esto, se dan cuenta y en un momento dado, quizá, incluso se puedan deshacer de sus líderes, quién sabe”, expone.
Las sentencias a muerte en Egipto llegan cuando queda menos de un mes para la celebración de elecciones presidenciales en un contexto de falta de libertad y represión, y con los Hermanos Musulmanes excluidos de la carrera electoral. El mariscal Al Sisi, perpretrador del golpe militar y ahora reconvertido en candidato a los comicios, apenas tiene rivales. De momento, su único contrincante es el naserista Hamdim Sabahi, quien quedó tercero en las presidenciales de 2012.