La pobreza existe en España. Pero puede dar la sensación, si uno se queda con los grandes titulares que se ofrecen, de que se trata de una realidad que surge a raíz de la crisis económica actual, como si fuera algo nuevo, inexistente anteriormente. Y no es así. La “burbuja” en la que hemos vivido en los años previos no era sólo inmobiliaria, sino que ocultaba también una realidad que ha permanecido afectando, durante esos años de supuesto “milagro económico”, a 1 de cada 5 hogares españoles, situados bajo el umbral de la pobreza, desde los años 90 hasta el 2008.
La pobreza existe, ha existido siempre en nuestro país, aunque sólo ahora se le haga un hueco entre los grandes temas de debate público. Además, cuando se habla de ella, muchas veces se remarca la dimensión económica, ocultando muchas otras facetas que es fundamental considerar si queremos de verdad responder de manera efectiva a los retos que nos plantea: la exclusión, el miedo, la falta de consideración por parte de los demás, las barreras de acceso al cumplimiento efectivo de sus derechos, la imposibilidad de asumir sus responsabilidades elementales, las ayudas que se convierten en mecanismos de control y dependencia...
Quienes viven situaciones de mayor pobreza están habituados a verse convertidos en objetos, tratados muchas veces como casos sociales y no como personas, retratados tan sólo a partir de sus necesidades y carencias, que en el mejor de los casos se intentan cubrir con aportaciones externas. De esta manera se nos da la imagen de que quiénes viven en la pobreza están siempre en los márgenes, como si fueran meras anécdotas o accidentes del sistema que hay que reparar para incorporar dentro del mismo o, si no se dejan, mantener fuera para que no causen problemas. Y, sin embargo, la pobreza no es algo aislado, sino que forma parte del núcleo de nuestra sociedad. Su existencia es necesaria para el mantenimiento de la dinámica social en la que vivimos, encargándose de tareas que otros no quieren realizar, sirviendo de chivo expiatorio frente a muchos problemas sociales, señalando las consecuencias de la caída a quienes no consigan mantener su status social.
Mientras tanto, quienes viven en situación de pobreza se esfuerzan continuamente para poder sobrevivir sin perder la dignidad. Pero estos esfuerzos no son reconocidos, y las salidas que encuentran muchas veces son criminalizadas y perseguidas (por ejemplo a nivel de trabajo y vivienda). Tampoco se les toma en cuenta a la hora de construir alternativas. Su experiencia, su conocimiento, sus capacidades, que son reales y muy concretas, son casi siempre ignoradas. Un buen caldo de cultivo para la frustración, la desconfianza y la desesperanza, al tiempo que un desperdicio de saberes y potencialidades que es necesario poner en juego si de verdad queremos construir propuestas que sean realmente efectivas.
Por eso es fundamental que en la lucha por los derechos de todos y todas que ahora se están desarrollando en diversos frentes (educación, vivienda, trabajo, etc.), contemos con este saber de quiénes siempre se han visto excluidos del ejercicio de estos derechos. No como un anexo más, sino situándolo en el centro de estos combates, ya que esta es la única manera de tomar conciencia de los retos que implica el “para todos y todas” ineludible si de verdad estamos hablando de derechos y no de privilegios (aunque amplias capas de la población puedan disfrutar de ellos, no por eso dejan de ser privilegios si resultan inaccesibles para otros miembros de la sociedad).
No son pocos en nuestro país quienes han vivido en condiciones de pobreza desde hace generaciones. Si nos atrevemos a ir más allá del prejuicio simplón que les culpabiliza por no haber sido capaces de salir de su condición, si nos atrevemos a trabajar junto con ellos, mano a mano, cruzando saberes y capacidades, podremos identificar conjuntamente algunas claves fundamentales para dar más potencia y profundidad a las luchas en marcha. Estos son algunos ejemplos:
No se trata de un capricho, ni de una obra de caridad. Realmente necesitamos de la experiencia, la reflexión y las capacidades de quienes sufren situaciones de mayor precariedad si de verdad queremos avanzar de manera efectiva en la construcción de una sociedad más justa. Al igual que es necesario el saber científico y el saber de acción, es fundamental reconocer el lugar del saber que nace de la experiencia de vida y lucha frente a la pobreza.
Pero la participación de quienes sufren la pobreza no es algo que surja espontáneamente simplemente hablando de su importancia. Es necesario buscar medios que permitan romper con toda la historia personal y colectiva de rechazo y no reconocimiento que han sufrido, dar tiempo para que pueda desarrollarse la confianza en uno mismo y en otros con experiencias muy diferentes a la propia, proponer maneras de trabajar juntos que nos permitan hacerlo de la manera más horizontal posible…
Precisamente esto es lo que queremos proponer a través del proyecto: Vida digna para tod@s: enredando iniciativas. Apoyándonos en lo aprendido a partir de experiencias previas de análisis conjunto de la realidad local, europea y mundial, queremos conocer y dar a conocer diferentes propuestas de transformación social que estén en marcha actualmente en España, buscando cómo construir puentes comunes entre aquellas desarrolladas por personas en situación de extrema pobreza y otras puestas en marcha por otros colectivos. Estamos convencidos de que esta alianza es esencial para enfrentar uno de los grandes desafíos de estos tiempos tan turbulentos: formalizar la esperanza para poder ir así hasta el final de nuestras luchas compartidas.
Este es el camino que queremos transitar en los próximos meses. Pero para que sea posible, necesitamos sumar apoyos, económicos y humanos. ¿Construimos juntos?