El premio Princesa de Asturias de las Ciencias Sociales, Alejandro Portes, advirtió hoy en Tokio de las consecuencias “bastante serias” de forzar que la integración de los inmigrantes que llegan a un país sea “lo más pronto posible”, hasta el punto de incentivarles a perder su cultura y lengua de origen.
“Los resultados más positivos son con una política que podríamos llamar de 'laissez faire'. Dejar que las comunidades se vayan incorporando a su propio tiempo, con su propio ritmo y con sus propias posibilidades”, reflexionó este sociólogo cubano-estadounidense.
Portes, considerado uno de los mayores expertos globales en inmigración, formó parte junto con los expertos Gemma Pinyol, Amparo González-Ferrer y Joaquín Arango del coloquio titulado “España y la inmigración latinoamericana”, celebrado en el Instituto Cervantes de la capital japonesa frente a un auditorio lleno y con numerosos hispanohablantes.
“Cuando hablamos de los aspectos positivos de la inmigración en España, no es para ponerlo de modelo para otros países. Japón es un país más homogéneo, que nunca ha sido de inmigración, habría que buscar otras medidas y otras formas de hacer las cosas”, planteó Alejandro Portes respecto al país asiático, en el que el porcentaje de inmigrantes es de en torno al 2 por ciento.
Pese a esa dificultad de trasladar las medidas llevadas a cabo en otros países a Japón, el reciente Premio Princesa de Asturias destacó que las experiencias en Estados Unidos, Francia y Alemania sí hacen “generalizable” esa advertencia de no forzar una integración demasiado rápida de los inmigrantes.
“Si España no recibiera inmigrantes, se enfrentaría a una crisis demográfica como a la que se enfrenta el Japón, con una población envejecida. La solución española ha sido a través de un flujo inmigrante significativo”, afirmó Portes.
Por su parte, la científica titular del CSIC y especialista en inmigración familiar, Amparo González-Ferrer, resaltó la velocidad “vertiginosa” en la que en España se produjo el proceso de reagrupación familiar de los inmigrantes, que en torno a un año de media después de su arribada conseguían que llegara también su pareja.
“Esto genera una dinámica de integración radicalmente distinta. Los inmigrantes ya no están solamente en los centros de trabajo, sino que son visibles en los centros de salud, en los colegios, los domingos en los parques”, indicó González-Ferrer.
La directora de políticas migratorias y de diversidad en “Instrategies”, Gemma Pinyol, criticó que no ha habido “políticas específicas” para la comunidad latinoamericana en España y que se presta “poca atención” a los colectivos más vulnerables, por lo que “no hay que tirar cohetes”, aunque haya ido “relativamente bien”.