Cientos de jóvenes marroquíes han pasado su primera noche en Ceuta durmiendo al raso o deambulando por las calles de la ciudad, que amanecieron con los accesos a muchos garajes cubiertos de cartones utilizados por los recién llegados para resguardarse durante una madrugada húmeda de levante. No es el plan de vida con el que Annas y Rochdi se echaron al agua el lunes por la tarde, cuando la llegada de miles de compatriotas que había comenzado poco después de la medianoche anterior llegó a su punto más alto.
“Venimos a buscar una vida mejor, para salir de la miseria, y yo si no la encuentro en Ceuta lo haré en la península, pero a Marruecos no voy a volver”, dice convencido Annas, barbero en Tetuán hasta ahora. “12 horas al día trabajando” para llevar a casa “mil dirhams (cerca de 100 euros) al mes”.
Su compañero y amigo Rochdi, también de 23 años, repartía su tiempo entre los estudios y una tienda de recambios para coches ubicada también en la antigua capital del protectorado español. Su única preocupación es cargar la batería de su móvil el tiempo suficiente para recuperar el número de la familia que asegura tener en Hadu, una de las barriadas de la periferia ceutí a la que acudieron más migrantes.
No quieren regresar
Aunque ellos se niegan a regresar a su país de origen, las duras condiciones en las que han pasado cientos de jóvenes sus primeras horas en Ceuta, donde se ha desplegado este martes las fuerzas armadas, han empujado a “decenas” de marroquíes a regresar de forma voluntaria a Marruecos este martes a su país por la frontera del Tarajal, informan fuentes policiales.
Este martes el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha dicho que han sido devueltas a Marruecos 4.000 personas de las 8.000 que se calculan que han logrado acceder a la ciudad autónoma, la mayoría a nado. Este martes, fuentes policiales han confirmado que la mayoría de ellas han sido “rechazadas en frontera” (devoluciones en caliente). Las expulsiones inmediatas han sido seriamente cuestionadas por la falta de garantías.
Annas y Rochdi rechazan entrar en pormenores sobre cómo estalló este pico histórico de entradas irregulares en Ceuta y desconfían cuando las preguntas pretenden conocer más detalles sobre su origen o la posibilidad de ser devueltos a Marruecos. Desde allí, el profesor Ahmed Biyuzan no cree que existiese ningún tipo de logística elaborada para movilizar a miles de marroquíes hasta la ciudad ceutí.
“Siempre hay gente intentando entrar en Ceuta, con o sin controles de las fuerzas de seguridad, y con el peso que tienen las redes sociales en cuanto se supo que lo estaban consiguiendo fácilmente por el espigón de Beliones-Benzú, que las puertas estaban abiertas, se corrió la voz y no solo por las ciudades cercanas de Castillejos, Tetuán, Rincón o Martil… Han venido muchas personas de todas partes, incluso andando desde Ksar Sguir o Larache”, dice.
El pico de llegadas, favorecido por una evidente relajación del control de los agentes alauíes, se produce en un momento de tensión diplomática entre España y Marruecos, tras las quejas despertadas en el país norteafricano por el traslado a un hospital de Logroño del secretario general del Frente Polisario, Brahim Ghali, por “razones humanitarias”. El Gobierno español ha evitado señalar la acogida de Ghali como la causa de la llegada de migrantes.
Este martes, las hileras que continuaban dirigiéndose hacia la ciudad española estaban formadas por mujeres y hombres de edades avanzadas, familias enteras, pero principalmente jóvenes y menores. Ante el elevado número de llegadas, muchos de los recién llegados han pernoctado en parques, cajeros y cualquier espacio disponible que han encontrado en la localidad.
La población ceutí mira a quienes entraron a nado con recelo mientras vagan por la ciudad con bolsas de plástico en las portan sus pertenencias, en muchos casos todavía con bañador y sandalias. Annas y Rochdi no logran enchufar su móvil ni en un oratorio islámico del centro. Solo se lo termina permitiendo la dependienta de un comercio regentado por ciudadanos asiáticos.
Cerca del Parque Urbano Juan Carlos I, otro grupo de adolescentes, casi niños, usa a Mohamed, el que mejor se expresa en castellano de todos ellos, para dar cuenta de sus expectativas una vez llegados a este lado de la valla. “La península”, dicen entre risas. ¿Y mientras? “A San Antonio”, citan en referencia al nombre del Centro de Menores que el Gobierno de la Ciudad cerró hace una década. “En Castillejos solo podemos pincharnos”, dice otro joven con la ayuda de su amigo en la traducción, mientras los demás se deshacen en carcajadas, aparentemente felices tras conseguir entrar en la ciudad española.
“Hay quienes no tienen ni para comer”
Aunque todavía quedan cientos de migrantes por las calles, como respuesta de emergencia, la administración local ha albergado a 180 de los menores recibidos en los módulos prefabricados instalados en una parcela cercana a la cárcel ceutí y a otros 500 en varias naves de los polígonos comerciales del Tarajal, vacías desde el cierre del paso fronterizo, por donde cada día entraban a la ciudad autónoma cerca de 20.000 personas que sobrevivían de la economía doméstica, familiar o transfronteriza.
El desmantelamiento de lo que Marruecos considera contrabando y, después, con la pandemia, el cierre definitivo de la frontera, han profundizado la desigual grieta económica que separa Ceuta del país vecino. “Si nos vamos nosotros, que teníamos trabajo, imagínate las personas que no tienen ni para comer”, dice Annas. Salió junto a otros en tropel, entre gritos de '¡Viva España!' al cruzar la valla.
Se teme el impacto en una ciudad condicionada siempre por la reivindicación anexionista de Rabat. Los niños migrantes y la amenaza soberanista marroquí conforman el eje central del discurso de Vox en Ceuta, donde ya ganó las últimas elecciones generales. “La ultraderecha no podría haber encontrado mejor adalid que Marruecos, cuya primera victoria ha sido conseguir que parte de los caballas consideren sospechosos a sus vecinos musulmanes”, lamenta el sociólogo Mohamed Mustafa.
El experto considera que esta crisis está sacando “lo peor” del sector más reaccionario de la sociedad local. En una mañana en la que “más del 50%” del alumnado no ha ido a clase por “temor ”a lo que se podría encontrar en las calles a las 8:00 horas, en algunos grupos de padres se justificaba la asistencia de estudiantes de la comunidad árabo-musulmana porque “entre ellos no se temen”.
Para la asociación ‘Madre Ceuta’, lo que “no se puede” es “convertir a estos jóvenes en un ejército de las fuerzas del mal incitados por Rabat, pues corremos el riesgo que la gente los perciba como soldados enemigos que deben ser neutralizados”.
“Yo lo único que quiero es poder vivir como los cuatro hermanos que tengo en Barcelona”, resume Rochdi.