Mohammed Reda dejó Tetuán con una funda de móvil acuática colgada del cuello. En ella guarda su móvil, unos cuantos dirhams y un papelucho en el que confía todos sus planes: una réplica del cartel de un campeonato de kickboxing celebrado en Málaga en 2018. En el folleto aparecen las imágenes de los luchadores, españoles y marroquíes, que participaron entonces. “Este soy yo”, señala orgulloso a elDiario.es, mientras estaba escondido entre la vegetación de un monte de Ceuta, para evitar su devolución a Marruecos.
“Cuando vine, pensé que era importante traer este papel. Pienso que, si los luchadores españoles con los que competí conocen mi historia, quizá puedan ayudarme”, dice el deportista, que asegura haber ganado varios torneos de artes marciales en su país y ser entrenador de niños en diferentes modalidades. “Quiero cumplir mi sueño de entrenar en España”.
El joven marroquí, de 28 años, es una de las cerca de 10.000 personas que la semana pasada rodearon a nado el espigón fronterizo que separa España de Marruecos. No era el primer día que Mohammed Reda pisaba Ceuta, pero entonces había llegado de manera muy diferente. Lo hizo en 2019, acompañado de una delegación de luchadores de kickboxing marroquíes con el objetivo de participar en el espectáculo de artes marciales 'Wos War Spartan', celebrado en la ciudad autónoma. También viajó a Málaga en 2018 para formar parte de un campeonato profesional de kickboxing España-Marruecos celebrado en Torre del Mar.
Despeinado, con ropa sucia, pronunciadas ojeras y el labio inflamado, Reda muestra ahora una imagen muy distinta a la que se empeña en enseñar una y otra vez en las fotos y vídeos que guarda en su teléfono. Envía los recuerdos de torneos o entrenamientos, donde aparece con la pierna en alto en una patada típica de su disciplina, con los brazos arriba en señal de victoria o posa sonriente junto a sus trofeos. En uno de los vídeos del torneo de artes marciales celebrado en la ciudad autónoma en 2019, publicado entonces por El Faro de Ceuta, el joven irrumpe en el ring con sus guantes azules, con la vista hacia abajo muy concentrado antes de comenzar el combate.
“Yo no soy así, como me ves. He dedicado toda mi vida al kickboxing, pero en Marruecos no se puede avanzar”, dice el joven en lo alto de una montaña, rodeado de algunos de los amigos con los que ha pasado una semana escondido en distintos puntos de Ceuta. Ha huido de las redadas policiales que peinan la ciudad con el objetivo de devolver a los marroquíes recién llegados y vive de la solidaridad vecinal, aterrado ante la posibilidad de regresar a Marruecos: “Si tengo que volver, no quiero vivir más”, repite una y otra vez.
Comenzó a obtener titulaciones de kickboxing desde que tenía ocho años, cuenta el joven. Ha participado en diversos torneos en Marruecos, aunque no en la categoría oficial, según su relato. Con orgullo recuerda su victoria al campeón español de Muay Thai (boxeo tailandés), Adrián López, en Marrakech: “Lo gané por nocaut”, explica Reda, después de enviar una fotografía junto al deportista.
A lo largo de los últimos años, además de competir en aquellos torneos que podía permitirse, entrenaba a niños pequeños en Tetuán, un empleo por el que cobraba alrededor de 100 euros al mes. Combinaba este trabajo con otros temporales como peluquero o albañil.
“No tengo dinero para completar mi carrera”
“Yo en Marruecos tengo un problema, porque no tengo dinero para completar mi carrera. Siempre me excluyeron porque no tengo dinero para mantenerme”, asegura el marroquí. “Todos se dan cuenta de mi fuerza en los campeonatos de Marruecos, pero yo soy pobre y no participo en todos los torneos porque en muchos de ellos se necesita dinero para viajar y mantenerse”, explica el veinteañero. “Si quiero quedarme en España es porque me gustaría ayudar a mis hermanas a salir adelante y al mismo tiempo no puedo olvidar lo que he soñado desde mi niñez”.
Se aferra al buen recuerdo que guarda del campeonato celebrado en Málaga en 2018, donde conoció a luchadores españoles. “Tuve una muy buena experiencia en España. Volví a Marruecos porque no quería quedarme de forma irregular, quería regresar a España más adelante, legalmente, a través de mi profesión. Pero pasan los años, con la pandemia la situación es más difícil y es muy difícil conseguir el visado. Cuando supe que la frontera estaba abierta, no lo pensé. Vine corriendo”. Insiste en contactar con los organizadores del evento deportivo, porque piensa que podrán ayudarlo.
El organizador del campeonato de Málaga: “Tenía madera”
Paco Ortiz recuerda con pasión cada detalle de los deportistas que pasaron por el torneo profesional organizado en Torre del Mar en colaboración con la federación de kickboxing WKU. “Era un encuentro profesional entre España y Marruecos. Conozco al presidente de la Federación Marroquí de Kickboxing y propusimos un intercambio de luchadores. Los marroquíes venían al torneo y pasaban una semana entrenando con nosotros, y viceversa”, recuerda Ortiz, entrenador de un box en la provincia de Málaga. Se acuerda de la pierna delantera de Soufian, de 62 kilos. Aún cuenta preocupado la mala caída de otro jugador marroquí en el combate estelar. También recuerda los impulsos de Reda.
“Era bueno, tenía madera, tenía genio y era fuerte para el peso que tenía”, describe sobre el deportista que ahora aguarda su oportunidad para viajar a la península. “Apuntaba maneras, aunque le perdían un poco las ganas; el ansia de demostrar que estaba ahí: peleaba, empujaba, narraba, pegaba después de un stock, era un poco nervioso”, dice Ortiz. Reda perdió contra Rubio, un jugador español de ascendencia marroquí. Paco aún no se cree del todo que ese deportista echado para delante en el ring, ahora se encuentre escondido en Ceuta, donde ha pasado sus días trasladándose de un escondrijo a otro para esquivar los controles policiales.
En caso de permanecer en España, reconoce Ortiz, tampoco lo tendrá fácil para salir adelante como entrenador de kickboxing, más allá de los problemas derivados de su situación administrativa. “Imagino que ha salido de su país porque no tiene futuro... Yo lo entiendo, pero aquí tampoco es sencillo. ¿Tú sabes cuántos gimnasios han cerrado por la pandemia? Los encuentros que se hacen están contados”.
Pero Reda confía. Ya lo ha apostado todo a esta decisión y se resiste a pensar en la posibilidad de regresar a Marruecos. Después de pasar una semana malviviendo en la calle, un amigo de su familia, residente en Ceuta, se enteró de la situación por la que Reda estaba pasando.
“Me dijeron que el chaval estaba en la calle, me lo encontré en el monte, estaban muy mal. Ahora van a pasar unos días en mi casa, para que descansen, se duchen. Son muy buenos chicos”, cuenta un vecino ceutí que desde hace dos días ha acogido al deportista y a su mejor amigo. Reda quiere llegar a la península. Su novia vive en Francia. Pegada al teléfono, intenta ayudarle desde allí, contactando con organizaciones o conocidos que pudiesen echar una mano a su pareja.
“Me gustaría terminar mi vida con él, pero mi situación en Marruecos es un poco difícil. Él lo está pasando muy mal... Casi no tiene a nadie a su lado. No es fácil”, dice. Les gustaría reunirse en algún punto de Europa. Reda sigue confiando en España: “Creo que la gente con la que estuve en Málaga intentará ayudarme”, insiste el deportista.