Aquel 10 de septiembre de 2015, Anas Modamani, con sus 18 años, salía sobre las diez de la mañana del centro de acogida para refugiados berlinés al que llegó pocas semanas antes procedente de Siria. Tenía una extraña sensación. Todo a su alrededor parecía más limpio y ordenado. “Aquello no era habitual, hasta la gente del centro era más simpática de lo normal”, cuenta Modamani a eldiario.es.
“Luego llegaron los tres coches de color oscuro. En uno de ellos estaba la canciller Angela Merkel, que iba rodeada de guardaespaldas”, rememora este joven. Él se acercó a la jefa del Gobierno germano. Sacó su teléfono móvil y se hicieron un selfie. Ella sonríe y mueve su mano para tocarse el pelo. Él posa serio, casi orgulloso.
La imagen se convirtió en un símbolo de la política de refugiados que implementó la canciller en el momento de mayor pico de atención despertada ante la llamada “crisis de los refugiados”, cuando cientos de miles de personas alcanzaron las fronteras europeas.
“Ella [Merkel] es una heroína para mí, es la persona que me ha dado la oportunidad de venir a Europa. Sin ella, posiblemente, habría muerto en mi país. Ella abrió las puertas para que mucha gente pudiera tener una nueva vida, para que pudieran comenzar de nuevo”, dice Modamani. En 2015, él y su familia estaban seguros de que, con 18 años, las fuerzas de Bashar al Asad lo llamarían a filas para combatir en la guerra. Por eso se marchó, asegura.
La foto con Merkel convirtió, también, a Modamani en una celebridad, en “el refugiado del selfie con la canciller”. Lo fue para bien, pero también para mal. “La foto tuvo un impacto positivo en mi vida. A través de ella he conocido a mucha gente, he hecho amigos y he conocido lo que es Alemania. Pero también hay un lado negativo”, dice el joven, que tiene la instantánea colgada en la pared de su cuarto. “En realidad, yo desearía que todas las fotos que hay de mí en Internet desaparecieran. Pero eso es demasiado difícil”, lamenta.
Batalla judicial contra Facebook
Al poco de llegar a Alemania, después de hacerse aquella foto con Merkel, la imagen se viralizó entre quienes se oponían a la política de refugiados del Gobierno alemán, especialmente en los círculos de ultraderecha. Se hicieron montajes con su cara manipulando fotografías policiales para acusarle de “terrorista implicado”, entre otros, en los atentados de Bruselas de marzo de 2016, donde perdieron la vida 35 personas y otras 340 resultaron heridas, y en el que meses después causó once muertes y 56 heridos en un céntrico mercado navideño de Berlín.
Una publicación en Facebook que fue compartida casi mil veces en esa red social afirmaba: “Una persona sin hogar quemada viva en Berlín. Merkel se hizo un selfie con uno de los responsables”.
Modamani sufrió al ver que lo implicaban en aquellos hechos. Se asesoró y denunció a Facebook, red social en la que esas imágenes se habían popularizado. “Se utilizó mi foto para decir que era un terrorista y un criminal. Aquello eran fake news y mentiras. Yo quería decir la verdad. Creo que es lo importante. Me informé, conté con la ayuda de varias organizaciones que me indicaron que podía denunciarlo”, relata el joven.
Su proceso contra Facebook, en el que él y su abogado pedían la eliminación de toda fotografía del chico vinculándole a actos terroristas, terminó con una derrota. En aquel enfrentamiento contra un Goliat llamado Facebook, el refugiado sirio no consiguió vencer. La Justicia, que se pronunció en marzo de 2017, no le dio la razón. El tribunal de Würzburgo entendió que Facebook, que no considera propias las calumnias de terceros, no podía ser forzado a no difundir y ni borrar este tipo de publicaciones falsas.
La resolución asumía así que la red social dejaba de nuevo en manos del refugiado la tarea de rastrearlos y denunciarlos uno a uno. Después conocerse el fallo, un portavoz de la red social declaró a The Guardian que Facebook entiende que “es una situación muy difícil para el señor Modamani” y que por ello “rápidamente hemos impedido el acceso a los contenidos que han sido señalados por sus representantes legales”. Los mensajes colgados con la foto retocada han sido difundidos centenares de veces y, a pesar de que la red social borró las entradas originales, no ha logrado hacer desaparecer las sucesivas repeticiones de estas.
Aprender alemán y trabajar, sus prioridades
Hace unos meses, Modamani todavía decía estar dispuesto a llevar el caso a una instancia superior. Sin embargo, algo parece decirle ahora que no lo haga: el poder seguir adelante con su vida. Modamani aspira a ser, el día de mañana, ciudadano alemán, para lo que, dice, necesita integrarse en la sociedad germana y trabajar. Piensa que no son tareas fáciles ni parecen compatibles con enfrentarse a Facebook ante la Justicia.
“Puedo llevar el caso a otra instancia superior. Y puedo seguir dando la batalla. Pero quiero estar concentrado en mi formación y en trabajar en algo más para poder ocuparme de mi propia vida”, dice Modamani, que lleva algo más de medio año viviendo de alquiler en un apartamento para él solo. Antes compartió piso con un inmigrante procedente de China y también fue acogido durante un tiempo en una familia alemana.
Actualmente, Modamani pone todo su empeño en estudiar alemán. Acude a su cita con este medio tras terminar sus clases. Tras haber hecho primero un curso de integración, que incluye alcanzar un nivel intermedio de alemán, y un curso de formación histórico-política sobre el país, ahora el joven cuenta con una beca del Estado para seguir mejorando su conocimiento del idioma.
“Estudio todos los días y aprendo mucho. Me esfuerzo para aprender alemán, pero me he dado cuenta de que uno necesita mucho tiempo. Ahora estudio en modo intensivo”, asegura. Antes, Modamani trabajaba a tiempo completo en la caja de una conocida hamburguesería. “No tenía tiempo para aprender”, sostiene este joven. Ahora, con la ayuda de la beca, puede dedicarse a estudiar, pero también saca tiempo para trabajar con un minijob de unas pocas horas a la semana. Es el portero de un establecimiento deportivo.
Amenazas de muerte
Su abogado, Chan-jo Jun, lamenta que Modamani no siga adelante en el litigio con Facebook. “Es una pena, porque podríamos haber ganado”, dice el letrado a eldiario.es. Jun veía en la decisión del juez en 2017 aspectos recurribles para una victoria en segunda instancia, pero declinó la idea de seguir al frente del caso. “No quise seguir con Anas porque recibí amenazas de muerte, mensajes para mí y mi familia. Quise buscarle otro abogado, pero él dijo que si aquello era tan peligroso, entonces abandonaba el tema”, cuenta Jun.
El propio Modamani se dio cuenta de que su visibilidad en los medios, al llevar al gigante de las redes sociales ante los tribunales, era peligrosa. “En los días del proceso contra Facebook recibí muchas amenazas, y avisos. Me decían cosas como que tenía que tener cuidado, que en Alemania había gente peligrosa y que no tenía que seguir”, rememora Modamani. Según cifras oficiales, en 2016 se registraron 3.500 ataques contra demandantes de asilo. En 2017 fueron 2.200. En la primera mitad del año pasado el número alcanzaba las 700 agresiones.
La retirada judicial de Modamani no quiere decir que su experiencia no haya servido para nada. Su caso llevó a los políticos alemanes a aprobar una ley con la que se lucha en mejores condiciones contra los bulos de Internet. En su día, Modamani y su abogado llegaron a entrevistarse con el ministro de Justicia, entonces el socialdemócrata Heiko Maas, ahora ministro de Asuntos Exteriores. “Un día me citó y habló conmigo. Me aseguró que no debía preocuparme y que mi situación iba a mejorar”, cuenta el joven.
No ha vuelto a saber de Merkel
Para el que fue su abogado, la red social sigue planteando problemas en materia de fake news, pese a la nueva legislación. “La ley dice que Facebook tendría que borrar el contenido cuando el usuario afectado lo pide, pero Facebook dice que lo hará cuando se le dirijan a través de un formulario especial y que es difícil de encontrar en su página”, comenta Jun. “Si uno se queja usando los mecanismos convencionales, el contenido no será borrado. Es absurdo”, se queja el letrado.
Pese a todo, Modamani sigue utilizando la famosa red social. También aparece en los medios de comunicación alemanes, aunque menos que cuando mantenía el pulso. Sigue siendo un símbolo de la política migratoria de Merkel, pero después del famoso selfie, Modamani no ha vuelto a saber de la canciller. “Traté de ponerme en contacto con ella. La cosa no funcionó”, sentencia el joven, que ahora solo se centra en su objetivo: seguir adelante con su vida en Alemania, su victoria personal contra quienes propagan el odio.