“Mozambique, Zimbabue y Malawi han sufrido una de las peores catástrofes meteorológicas de la historia de África”, anunciaba el secretario general de Naciones Unidas diez días después del devastador paso del ciclón Idai. Las imágenes de una ciudad entera, Beira, prácticamente arrasada, cultivos inundados y viviendas reducidas a escombros habían dado la vuelta al mundo.
António Guterres pidió entonces a los Gobiernos un apoyo “firme y duradero” a los tres países azotados por el ciclón tropical, y que esta solidaridad se concretara con una “respuesta generosa” a los fondos urgentes demandados por la ONU para hacer frente al desastre. “Pido a la comunidad internacional que financie estos llamamientos rápidamente y en su totalidad para que las agencias de ayuda humanitaria puedan acelerar su respuesta a la mayor brevedad”, reiteró.
De momento, no ha sido así. El 22 de marzo, Naciones Unidas reclamó un total de 342,1 millones de dólares para financiar la respuesta humanitaria, 60,1 de ellos para Zimbabue y 282 millones para Mozambique, el país más azotado por el Idai. Casi un mes y medio después, los países donantes apenas han desembolsado –o se han comprometido a enviar– un 31,9% de los fondos necesarios para apoyar a tres millones de personas, 109 millones de dólares, según se desprende del Financial Tracking Service, una base de datos gestionada por la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) que hace un seguimiento de las contribuciones que hacen los Gobiernos.
Hace una semana, el jefe humanitario de Naciones Unidas, Mark Lowcock, alertaba del “déficit crítico de fondos” para responder a la devastación causada por Idai a medida que Mozambique volvía a verse golpeada por un nuevo ciclón, Kenneth, esta vez al norte del país. “Las familias cuyas vidas han sido trastornadas por estos desastres relacionados con el clima necesitan urgentemente la generosidad de la comunidad internacional para sobrevivir en los próximos meses”, sostuvo. ONG como Amnistía Internacional se han sumado a las críticas por la falta de recursos “suficientes”.
Las contribuciones internacionales, de momento, han cubierto un 28,4% de lo demandado para Zimbabue y un 32,6% para Mozambique, que ya contaba con un llamamiento previo para recaudar 55 millones de euros destinados a hacer frente a la sequía. La mayoría de lo recaudado tras el paso del Idai ha ido destinado a ayuda alimentaria, equipos de refugio o agua y saneamiento. Otras necesidades como la educación o la atención sanitaria han recibido un número de aportaciones mucho menor. Estos fondos de los países donantes son ejecutados por agencias especializadas de la ONU y ONG internacionales o locales. La respuesta está dirigida por el Gobierno en coordinación con OCHA. Por otro lado, se han registrado donaciones valoradas en 73 millones de dólares que no se dedican a financiar los proyectos planificados por la ONU.
“Ha sido un desastre de una magnitud enorme y todos los datos apuntan a que la respuesta internacional ha sido lenta, es preocupante que no se den prisa”, opina Francisco Rey, codirector del Instituto de Estudios Sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). “Al principio hubo dificultades logísticas para movilizar ayuda en helicóptero y la respuesta no estuvo tan a la altura. Pero después de dos semanas se logró una velocidad de crucero importante y las cosas están funcionando relativamente bien”, apunta Rey.
El experto subraya la “complicación para canalizar fondos” en una catástrofe de estas dimensiones y apunta que la respuesta internacional al llamamiento de la ONU está “dentro de los patrones habituales”. Según el último informe anual del IECAH, en 2017, la cobertura media de los llamamientos fue solo del 59%, la segunda más baja desde 2008. “Suelen cubrirse menos cuando se trata de conflictos, la cobertura es algo mayor en desastres naturales”, indica Rey.
Por esta razón, no descarta que en las próximas semanas haya un aumento significativo de los recursos destinados a Mozambique y Zimbabue. También, matiza, puede haber contribuciones que no hayan sido comunicadas aún a OCHA y, por tanto, que no estén reflejadas en el recuento oficial. Con los datos disponibles, el llamamiento de la ONU tras el ciclón Idai es el que más respuesta ha recibido este año, por delante de otros como los destinados a la República Centroafricana, Nigeria, Somalia, Afganistán, Yemen o la atención a migrantes venezolanos.
Estados Unidos es el país que más dinero ha aportado, seguido de Reino Unido, Suecia, Canadá, Noruega, Japón, Australia, Suiza, Dinamarca o Sudáfrica. También han enviado recursos el Banco Mundial o Naciones Unidas a través del fondo CERF, que reúne las contribuciones de diversos donantes en un único fondo antes de que ocurra un desastre. Esta semana, Lowcock ha asignado 13 millones de dólares de este mecanismo para proporcionar alimentos, refugio o atención sanitaria a las personas afectadas por el ciclón tropical Kenneth en Mozambique y las islas Comoras.
Entre los donantes figura, asimismo, la oficina de ayuda humanitaria de la Comisión Europea (ECHO), que ha enviado cerca de dos millones de dólares, según los datos de OCHA. España no se encuentra a nivel individual entre los países que han hecho aportaciones en el Financial Tracking Service, pero el Gobierno ha estimado que la ayuda humanitaria que ha destinado a Mozambique está valorada en 740.000 euros. La ayuda ha consistido en el despliegue, por primera vez, del hospital de campaña de la AECID en Dondo (Mozambique) y el transporte de material humanitario. La actuación está coordinada y financiada por ECHO.
“Hay comunidades enteras destruidas”
Jenifer Rodríguez ha formado parte del Equipo Técnico Español de Ayuda y Respuesta a Emergencias (START) que ha trabajado durante las últimas semanas en Dondo, próxima a la zona cero del ciclón Idai, Beira. Más de un mes después del paso de la tormenta, “todas las casas están demolidas y los árboles caídos, el alumbrado público falla y los precios se han encarecido. Cuando sales de Dondo, hay comunidades enteras destruidas, porque la construcciones son muy débiles, con palos de bambú y tejado de chapa”, explica a eldiario.es.
Rodríguez, especialista en género de Médicos del Mundo en el equipo START, recalca que el ciclón Idai “ha agravado los problemas estructurales” que ya sufría Mozambique, como la desnutrición o el VIH. Explica, además, que una de las principales prioridades ahora para la población es recuperar “su soberanía alimentaria” después de que el agua arrasara con todo a su paso y destruyera las cosechas. “La gente necesita que les ayuden a reconstruir y producir sus cultivos”, insiste Rodríguez. También apunta que en los campos en los que se refugian las personas desplazadas por el Idai “no dan abasto”.
La cooperante ya está de vuelta en España junto al resto del equipo, que puso fin a la misión humanitaria el pasado 30 de abril tras un mes en Mozambique. El hospital de campaña ha atendido a 2.275 personas, de las cuales 87 precisaron intervención quirúrgica, y ha asistido los partos de 36 niños. En estas semanas también han atendido a pacientes de cólera, que ha dejado 6.000 casos y ocho muertes en todo el país.
Dentro del equipo, Rodríguez se ha encargado de dar apoyo a mujeres supervivientes de violencia machista o a quienes querían interrumpir su embarazo. “La población ha seguido con su día a día a pesar del ciclón. Tienen una capacidad de resiliencia abismal. Y a pesar de las condiciones extremas que atraviesan las mujeres como el VIH, los matrimonios forzados o la violencia de género, tienen una fortaleza brutal”.
El ciclón Idai tocó tierra en la noche del 14 al 15 de marzo, con lluvias torrenciales y fuertes vientos. El desastre causó más de 1.000 muertos en Mozambique, Zimbabue y Malaui. Solo en Mozambique 1,85 millones de personas necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir. Por primera vez en la historia, otro ciclón tropical, Kenneth, golpeaba al país en la misma temporada. Casi 200.000 personas se han visto afectadas, un número que aumenta a medida que se dispone de más información sobre las zonas afectadas. Las necesidades se disparan mientras la ONU vuelve a gritar: “Se necesita financiación con urgencia”.