La mañana del 13 de junio la guarda costera griega se lanzó a asistir una embarcación con 200 migrantes y refugiados que se encontraba a la deriva al sur de la isla de Creta, en aguas bajo responsabilidad de rescate libia. No habían sido los pasajeros quienes habían pedido auxilio. Aún no.
Como no había peligro inminente de hundimiento, todos pedían que se les dejase continuar su viaje hacia Italia. Habían invertido en aquella huida esperanzas, sufrimiento y también mucho dinero para llegar a Europa en la que es ya la ruta más mortífera del mundo. Temían tener que volver a Libia.
Apenas diez días antes las imágenes de la playa libia de Zuwara escupiendo cadáveres representaban la perfecta metáfora de un Mediterráneo impregnado de muerte. Hasta 117 cuerpos fueron encontrados en la arena el 3 de junio, según la Media Luna Roja. El Alto Comité de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cree que la semana anterior 880 personas murieron en las aguas que unen Libia y Europa.
Incluyendo estas cifras, 2.859 migrantes han perdido la vida intentando llegar a Europa en lo que llevamos de año, 2.438 de ellos en la llamada ruta del Mediterráneo central.
Es el camino más corto entre las costas libias e italianas. Durante los cinco primeros meses del 2015, el número de fallecidos en este trayecto ascendía a 1.782, por lo que el aumento este año es del 36%. Una mortalidad que contrasta con el flujo migratorio, ya que el número de llegadas fue casi idéntico, 47.463 en este año por los 46.714 del anterior. En todo el año pasado, 2.892 migrantes perecieron en el Mediterráneo central, una cifra que amenaza con quedarse muy corta en este ejercicio.
Médicos Sin Fronteras (MSF), que trabaja en las labores de rescate con tres barcos patrullando esta zona, señala que la principal causa es la “mayor precariedad” a la hora de afrontar estos viajes. Aunque los viejos pesqueros con más de medio millar de personas a bordo siguen estando activos, han perdido protagonismo en detrimento de botes de goma en los que se alojan cerca de un centenar. Son embarcaciones similares a las que se usaban para cruzar los apenas 10 kilómetros que separan Turquía y Grecia, a diferencia de que la tierra firme más cercana a las costas libias es la de Lampedusa, que se encuentra a casi 300 kilómetros.
“Los traficantes cargan estos botes hasta límites imposibles y los dotan de la gasolina justa para llegar a aguas internacionales”, asegura Giorgia Girometti, responsable de comunicación de MSF en Italia. Las mafias saben que los barcos que patrullan el Mediterráneo no pueden entrar en las 12 millas náuticas bajo jurisdicción libia, por lo que les suelen entregar a los propios migrantes un teléfono satélite para que apenas entren en aguas internacionales, den la señal de socorro.
“Pero el tamaño de las lanchas también hace más difícil su identificación”, agrega Girometti. De modo que no siempre es posible llegar a tiempo. Las cifras de las últimas tragedias solo han podido ser comprobadas gracias a las entrevistas realizadas a los supervivientes. De ahí que según las organizaciones que se ocupan de los rescates, el número de fallecidos haya aumentado en casi un millar en apenas una semana.
El mismo día en que aparecían los cadáveres en las orillas de Zuwara, se producía otro naufragio en la isla griega de Creta. Rescataron a 340 migrantes y hallaron nueve cuerpos sin vida, pero se teme que la embarcación pudiera ir cargada hasta con 700 personas.
Estos últimos ni siquiera aparecen aún en los registros. La Organización Internacional de Migraciones informa de que este año han muerto 376 personas en el Egeo, la mayoría en la ruta entre Turquía y Grecia. Sin embargo, es difícil hacer comparaciones, ya que a estas alturas del año pasado sólo habían llegado a las costas griegas 65.889 personas, mientras que a finales de año la cota se disparó por encima de los 800.000. La tendencia este año es justo la contraria. Cerca de 150.000 migrantes han llegado a Grecia en los primeros meses del año, aunque en las últimas semanas el flujo ha caído prácticamente a cero.
La embarcación que encalló en Creta no procedía de Turquía, sino de Egipto. Esa vía reaparece todavía tímidamente pero puede incrementar también la peligrosidad del viaje. Desde MSF prefieren ser cautos a la hora de valorar los nuevos trayectos como causa del incremento de la mortalidad, ya que la mayoría de los desaparecidos perdió la vida en la ruta libia o en la turca, las consideradas “tradicionales” hasta ahora.
ACNUR también se centra en la precariedad para explicar las causas. Según el último de sus comunicados, “de acuerdo a algunos testimonios de supervivientes, que no han podido aún ser confirmados, el reciente incremento en el número de pasajeros que cargan las mafias está relacionado con su intención de aumentar el beneficio justo antes de que diera comienzo el mes de Ramadán”.
En lo que coinciden unos y otros es que el intento por alcanzar Europa cada vez es más peligroso. Teniendo en cuenta que además sigue aumentando el número de mujeres y niños, como recuerdan desde MSF. Según la OIM a finales de mayo del año pasado habían llegado a Italia 4.566 menores, mientras que este año ya son 7.567, la mayoría no acompañados.
2015 fue el año más trágico en el Mediterráneo, con más de un millón de desplazados y 3.770 muertos. Cuando vamos camino de completar la primera mitad de 2016 parece que el número de llegadas no alcanzará a las del año pasado –205.000 hasta el momento–, pero el balance de muertos amenaza con seguir batiendo todos los registros.