Entrar en una supuesta “zona de guerra” en la que, según les decían sus mandos militares, habían evacuado a la población civil. Disparar. Y después ver a ancianos, jóvenes, personas con alguna discapacidad en esos territorios. O atacar con tanques cualquier objetivo, al azar, como respuesta a la muerte de un compañero. Son algunas de las denuncias recogidas en un informe de la organización israelí Breaking the Silence en el que 70 oficiales y soldados dan cuenta de los abusos cometidos por su ejército en la última gran ofensiva militar sobre Gaza, el verano pasado.
La operación Margen Protector efectuada el por el Ejército israelí en la Franja de Gaza durante los meses de julio y agosto del pasado verano resultó mucho más devastadora que las otras dos operaciones anteriores combinadas. Según las estadísticas recopiladas por la delegación de la Oficina de Coordinación de Ayuda Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA) en Jerusalén, el número de muertos en el bando palestino superó los 2.100, de los cuales unos 500 fueron menores de edad. Igualmente, de los aproximadamente 11.000 heridos, más de 3.000 fueron niños y adolescentes.
Avner Gvaryahu, director de Incidencia de la organización Breaking the Silence (Rompiendo el Silencio, en español), explica que son “durante los últimos diez años hemos recogido cientos de testimonios, pero esta vez ha habido algo diferente. En las dos últimas guerras ('Plomo Fundido' en 2008-2009 y 'Pilar Defensivo', 2012) éramos nosotros quienes buscábamos los testimonios. En esta ocasión, han sido los soldados quienes nos han llamado y hemos hablado con muchos”.
La organización ha presentado un informe en el que se recogen casi 70 testimonios personales de oficiales y soldados israelíes que combatieron en diferentes unidades y lugares durante la última contienda. 136 páginas de confidencias y reflexiones sobre las prácticas de un Estado que se jacta de ser la única democracia de Oriente Próximo y de un Ejército que presume de ser el más moral del mundo. “Yo me considero un patriota y amo Israel, pero hay conductas que me parecen injustificables”, continúa Gvaryahu desde la sede de la asociación en Tel Aviv.
“Durante la operación se nos dijo: '¿Also sospechoso? Entonces puedes abrir fuego. ¿Algo que parezca sospechoso? ¿Ya sea un edificio alto o una cabeza asomándose por una ventana? (...) Si esa persona no tenía que estar ahí, entonces no es inocente”, (Soldado Q).
El portavoz de Breaking the Silence cuenta que “uno de los soldados que sirvió en la tripulación de un tanque, nos cuenta cómo en ocasiones no es que las reglas de enfrentamiento (rules of engagement o ROEs, en la jerga militar) fueran flexibles, sino que eran inexistentes”, asevera. “Un compañero acababa de fallecer en el marco de una incursión terrestre y el comandante de la unidad acorazada les dio orden de alinear los tanques y de ponerse a propinar cañonazos contra cualquier objetivo al azar”, relata.
“Otra vez conduciendo (un tanque) vi una casa, decidí que me molestaba porque era de color morado y pregunté: '¿Puedo disparar?' 'Claro, adelante', me dijeron. Y boom. No hubo supervisión, a nadie le importó y esto es todo. Estas fueron nuestras reglas de enfrentamientos durante la Operación Margen Protector”, (Soldado Z).
Según explica Avner Gvaryahu, en ocasiones los mandos militares decían a los soldados que estaban entrando en una zona de guerra, en la que previamente habían evacuado a los civiles. “Sin embargo, tenemos muchos testimonios de soldados que entraban en estas zonas y veían civiles, a veces gente mayor, gente con algún tipo de discapacidad, jóvenes, gente que volvía a recoger sus medicinas”, asegura. “Una de los testimonios más espeluznantes nos cuenta cómo antes de entrar en cada vivienda lo primero que hacían era lanzar granadas para eliminar a todo el que estuviera dentro, sin saber de antemano si eran combatientes o civiles inocentes”, añade.
Aunque la densidad de población en la Franja de Gaza es altísima, el porcentaje de civiles muertos y heridos durante la última guerra no tiene precedentes, según Breaking the Silence. Si durante las operaciones previas Plomo Fundido (diciembre 2008-enero 2009) y Pilar Defensivo (noviembre 2012) el número de muertos y heridos palestinos fue de casi el 50%, en el caso de Margen Protector se acercó al 75%. “El principal motivo es que desde la cadena de mando se dieron órdenes para disparar contra todo lo que se moviera”, añade este portavoz de la organización.
“Si tengo que elegir una conclusión del informe que ahora presentamos es que mi ejército, del que quiero sentirme orgulloso de formar parte, la principal institución de mi país, ha tirado por la ventana todos aquellos valores que pensábamos estaba liderando”, elabora Gvaryahu.
“Como elemento de comparación señalaría que durante la operación Plomo Fundido disparamos unos 3.000 obuses de artillería y de tanque, mientras que en Margen Protector superamos los 19.000”. Según puntualiza este portavoz dichos proyectiles son poco precisos –y su trayectoria no se puede corregir sobre la marcha, como ocurre con los misiles guiados por láser que disparan cazabombarderos y drones– matando a toda aquella persona dentro de un radio de 50 metros e hiriendo a aquellos en un radio de 150 metros.
Los testimonios niegan la “guerra de precisión”
La secuencia de testimonios viene a rebatir la explicación oficial de que la campaña del pasado verano fuera una guerra de precisión en la que los militares israelíes utilizaran todo tipo de medidas preventivas y nuevas tecnologías para intentar minimizar las bajas civiles. “Es cierto que habrá casos en los que se avisó previamente para evacuar a los civiles y también en los que se utilizaron armas inteligentes para minimizar las bajas colaterales, pero esa no fue la regla general”, asegura Gvaryahu.
“Al final destruimos barrios enteros a cañonazos para proteger la entrada de nuestras tropas terrestres, que en ocasiones recibieron órdenes de disparar contra todo aquello que se moviera”, independientemente de que se tratara de combatientes o civiles, afirma.
Preguntado sobre si las milicias palestinas utilizaron o no a civiles como escudos humanos para entorpecer la labor del Ejército, afirma no tener casos concretos dentro de los 70 testimonios, lo que no quiere decir que no ocurriera. “Pero incluso si ocurrió ahí está la diferencia, en que ellos son organizaciones terroristas mientras que nosotros representamos al Ejército que, en teoría, enaltece los valores más altos del código militar y, por lo tanto, no podemos utilizar este tipo de tácticas inmorales”, concluye, animando al público a leer la secuencia de relatos.
Todos ellos han sido recogidos de forma anónima, con vídeos en los que solo aparece el nombre de la unidad o el escenario de combate, pero sin dar datos personales para evitar cualquier medida sancionadora.
Poco antes del lanzamiento del informe, el ejército denunciaba en un comunicado la supuesta falta de voluntad de la asociación israelí para cooperar y compartir los materiales recogidos para la elaboración del último informe. “Hoy, tal como en otras ocasiones en el pasado, solicitamos a la organización Breaking the Silence que nos proporcionara cualquier tipo de evidencia o testimonio relativo a las acciones del ejército antes de ser publicados, para así poner en marcha las investigaciones formales adecuadas”.
La organización israelí niega la falta de cooperación en otro comunicado. “Breaking the Silence le mandó al Jefe del Estado Mayor del Ejército una carta, enviada hace un mes y medio, solicitando un encuentro”, responden.
Cobertura mediática
Uno de los problemas añadidos de las guerras de Gaza es que el Ejército no permite la entrada de los periodistas israelíes por miedo a que sean secuestrados y utilizados como moneda de cambio. Ante la falta de presencia de los medios hebreos en el terreno, la única fuente de información para la opinión pública israelí es el propio ejército.
Lo máximo que permitieron fue que entrara algún corresponsal pero empotrado con las tropas, según afirman desde Breaking the Silence. Para demostrarlo muestran una fotografía tomada el pasado verano en la que se puede ver a un reportero del Canal 10, ataviado con el típico casco antifragmentación y chaleco antibalas, pero con un soldado haciendo las funciones de cámara.
De esta forma el flujo informativo queda completamente controlado por la Oficina del Portavoz del Ejército y sujeto a la correspondiente censura militar. Para ello se minimizan las cifras de civiles y se magnifican las de combatientes, que son presentados como sanguinarios terroristas que quieren matar a civiles israelíes (de las 73 bajas israelíes solo 7 fueron civiles, mientras que en los otros 66 casos se trató de soldados).
“Como ciudadano israelí durante la última operación estaba escuchando lo que decían nuestras emisoras de radio, viendo lo que nos mostraban las televisiones y leyendo lo que nos contaban los periódicos”, comenta Gvaryahu. “Todos repetían que estábamos haciendo todo lo que podíamos para proteger a los civiles, pero la triste realidad es que después de entrevistarme con algunos soldados, de escuchar los testimonios de otros a modo de evidencia, puedo decir que eso era mentira”, denuncia.
Denuncias de crímenes de guerra
El altísimo porcentaje de civiles y, sobre todo, de menores de edad entre los más de 2.100 palestinos que perdieron la vida como consecuencia de la operación Margen Protector ha hecho que hasta el Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-Moon solicitara públicamente el establecimiento una comisión independiente que dilucidase si habían tenido lugar crímenes de guerra, después de que el Ejército israelí atacara hasta siete escuelas de la UNRWA (Agencia para los Refugiados) y las milicias palestinas las utilizaran en al menos tres ocasiones como cobertura para almacenar explosivos. En opinión del abogado israelí Michael Sfard “lo que vimos durante la operación fue una violación sistemática de las leyes de la guerra recogidas en el derecho internacional humanitario”.
“Las acusaciones de presuntos crímenes de guerra son mucho más difíciles de probar, pues en este caso se trata de violaciones individuales, que conllevan una responsabilidad criminal y que deben ser investigadas una por una”, agrega este conocido jurista especializado en Derechos Humanos. “Lo que sí hemos visto claramente es que hay un patrón general en el que los mandos militares pervierten las reglas de enfrentamiento y vienen a decirle a los soldados que cualquiera que no sea un soldado israelí se convierte en un objetivo legítimo, lo que rompe el principio de distinción entre combatientes y civiles”, argumenta.
Según Sfard sería necesario que el Gobierno creara una comisión nacional de investigación (modalidad jurídica de comité presidido por un magistrado del Tribunal Supremo que ya empleó en situaciones anteriores como la guerra de Líbano y el magnicidio contra Isaac Rabin), “que cumpla con los estándares internacionales de independencia, eficacia y transparencia”.
Pero dado que para impulsar una comisión de estas características se necesita la correspondiente voluntad política y el nuevo Ejecutivo en ciernes no da la impresión de que la tenga –al margen de cuál sea la coalición final que lo forme– desde Breaking the Silence insisten en que es necesaria una investigación externa, que lleve a cabo una labor similar a la que hizo la Comisión Goldstone para depurar responsabilidades tras la operación Plomo Fundido.