Dos imágenes mantenían a Soufiane aferrado a la esperanza. En la primera se veía cantando. A sus 17 años, quería llegar a ser rapero: escribía, grababa sus propios videoclips, retrataba su “pobreza” en canciones. En la segunda, aparecía su madre y sus dos hermanos pequeños. Quería aportarles algo más, decía, que lo poco que conseguía en Marruecos de la venta de chicles. Este jueves, su cuerpo ha aparecido sin vida en la habitación en la que dormía desde hacía diez días, en un centro de acogida de menores de Melilla.
Soufiane procedía de Casablanca (Marruecos) y consiguió cruzar la frontera a la carrera el pasado mes de noviembre tras sortear con éxito a las autoridades marroquíes y españolas. El joven entonces no era consciente de todo lo que sufriría al intentar perseguir un sueño europeo que no ha llegado a alcanzar.
Dos semanas después de llegar a la ciudad cambió su vida para siempre: los médicos tuvieron que amputarle el pie izquierdo en una operación muy complicada. Sucedió después de que Soufiane cayera de los bajos de un camión al tratar de colarse en alguno de los buques con destino a la península.
Era la primera vez que probaba suerte como polizón, según aseguró el menor cuando todavía permanecía ingresado en el Hospital Comarcal de Melilla, tras la intervención quirúrgica. “Ahora tengo que aprender a vivir con un solo pie”, comentaba preocupado a primeros de diciembre en una entrevista con El Faro de Melilla.
Soufiane temía no poder volver a correr o jugar al fútbol al fútbol, reconocía, aunque se mostraba tranquilo: sabía que el accidente podía haber sido mucho peor. Pero había otra preocupación en su mente: cómo podría ayudar a su familia ahora que ya no contaba con sus dos pies.
El joven estaba convencido de que, al salir del hospital, aguantaría en alguno de los centros de acogida hasta cumplir los 18 años y aprovecharía para estudiar y conseguir la residencia. Quería hacerlo por él, para labrarse un futuro, pero también por su madre y para que sus dos hermanos pequeños corrieran mejor suerte.
“Mi madre está muy asustada y preocupada por lo que me ha pasado. No puede venir a verme porque no tiene medios”, reconocía el adolescente cuando permanecía ingresado en el Hospital de Melilla.
Denunciaba las malas condiciones del primer centro
Cuando Soufiane llegó a la ciudad autónoma ya planeaba acudir a la escuela y permanecer en un centro hasta obtener la mayoría de edad, describía hace poco más de un mes sobre su cama del hospital. Su primera semana, relataba, la pasó en La Purísima, un centro de acogida que actualmente alberga a 446 niños y adolescentes extranjeros, cuyas condiciones han sido denunciadas por numerosas organizaciones e internos.
Lo abandonó al comprobar que no era lo que esperaba: “Tenía que dormir en una habitación muy pequeña con muchos niños. Apenas se podía andar por el suelo”, señalaba.
El joven explicaba que, además de literas, había colchones en el suelo en los que dormían varios menores. “Cuando venían por la noche otros niños que habían pasado varios días en la calle dormían en el mismo sitio, sin que pasaran antes por la ducha. El olor era insoportable”, agregaba Soufiane. Tras una semana en estas condiciones, decidió empezar a dormir en la calle, aunque, insitía, no era lo que él quería. Pero no podía permanecer en La Purísima, sugería.
Fue entonces cuando escuchó a otros chicos hablar sobre el ‘riski’, la forma con la que suelen denominar los menores y jóvenes extranjeros en situación de calle el amago de colarse en barcos para llegar a la península.
El rap, su desahogo
Aunque perdió el pie izquierdo, Soufiane seguía siendo un niño con sueños. Nunca se le fue de la cabeza el deseo de convertirse en cantante de rap. Mostraba con orgullo los videoclips en los que aparecía rapeando, colgados en la plataforma de YouTube. “Hace dos años empecé a escribir sobre mi vida y sobre la pobreza con la que crecí”, comentaba el menor hace cosa de un mes desde la cama del hospital.
Soufiane recibió el alta el pasado 26 de diciembre. Entonces, pasó a ser acogido por el Centro Asistencial, conocido popularmente como la Gota de Leche, donde actualmente tienen acogidos a 126 niños. Amigos del chico afirmaron a este diario que en sus últimos días había comenzado a consumir pegamento y disolvente, aunque por las noches acudía a dormir al centro de menores. El joven iba a ser trasladado a Málaga en unos días para someterse a una nueva intervención.
Un mes después de describir sus sueños, de recordar sus ansias de estudiar, de admitir no desmoronarse por la pérdida de su pie izquierdo, el cuerpo de Soufiane ha aparecido sin vida sobre su cama del centro de acogida. Los cascos con los que solía escuchar música estaban en sus orejas.
Soufiane falleció unos 14 días después de que perdiera la vida otro joven extranjero tutelado por la Ciudad Autónoma. Se llamaba Mamadou, era de Guinea Conakry y murió en el Hospital Comarcal, donde pasó 20 días en la UCI. También tenía 17 años cuando sufrió varias paradas cardiorrespiratorias. Según denunció a través de un comentario de Facebook el presidente de la asociación Pro Derechos de la Infancia (Prodein), José Palazón, el menor tuvo que ser hospitalizado “tras una paliza dada en el Centro de Reforma”.
Sin embargo, el consejero de Bienestar Social, Daniel Ventura, negó tajantemente que esta hubiera sido la causa de la muerte y anunció que el Gobierno de la Ciudad tomaría medidas judiciales contra la ONG por sus afirmaciones. Toca esperar a conocer los resultados de las autopsias para saber por qué murieron Mamadou y Soufiane, los dos últimos menores fallecidos en la frontera de Melilla.