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Ellos sobrevivieron al brote de ébola más mortífero de la historia

ACTUALIZACIÓN: La OMS decretó este jueves el fin del peor brote de ébola de la historia, pero este viernes se ha confirmado una nueva muerte por ébola en Sierra Leona

Mamadee bailaba, bailaba mucho mientras el virus del ébola se expandía por su cuerpo. Nadie daba crédito, pero engañó al ébola bailando. Poco más tarde vio cómo su hermana se convirtía en una de las 11.315 víctimas mortales que ha dejado el brote del virus más mortífero de la historia. Nubia con tan solo unos meses de vida se convirtió en la primera y la última: el primer bebé nacido con ébola que logró sobrevivir, el último caso del virus en Guinea. Ericson Turay nunca valoró tanto el contacto con otras personas como cuando consiguió, a través del fútbol, que sus vecinos dejasen de lado el estigma que le perseguía.

Son supervivientes del peor brote del ébola hasta el momento. En total, 17.322 personas salieron con vida después de contraer el virus. “Cada alta en un centro de Ébola supone un soplo de ánimo y energía para otros pacientes y para los equipos de MSF que los atienden”, recordaban desde Médicos Sin Fronteras cuando el fin de la epidemia no parecía acercarse. Repasamos algunas de las historias que han dado esperanzas a otros afectados, que soñaban con vencer el virus y regresar a la normalidad. La OMS decretó este jueves el fin del peor brote de ébola de la historia, pero este viernes se ha confirmado una nueva muerte por ébola en Sierra Leona.

Mamadee y su baile contra el ébola

Mamadee conquistó a medio mundo del mismo modo que derrotó la enfermedad que le mantuvo encerrado en la sala de 'pacientes confirmados de Ébola' del centro de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Foya, Liberia: bailando. Mamadee bailaba, mientras el resto de pacientes observaba.

El 20 de agosto de 2014, el segundo resultado de la prueba del Ébola resultó como se esperaba debido a sus síntomas: positivo por virus de Ébola, informó MSF. “Lo único que no encajaba en la imagen era que, mientras tanto, el joven Mamadee ya se sentía bien y andaba corriendo por ahí”, relató Martin Zinggl desde la organización.

Rodeado de los pacientes enfermos, Mamadee era la distracción del lugar. Pasaba sus días durmiendo, comiendo, charlando con los otros pacientes, y bailando por supuesto. Y era capaz de convertir cualquier cosa en un juguete, ya fuera una hoja de papel, una lata de refresco o una bolsa de agua.

Pero está claro que un centro para pacientes de Ébola no es el lugar en el que un niño quiere estar, y el aburrimiento llega fácilmente. “Quiero irme”, decía Mamadee. “Dos semanas han sido suficientes. Echo de menos mi hogar, mis amigos, incluso extraño ir a la escuela”.

Una semana después, la hermana de Mamadee, Maya fue admitida en el centro. La niña, de 14 años, falleció al cabo de unos días, a tan solo una tienda de campaña de su hermano. Cuando su madre, con lágrimas en los ojos, le explica la muerte de Maya, Mamadee se mantiene fuerte y sencillamente dice: “No llores, mamá”

El 4 de septiembre, la cuarta prueba del Mamadee regresó del laboratorio desde la vecina Gueckedou, en Guinea, cuentan desde MSF. Era negativa.

Mamadee salió corriendo del centro. “Estoy muy feliz hoy”, señaló el joven sobreviviente, sin saber el juego mortal que acababa de ganar.

Nubia, el primer bebé nacido con ébola

Ella fue la última, pero también la primera. Fue el último caso de Ébola de Guinea, y el primer bebé con ébola nacido de una madre con el virus que ha sobrevivido.

Nubia ya había superado la enfermedad el pasado 16 de noviembre pero desde entonces permanecía en el centro de tratamiento de MSF bajo seguimiento.

Poco después recibió el alta definitiva y en un momento emotivo en el que participó el primer paciente que se curó en Guinea hace ya casi 20 meses.

El club de fútbol de supervivientes de ébola

Nadie quería tocarlos ni acercase a ellos. Eran los supervivientes de un virus que en diciembre de 2014 daba pánico nombrar: el ébola. Por ello, la frase con la que Ericson Turay describe el éxito de su primer gran partido de fútbol, el de su equipo de supervivientes del virus, es “la gente nos tocaba”. Una y otra vez, todavía con tono de sorpresa. “Nos tocaban”.

Turay fundó Kenema Ebola Survivors FC al término de 2014, con el apoyo de la epidemióloga francesa Nadia Waquie. El joven, de 24 años, conoció a la sanitaria en el hospital en el que libró su propia batalla con el ébola. En su familia, solo él y su madre lograron salir con vida tras contagiarse. “Murieron 38 miembros de mi familia”. A su salida, Turay fue consciente de que su vida nunca sería la misma. “No sabía qué hacer para ayudar. La gente no nos quería tocar, no quería estar cerca de nosotros, de los supervivientes del ébola”.

El chico tenía que luchar contra el estigma que sufren muchos supervivientes al virus y que les dificulta para encontrar un trabajo y vivir con normalidad en sus comunidades. Turay tuvo una idea: crear un equipo de fútbol de supervivientes para entretener y crear vínculos entre ellos y el resto de la comunidad que no se vio afectada por el virus.

“El fútbol le interesa a todas las generaciones en todo el mundo”, resumía Nadia a eldiario.es. Y acertaron: los dos grupos (uno de hombres y otro de mujeres) se han enfrentado a 'The Ebola Fighters', los sanitarios que los atendieron el hospital y ese día, el público los aplaudió, fue al encuentro. Pero, sobre todo, “nos tocó”, recuerda Turay.

Salomé: de afectada a cuidadora

“Todo empezó con un fuerte dolor de cabeza y fiebre. Más tarde, empecé a vomitar y me dio diarrea. Mi padre se enfermó y mi madre también. Mi sobrina, mi prometido y mi hermana habían caído enfermos. Todos nos sentíamos impotentes”, así comienza el relato en primera persona de Salomé Karwar, superviviente de ébola en Liberia, recogido por MSF.

Cuando supo que tenía ébola, pensó en lo peor. “Pensé que era el fin del mundo, tenía miedo porque había oído decir a la gente que si tienes Ébola, te mueres. Los análisis del resto de mis familiares también confirmaron que tenían el virus”.

Sus padres murieron cuando ella se retorcía de dolor mientras luchaba por sobrevivir. “Sentía fuertes dolores. La sensación era abrumadora. El Ébola es como una enfermedad de otro planeta. Causa tanto dolor, tan intenso, que puedes sentirlo en los huesos. Nunca había sentido un dolor como ése en toda mi vida”, dice.

“Mi madre y mi padre murieron mientras luchaba por mi vida. No sabía que habían muerto. No fue hasta una semana después, cuando ya empezaba a recuperarme, cuando las enfermeras me avisaron que habían fallecido. Me entristecí, pero tuve que aceptarlo”, añadía.

Semanas después le confirmaron por fin una buena noticia: podía volver a casa. Cuando regresó, se chocó de bruces con el estigma, con el dolor de la pérdida. Tenía que volver a empezar. “Había un grupo en particular que no dejaba de llamar a mi casa ‘la casa del Ébola”, describió.

Hasta que algo la acabó salvando del todo. Unas mujeres le pidieron que llevasen a un familiar al centro del ébola: ella no se podía contagiar con el virus por haberlo pasado. Lo hizo, y fue feliz.

Y volvió al centro del que tantas veces deseó salir. “Ayudo a la gente que está sufriendo por el virus a recuperarse. Trabajo como consejera de salud mental. Me causa placer ayudar a la gente y eso es lo que me trajo de vuelta. Las labores que realizo en este lugar pueden ayudar”, se sinceraba en octubre de 2014.