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Salvar vidas sin cobrar tu sueldo: los últimos vestigios del sistema sanitario en Yemen

Kawkab Al Sarafi trabaja como enfermera en la Sala de Emergencias del hospital universitario Al Kuwait en Sana desde hace un año. Desde que empezó su trabajo, no le pagaron un centavo. Kokab explica que vive lejos y tiene que caminar para ir al hospital ya que la mayor parte del tiempo no puede pagar por el transporte. Cuando no trabaja en el hospital, va al mercado del khat para intentar comprar grandes cantidades para revenderlo. "Somos muy pobres, vivo con mi hermana y a veces no tenemos dinero para comprar comida", agrega. Es uno de los miles de trabajadores de la salud que no han sido pagados desde hace un año, cuando el gobierno dejó de pagar los salarios de los funcionarios.

Florian Seriex

Responsable de Comunicación de MSF en Yemen —

En la sala de urgencias del hospital Al Kuwait –la única estructura pública en Saná que presta servicios gratuitos– docenas de empleados continúan trabajando aunque no hayan cobrado sus sueldos desde hace un año. La mayoría de ellos han recibido incentivos pagados por Médicos Sin Fronteras (MSF), pero no llegan a cubrir sus necesidades.

Kawkab, Australia, Ameen, Ahmed, y muchos otros conforman un plantilla donde hay médicos, matronas, enfermeros... A pesar del impago de sus salarios, siguen comprometidos con sus pacientes y continúan su trabajo. Pero cada día que pasan en el hospital les asaltan nuevas dudas: ¿Tendré dinero para pagar el transporte mañana? ¿Qué pasará si un miembro de mi familia enferma? ¿Tengo que vender otras de mis pertenencias para comprar comida?

Las preguntas y el abatimiento que comparten con MSF son un terrible reflejo del deterioro del sistema de salud de Yemen, la punta de un iceberg de sufrimiento que la comunidad internacional debe atajar antes de que sea demasiado tarde.

“Me llamo Australia. Soy matrona y empecé a trabajar en el hospital de Al Kuwait en 2009. Hasta septiembre de 2016, ganaba 38.000 riales yemeníes [128 euros] al mes. Fue entonces la última vez que cobré el sueldo. No me han pagado desde hace un año. Algunos días tengo que venir andando al hospital porque no tengo dinero para el transporte”, relata.

“Mi trabajo no ha cambiado en absoluto, excepto que ahora lo hago sin cobrar. Me angustia esta situación, pero no hay nada que podamos hacer. Hicimos huelga varios días, pero hemos vuelto a nuestros puestos. Mi familia solía ayudarme dándome dinero de vez en cuando, pero también trabajan en el sector público y padecen los mismos recortes. Uno de mis hermanos era piloto antes de la guerra; ahora trabaja en una tienda de abayas [túnica tradicional]. Es triste ver lo que ha sido de nosotros”, prosigue.

Kawkab corre de un paciente a otro, asegurándose de que todo está en orden. Recobra el aliento y mira a la sala de urgencias: “Estaba tan feliz cuando conseguí este empleo. Nosotros, los yemeníes, buscamos trabajo como funcionarios porque creemos que es más estable”.

Kawkab entró en Al Kuwait hace un año, pero no ha recibido ni un solo sueldo desde entonces. Como la mayoría de sus compañeros, sigue trabajando con la esperanza de mejores días, pero también paga el precio de tener que buscar otros ingresos. “Los fines de semana, compro khat [una planta que produce un efecto estimulante cuando se mastica] en el mercado y tratar de venderlo. Vivimos de lo que gano con ello e intento ahorrar algo para pagar mi transporte al hospital. Cuando no tengo dinero, vengo caminando a pesar de que la distancia es larga. De verdad espero que cobremos para que podamos vivir como otros seres humanos. Esta situación nos angustia, pero no podemos hacer nada”.

El Dr. Ameen Al Gunaid no tiene una posición muy envidiable en este momento. Como director del hospital Al Kuwait, cumple debidamente con su responsabilidad hacia su equipo. Para él, solo hay una cosa que importa: el hospital debe seguir prestando servicios médicos, cueste lo que cueste.

“Supuso toda una conmoción para el personal cuando anunciamos que no cobrarían. Realizaron paros, pero enfriamos las cosas prometiéndoles que recibirían sus salarios. Durante los dos primeros meses, el impacto fue limitado porque la mayoría de los trabajadores tenían ahorros suficientes para hacer frente a la situación. Pero Al Kuwait no es un hospital privado; es un centro que brinda atención gratuita a los pacientes por lo que no resulta sostenible como otras clínicas. Carecemos de ingresos y de la capacidad financiera para pagar los sueldos de nuestro personal”, señala.

“Por otra parte, Al Kuwait es un hospital universitario que aloja a muchos estudiantes que acuden al centro y trabajan como parte de sus estudios. Esta es una de las razones, junto al apoyo que MSF ha proporcionado a algunos departamentos, por la que el hospital no ha padecido, al menos, falta de personal”, explica el Dr. Al Gunaid.

“Pocos meses después de que dejáramos de pagar salarios –continúa el director del hospital Al Kuwait– algunos de nuestros empleados optaron por acogerse a un permiso no retribuido y regresaron a sus aldeas. Otros seguían trabajando con la esperanza de recuperar los sueldos que se les adeudaba y por miedo a perder sus empleos. Los más afortunados fueron los médicos especialistas que encontraron trabajos en hospitales privados. Muchos de ellos siguen implicados con Al Kuwait y continúan viniendo al hospital en su tiempo libre para prestar servicios a los ciudadanos que no pueden pagar un tratamiento en un centro privado”.

El Dr. Al Gunaid y su equipo tratan de encontrar soluciones para el personal que ya no puede asumir el alojamiento o el transporte. “Antes de la guerra, teníamos más de 150 enfermeras de India, pero regresaron a su país. Vivían en el mismo hospital, así que reasignamos el espacio para ubicar a nuestro personal yemení. También proporcionamos una comida todos los días para ayudarles en estas circunstancias”.

La situación sigue siendo tensa porque nadie puede comer a base de promesas y esperanzas. El Dr. Al Gunaid lo sabe pero tiene pocas alternativas. Así, cuando comenzó el brote masivo de cólera, este se vio como una oportunidad. El centro de tratamiento del cólera que MSF tiene instalado en el hospital emplea a parte del personal mediante una rotación regular. De esta forma, estos tienen la posibilidad de recibir incentivos por parte de la organización médica-humanitaria. Pero esta situación llegará a su fin, poniendo de relieve la gran cuestión: ¿Cómo se podrá mantener abierto el día de mañana el principal hospital público de Saná?

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