El mes pasado, en una oscura carretera forestal, la Policía polaca perseguía a un coche que se había saltado un control a gran velocidad. El conductor era un traficante. Sus pasajeros, tres sirios que habían pagado miles de euros para que los llevara hasta Alemania, la última etapa de su viaje desde Oriente Medio y a través de Bielorrusia. Se encontraron con un camión en dirección contraria que trató de esquivarlos pero no pudo. Ferhad Nabo murió al instante. Tenía 33 años, estaba casado y con dos hijos y era de la ciudad siria de Kobane.
“Como muchos otros, salió de Siria para llegar a Europa”, dice su primo Rashwan Nabo, un trabajador humanitario sirio. Ferhad había cogido un vuelo directo a Minsk desde Erbil, en el norte de Irak. “En Raqqa, Damasco y Alepo lleva meses corriéndose la voz de que la forma más fácil y rápida de llegar a Europa es un vuelo directo a Bielorrusia”.
Ferhad Nabo es una de las nueve personas que han muerto desde el comienzo del enfrentamiento fronterizo entre Polonia y Bielorrusia. El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, ha sido acusado de querer provocar una nueva crisis de refugiados en Europa organizando el traslado de personas desde Oriente Medio en represalia por las sanciones impuestas por la UE contra su régimen autoritario.
“Es la oportunidad que estaba esperando”
Ocultas en pequeñas tiendas de campaña entre los árboles de la frontera, donde por la noche las temperaturas caen bajo cero, hay miles de familias kurdas de Irak y de Siria. Muchas más se preparan para iniciar el peligroso viaje haciendo cola todos los días a las puertas de las agencias de viajes. Mientras, la familia de Nabo espera la repatriación de su cuerpo sin vida desde Polonia.
Al principio fue un goteo, un pequeño número de personas que habían oído hablar de una nueva forma de llegar a la Eurozona sin necesidad del visado Schengen. “Al principio no venían muchos porque desconfiaban”, dice un agente de viajes del sur de Beirut que atiende a sirios tratando de llegar hasta Bielorrusia. “Eso fue en abril, pero luego mucha gente llegó hasta los lugares buenos de Europa y el negocio empezó a mejorar”.
En el norte kurdo de Irak ocurrió algo similar. “Antes del verano, un agente de Bagdad nos indicó que Bielorrusia estaba emitiendo visados”, dice un agente de la ciudad de Erbil. “No tardó mucho en correrse la voz, pero en los últimos dos meses ha habido mucha actividad”.
El proceso y el precio son parecidos en Beirut y en Erbil. Los iraquíes que quieren viajar tienen que pagar 3.500 dólares cada uno (unos 3.100 euros), en efectivo. La mayor parte del dinero se destina al pago del visado.
Dentro de esta fiebre por los visados, se estima que entre 3.000 y 4.000 sirios han presentado su solicitud en Líbano, ayudados por la embajada siria en Beirut. “Ha llegado el momento de marcharme y esta es la oportunidad que estaba esperando”, dice Abu Fahid, un albañil de las afueras de Damasco que lleva cinco años viviendo en Beirut. “¿Creen que ahora me quedaré en Líbano? Es peor que Siria”.
Los solicitantes que obtienen el visado cruzan la frontera terrestre de vuelta a Siria y se desplazan hasta Damasco para coger el avión. Algunos vuelan vía Estambul, usando aerolíneas bielorrusas; y otros, principalmente en compañías sirias, vuelan directamente hasta Minsk. El aeropuerto internacional de Minsk publicó el mes pasado sus nuevos horarios para el invierno: el número de vuelos desde Oriente Medio ha aumentado hasta un total de 55 por semana.
“Sé que es demasiado arriesgado pasar por Bielorrusia”, dice Dlovan. Tiene 27 años, vive en Duhok –en el Kurdistán iraquí– y está sin trabajo. “Pero iré de todos modos, si Dios quiere”.
Los líderes kurdos se han mostrado alarmados por un éxodo que dicen haber sido incapaces de detener. Pero tras contemplar las escenas de desesperación en la franja oriental de la Unión Europea, las autoridades dicen estar buscando ahora formas de intervenir.
“Estamos investigando a las agencias de viajes implicadas en lo que claramente es un peligroso juego político por parte de Bielorrusia, enmascarado como una emisión rutinaria de visados turísticos”, dice un alto cargo del Gobierno regional kurdo. “Es directamente tráfico de personas, usando a familias vulnerables como carne de cañón para reforzar el poder de negociación de Bielorrusia en una disputa interna europea”.
En la ciudad polaca de BiaÅystok, The Guardian ha hablado con decenas de solicitantes de asilo de Siria, Irak y Afganistán, que han cruzado hace poco la frontera desde Bielorrusia. Todos confirman que han llegado comprando paquetes de agencias de viajes que, según su testimonio, parecían estrechamente relacionadas con las autoridades bielorrusas.
“Estas agencias de viajes están conectadas al 100% con los bielorrusos”, dice Aras Palani, intérprete iraquí de 50 años. Palani ha hablado con cientos de personas que dijeron haber comprado un paquete que incluía el vuelo de ida, el visado y dos días de hotel. “Ellos [los agentes de viajes] dicen a la gente que tienen contactos con la Policía fronteriza y que cruzar la frontera es fácil, pero es todo mentira”.
“He conocido a familias a las que las agencias de viajes les habían dicho que la frontera entre Minsk y Polonia estaba a unas tres horas a pie”, dice Anna Alboth, de la organización Grupo de Derechos de las Minorías. Minsk está a unos 320 kilómetros de la frontera.
La aerolínea estatal bielorrusa Belavia, que niega tener cualquier implicación en el tráfico de personas, dice que no puede “especificar los nombres de las agencias de viajes porque no podemos afirmar con un 100% de certeza que estas agencias se estén dedicando deliberadamente al tráfico de migrantes”.
“Nos llevan a la valla por 100 dólares”
Los traficantes entran en juego una vez que los migrantes han llegado a la capital bielorrusa. Ahmed, de 29 años, que en Siria era estudiante de Derecho, habla de páginas de Facebook con números de teléfono de traficantes que ponen en contacto a migrantes y conductores bielorrusos. “Me recogieron en el Hotel Planeta de Minsk”, dice Ahmed. “Desde allí, por unos 100 dólares, nos llevan hasta la alambrada de la frontera”.
Por lo general es en ese momento cuando el viaje se convierte en una pesadilla. Los migrantes relatan a The Guardian que las tropas bielorrusas juntan a grupos de hasta 50 personas y luego cortan con cizallas el alambre de espino para permitirles cruzar.
Al otro lado, hay desplegados casi 20.000 agentes fronterizos polacos, flanqueados por el Ejército, en una demostración de fuerza que el país no veía desde el final de la Guerra Fría. Cientos de personas son devueltas violentamente hacia Bielorrusia y algunas intentan pasar decenas de veces. Conseguir cruzar de forma segura termina siendo una cuestión de suerte.
Pese a las promesas de las aerolíneas turcas y bielorrusas de frenar el flujo, la crisis parece estar lejos de terminar. Aún hay miles de personas en Bielorrusia, y otras tantas están desesperadas por llegar ahí.
“La gente nunca dejará de encontrar otras formas de llegar a Europa”, dice Rashwan. “Cerrar la frontera con alambre de espino no detuvo a mi primo Ferhad ni a las personas que, como él, huyen de las guerras y de la pobreza. Sencillamente, la gente no va a dejar nunca de encontrar otras formas de llegar a Europa”.
Traducido por Francisco de Zárate.