Vuelta al cole tras el cierre más largo del mundo por la pandemia
La verja que solía exhibir con orgullo el nombre de la escuela primaria Godwins en Kampala ha sido retirada. El recinto, donde los alumnos jugaban durante los recreos, es ahora una zona de aparcamiento para los camiones que transportan productos a un mercado cercano, mientras que las aulas se han convertido en un alojamiento para viajeros.
Las escuelas de Uganda tenían la orden de reabrir el lunes 10 de enero tras casi dos años de cierre —el más extenso conocido en el mundo—, pero no todas pudieron dar la bienvenida a sus alumnos. Godwins, en Kalerwe, en la división de Kawempe, es uno de los muchos colegios que ya no reabrirán. Llevaba 20 años de actividad, atendiendo a los niños cuyos padres trabajan en el mercado más próximo.
Harriet Namubiru, una vendedora de carbón cuyos dos nietos, de 8 y 10 años, asistían a la escuela, dice que su cierre definitivo es una “tragedia que ha caído sobre nosotros”.
“La dirección de la escuela convocó una reunión en la que nos dijeron: 'Se ha vuelto muy difícil para nosotros volver a operar. No abriremos'”, dice. “Fue como si un rayo o algo así [nos hubiese golpeado]. Algunos padres en la reunión se desmayaron. Algunos cayeron enfermos durante semanas”.
Escuelas convertidas en bares
Los suburbios de Kampala están plagados de estructuras fantasma que alguna vez fueron escuelas. Algunos edificios se vendieron, mientras que otros han sido derribados para dar paso a la promoción inmobiliaria. La Autoridad de la Ciudad Capital de Kampala (KCCA, por sus siglas en inglés) dice que más de 40 escuelas de la ciudad han cerrado definitivamente. Los medios de comunicación locales están repletos de informaciones sobre escuelas convertidas en bares, restaurantes u hospedajes para viajeros.
No hay cifras oficiales que indiquen el número de escuelas que no han podido reabrir en todo el país. La guardería y escuela primaria KidCare, en el barrio de Najjera, es ahora un almacén de bebidas. Las polvorientas aulas y el comedor de la cercana Escuela Progresista de Najjera están vacíos.
En la Makerere Highway School, en Kivulu, un suburbio de Kampala, los alumnos se toparon con candados. La propietaria del edificio dice que “ya no quiere que haya actividad escolar en su propiedad”. Hace dos años, cuenta, que las escuelas no pagan el alquiler, por lo que ha optado por utilizar el espacio para otros negocios.
Estudiar bajo los árboles
En el interior del país, algunos estudiantes llegaron a sus escuelas y se encontraron con los techos volados o las aulas llenas de hormigueros. Se vieron obligados a estudiar bajo los árboles.
Las restricciones ligadas a la prevención de la COVID-19 implican costes adicionales para las escuelas y los padres. Las escuelas que no puedan hacer frente a estos costes y a las exigencias de algunos propietarios de pagar los alquileres atrasados permanecerán cerradas. Puede que muchas nunca reabran.
Namubiru continúa en la búsqueda de una escuela asequible para sus nietos. “Es difícil. Nuestra escuela [Godwins] nos comprendía. Aceptó a nuestros niños y, siempre que podíamos, abonábamos la matrícula”, dice, y explica que las nuevas escuelas son caras y exigen el pago de cuotas por adelantado.
Ausencias en los colegios abiertos
La reapertura de las escuelas fue recibida con alivio por alumnos, profesores y padres, pero la asistencia en muchas de las instituciones fue escasa. En la escuela primaria Chegere, en el distrito norteño de Apac, el primer día solo un alumno se presentó. Los medios de comunicación locales informan de que en algunas escuelas del distrito central de Nakasongola hubo asistencia nula.
Nicholas Bwire, director de la escuela primaria St Nicholas en Mukono, en el centro de Uganda, dice que hubo pocos alumnos, pero se muestra optimista respecto a que más niños vendrán.
“La asistencia de los alumnos ha sido muy baja. Los padres siguen preocupados por la posibilidad de traer a sus hijos y pagar la matrícula para que las escuelas vuelvan cerrarse al cabo de unas semanas. Esto fue lo que les ocurrió a principios del año pasado, cuando las escuelas cerraron apenas unos días después de abrir”, dice. “[Los padres] nos dicen 'Vamos a venir el lunes'”.
Bwire dice estar contento de que todos sus maestros, excepto uno, se hayan presentado. Todo el personal no docente renunció, pero espera contratar a nuevos empleados.
Christine Babirye, maestra de un jardín de infancia comunitario en Kampala, dice que los padres mencionaron los precios de las matrículas y la falta de materiales como razones para no enviar a sus hijos en la primera semana. Dice que su escuela ha rebajado los costes de la matrícula y ha incentivado a los padres a traer a los alumnos.
“La vida en casa era aburrida”
Para quienes regresan tras 83 semanas lejos de las aulas, es un momento feliz. “Me siento muy bien por volver a la escuela. [La vida en] casa era aburrida”, dice Mark Kibuuka, de 14 años, alumno de la escuela primaria Bat Valley, en Kampala.
Shatrah Nanyange, de 11 años, añade: “Mi madre me dijo: 'Si vas a la escuela, sé una buena niña y si estudias bien, te daré todo lo que quieras'. Y eso es lo que estoy haciendo”.
Pero los expertos advierten de que no se puede desestimar el impacto causado en las escuelas y alumnos del país por el prolongado cierre de los colegios. Antes de la pandemia, Uganda luchaba contra el fracaso escolar, que empeorará a medida que aumenta el abandono de las aulas.
“Las desigualdades en el acceso a la educación se han visto exacerbadas por los casi dos años de cierre de las escuelas”, sostiene el doctor Ibrahim Kasirye, investigador del 'think tank' Economic Policy Research Centre.
“Las diferencias en el acceso a las formas alternativas de aprendizaje ofrecidas a los niños durante los cierres, como el uso de la radio, la televisión, los periódicos y la internet, han creado dos mundos dentro del país: uno que perdió la mayor parte de los dos años de escolarización y un 'primer mundo' que gestionó la crisis y siguió aprendiendo”, dice, e insta a prestar especial atención al grupo que no pudo aprender en absoluto.
La doctora Mary Goretti Nakabugo, directora ejecutiva de Uwezo, una organización benéfica que promueve el acceso al aprendizaje en Uganda, sostiene que el sector educativo del país está “en crisis”.
“Debemos garantizar que todos los alumnos regresen a la escuela, pero también importa lo que suceda cuando vuelvan para asegurarnos de que no estén preocupados y sean capaces de permanecer”, dice.
Traducción de Julián Cnochaert
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