Tras la muerte de 15 personas en su intento de entrar a Ceuta a nado, la atención mediática frenó una práctica tan habitual como clandestina: las devoluciones inmediatas de inmigrantes, ilegales según la legislación vigente. Pero ya han regresado. Este viernes, durante el último intento de salto, los agentes españoles volvieron a echar a Marruecos a numerosos inmigrantes que estaban enganchados en el vallado, corrían entre las dos grandes alambradas o habían conseguido superar al completo el entramado que compone el perímetro fronterizo.
En torno a 800 inmigrantes, según cifras oficiales, divididos en al menos cuatro grupos, intentaron acceder a Melilla por diferentes puntos del vallado fronterizo. Tan sólo 10 subsaharianos, informa la Delegación del Gobierno, consiguieron finalmente su objetivo de pisar suelo español. Las mismas fuentes oficiales confirmaron que al menos una veintena de inmigrantes permanecieron durante horas subidos a la alambrada pero que “finalmente, los inmigrantes encaramados a la valla desistieron y retornaron a Marruecos”.
Estas personas que se negaban a descender de la valla temían la devolución “en caliente”, la entrega inmediata a las autoridades marroquíes, algo ilegal según la ley de Extranjería, el acuerdo bilateral con Marruecos y numerosos tratados internacionales que protegen el derecho de asilo. Los inmigrantes se negaban a la derrota y esperaban abrazados a la alambrada, mientras muchos de sus compañeros salían del Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) para corearles y animarles.
En la zona de Beni Enzar, la Policía Nacional acudió a bordo de una maquinaria con una especie de grúa desplegable para intentar bajar a los inmigrantes que continuaban en el vallado. Estas personas se negaban al grito de “libertad, libertad”. Los antidisturbios bajaron a una mayoría a la fuerza, empujándoles y rociando sobre algunos de ellos gas pimienta, según pudo comprobar este periodista.
Algunos de estos inmigrantes consiguieron eludir el despliegue de seguridad y correr por suelo español, para luego ser metidos en los furgones policiales. El periodista no ha podido comprobar adónde se dirigían, pero el comunicado oficial de Delegación del Gobierno ha asegurado que “los [cerca de 20] encaramados a la valla desistieron y retornaron a Marruecos”. Las imágenes descartan esa actitud de renuncia.
“Nadie se puede creer que un inmigrante que se ha jugado la vida desista y retorne a Marruecos cuando está ya en suelo español. Se han cometido muchas ilegalidades y hay pruebas de numerosas expulsiones. Además, Marruecos ha vuelto a actuar con extrema violencia”, asegura el presidente de la asociación Prodein, que ha presentado una denuncia formal al Defensor del Pueblo por los hechos ocurridos en estos intentos de entrada a España.
Al menos tres inmigrantes, según testigos, consiguieron superar todo el vallado, a la altura del cementerio musulmán de Sidi Guariach –cerca del CETI-, y fueron devueltos contra su voluntad, e incumpliendo la legislación vigente, a Marruecos.
En este tramo, se pudo ver a miembros de las Fuerzas Auxiliares marroquíes dentro del vallado español, empujando a los subsaharianos hacia marruecos y golpeándoles con los fusiles de asalto.
Una vez expulsados, los inmigrantes fueron conducidos a la fuerza hasta ser reunidos en grupos de 40 ó 50. Entonces, se les engrilletó y se les tiró al suelo para, una vez tumbados, poder controlarlos de forma violenta hasta que llegó un autobús en el que fueron trasladados a Rabat.
El pavor al regreso dio fuerzas a uno de ellos para permanecer durante cuatro horas sentado en lo alto de una farola del lado español. Justo por esa zona, conocida como Villa Pilar, las fuerzas españolas sacaron por las puertas de la alambrada a varios inmigrantes y los entregaron a los agentes magrebíes.
El joven, que no bajó hasta que llegó la Cruz Roja, tenía miedo a bajar y ser devuelto también a Marruecos. En la zona baja de la alta farola los voluntarios de la institución humanitaria le indicaban como podía bajar, según demuestran unas imágenes de la agencia Atlas. Él, visiblemente entumecido y exhausto, mostraba grandes dificultades para descender. Cuando se encontraba a unos cuatro metros del suelo se derrumbó, y tuvo que ser atendido en el hospital de Melilla.
La Asociación Pro Derechos Humanos de Melilla (APDHM) asegura que, con la ley en la mano, todos los inmigrantes que tocan la valla o están atrapados en ella ya están en suelo español y se les debe aplicar el Régimen General de Extranjería, teniendo que ser conducidos a Jefatura para que se les abra un expediente de expulsión. Sin embargo, el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, explicó que existía una frontera “geográfico-topográfica” y otra “jurídico-política” que no coincidían. Y que para las expulsiones había que contar con la segunda y no con la primera. Por lo que, si no se superaba el vallado, no había expulsión ilegal.
En esta ocasión, algunos de los inmigrantes superaron el vallado fronterizo y, a pesar de ello, fueron entregados a los agentes alauíes. Joseph, un joven camerunés acogido en el CETI de Melilla, dice comprender perfectamente la situación que vive España y las dificultades para el control migratorio que sufre una ciudad tan pequeña como Melilla. Pero, cree que eso no le da derecho a nadie a saltarse las leyes ni a tratar “como animales” a las personas que huyen de la pobreza: “Es muy difícil llegar a Melilla, es muy difícil. No tenemos otra alternativa”.
Por eso, al igual que Semplice, otro camerunés que presenciaba toda la secuencia del salto desde las puertas del centro de acogida, creen que “no tienen que pegarnos ni expulsarnos a Marruecos”, porque la criba ya la hace el hambre, el camino y la propia valla, y porque, ante todo, vienen porque “aquí hay leyes y derechos y en nuestros países no”.