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El certero análisis de los problemas de las ciudades de un extremista llamado Francisco

Esta semana he decidido que escribe otro por mí. Así que, abro comillas:

En efecto, el que me ha quitado el puesto esta semana es Jorge Mario Bergoglio. A estas alturas, ya todo el mundo sabe que el Papa Francisco ha sacado una encíclica tan ecologista como una lancha de Greenpeace desafiando a un petrolero pero no se ha hablado tanto del enfoque urbano de muchas de los argumentos de Laudatio Si’, que así se llama su carta sobre “la casa común”. No sé si he infringido alguna norma de copyright católico, pero me he tomado la libertad de resumir y juntar más o menos todo lo dicho sobre ciudad en el texto papal. Y, visto así en conjunto, es como si al hombre le hubiese inspirado una santísima trinidad formada por Jan GehlAntanas Mockus y Ada Colau. El Papa trata en su encíclica muchos de los fregados esenciales de las ciudades del mundo: desigualdad, urbanismo social, transporte y movilidad, gestión de residuos, vivienda y hasta gentrificación y política de lo común. Y lo hace, parece que muy bien asesorado desde la Universidad Católica Argentina y por más de 200 colaboradores, con conocimiento y criterio.

Lo que dice Francisco en su encíclica es lo evidente, lo que muchos ya sabemos desde hace mucho, lo que construye mejores ciudades y mejores sociedades. Pero es, al mismo tiempo, lo que muchos otros se niegan a aceptar y a hacer, lo opuesto a las políticas, economías y mensajes de tantísimos mandamases de todo el mundo. De hecho, son esas políticas, economías y mensajes los que han provocado que este señor que dirige una organización tan importante y tan cómplice hasta hace nada con mucha cosa fea, haya dado este golpe encima de la mesa. Sus ideas sobre cómo debe ser una ciudad decente, por ejemplo, están muy cerca de las que han propuesto las candidaturas de confluencia que se han presentado, y ganado en algunos casos, en las municipales españolas. Ideas, por tanto, que lo convierten automáticamente en populista, extremista y radical a los ojos de Rajoy y el resto de la clase política tradicional, pero también para buena parte de los medios de comunicación de aquí, desde La Razón a El País.

Vamos, que últimamente no hay dios que entienda lo que pasa en este mundo. Y amén.

Esta semana he decidido que escribe otro por mí. Así que, abro comillas:

En efecto, el que me ha quitado el puesto esta semana es Jorge Mario Bergoglio. A estas alturas, ya todo el mundo sabe que el Papa Francisco ha sacado una encíclica tan ecologista como una lancha de Greenpeace desafiando a un petrolero pero no se ha hablado tanto del enfoque urbano de muchas de los argumentos de Laudatio Si’, que así se llama su carta sobre “la casa común”. No sé si he infringido alguna norma de copyright católico, pero me he tomado la libertad de resumir y juntar más o menos todo lo dicho sobre ciudad en el texto papal. Y, visto así en conjunto, es como si al hombre le hubiese inspirado una santísima trinidad formada por Jan GehlAntanas Mockus y Ada Colau. El Papa trata en su encíclica muchos de los fregados esenciales de las ciudades del mundo: desigualdad, urbanismo social, transporte y movilidad, gestión de residuos, vivienda y hasta gentrificación y política de lo común. Y lo hace, parece que muy bien asesorado desde la Universidad Católica Argentina y por más de 200 colaboradores, con conocimiento y criterio.