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 “No se puede entender Madrid sin conocer las cicatrices dejadas por los bombardeos de la Guerra Civil”

En febrero de 1939 cayó la última bomba sobre Madrid en la Guerra Civil. Ochenta años después, Luis de Sobrón y Enrique Bordes, doctores arquitectos y profesores asociados del Departamento de Ideación Gráfica Arquitectónica de la ETSAM publican el primer resultado de un trabajo de investigación de dos años. Madrid Bombardeado 1936-1939 es un plano que expone las heridas de lo que fue el primer bombardeo moderno, con aviación además de artillería, sobre una gran urbe europea. Dibujado a partir de la ciudad actual, Luis y Enrique han geolocalizado los edificios dañados a partir de fuentes como los libros de salidas de los bomberos de entonces, los fondos fotográficos de la Biblioteca Nacional y el Archivo de la Delegación de Propaganda y documentación de los arquitectos del Comité de Saneamiento, Reforma y Construcción.

El plano, que de momento existe en una pequeña edición del Ayuntamiento de Madrid y que se puede pedir en bibliotecas, centros culturales y juntas municipales, es muy pertinente. Lo es ahora que afloran discursos hasta hace poco ocultos por la vergüenza; un momento en el que, quizás porque hemos dejado de mirar los mapas para elegir nuestro rumbo y los hemos programado para que decidan ellos por nosotros, es necesario volver a ver las cosas con perspectiva. Y recordar que Franco estaba dispuesto a destruir Madrid antes que dejársela a quienes él mismo había señalado como sus enemigos: los madrileños. Unos enemigos que resistieron heroicamente las bombas y hasta se rieron de ellas, como se cantaba en Puente de los Franceses.

¿Por qué Madrid no tiene un conciencia colectiva de lo sucedido a pesar de haber sufrido el primer bombardeo moderno de la Historia?

En gran parte porque, durante cuatro décadas de dictadura, las instituciones cubrieron con un manto de olvido los bombardeos sobre Madrid y todas las demás ciudades que los sufrieron, imponiendo, como en tantos otros ámbitos, un relato alternativo que no se correspondía con la realidad. La represión y el miedo se encargaron de que quienes vivieron aquellos hechos no osaran difundirlos públicamente. Después, las primeras décadas de democracia supusieron un ejercicio de amnesia colectiva probablemente justificado por lo delicado de la coyuntura. Por otro lado, en Madrid, al contrario que en Guernica o Barcelona, las autoridades no han tenido hasta ahora interés por fomentar ni difundir la investigación y el conocimiento sobre su pasado como ciudad bombardeada. En estas condiciones, y con la generación que vivió los bombardeos ya desaparecida, no es de extrañar que la población actual, por no hablar de los visitantes, no tenga apenas conciencia de este aspecto trágico, que podemos considerar relativamente reciente de nuestra historia. Por eso, desde nuestra profesión de arquitectos, profesores de dibujo e investigadores, asumimos casi como una obligación la tarea de dibujar un plano del Madrid bombardeado.

De hecho, son las crónicas sobre el bombardeo de la capital del periodista francés Louis Delaprée la principal inspiración para el Guernica de Picasso.Guernica 

Eso aseguran estudiosos como el hispanista británico Martin Minchom: muchas de las imágenes que plasma Picasso en su Guernica corresponden con las descripciones de los bombardeos de Madrid en las crónicas que hacía Delaprée para Paris-Soir. Quizás lo más interesante es ver cómo lo que en su momento fue el primer bombardeo sobre una gran capital europea, con gran difusión en prensa internacional, fue desapareciendo del imaginario colectivo para ser desplazado por la fuerza del mensaje de Picasso... Pero no deja de ser significativo que el pintor siempre quiso que el cuadro volviese a Madrid.

Noviembre de 1936 es el momento más sangriento. Pero en 1937 señaláis que hay 6.036 siniestros atendidos, eso es una media de más de 16 al día.

Aunque los bombardeos comenzaron en los últimos días de agosto de 1936, hasta que el frente no llegó a las proximidades de Madrid consistieron en acciones esporádicas y poco contundentes, no exentas de víctimas. Entre el 8 y 23 de noviembre, con las tropas sublevadas intentando tomar la ciudad, los bombardeos de las aviación alemana fueron sistemáticos, día y noche. Madrid fue la primera gran ciudad en sufrir un bombardeo de semejante intensidad. Es cierto que durante la Segunda Guerra Mundial los bombardeos fueron de una magnitud mucho mayor, pero se trata de una cuestión cuantitativa: allí se dispuso de más aviones y de bombas aún más potentes. A partir de enero de 1937, prácticamente no se vuelven a producir ataques aéreos sobre Madrid pero, desde la Casa de Campo y el Cerro de los Ángeles se cañonea la ciudad casi a diario hasta marzo de 1939. Algunas jornadas, con cientos de proyectiles lanzados.

Las zonas más afectadas, según el plano, son el centro y el oeste. 

La destrucción del barrio de Argüelles, al oeste de la ciudad, puede tener cierta lógica militar, ya que el plan de las tropas sublevadas era entrar precisamente desde la Ciudad Universitaria. El caso es que el bombardeo de este barrio madrileño, que quedó prácticamente arrasado, no consiguió debilitar las tropas defensoras o, al menos, no en la medida suficiente. En este mismo sentido, el ataque al centro de Madrid es más que dudoso. Es cierto que ahí se ubicaban ministerios, edificios oficiales y edificios que podían albergaban tropas y armas, pero por cada supuesto objetivo estratégico se destruyeron o dañaron 99 inmuebles que no eran más que edificios de viviendas, escuelas, teatros, etc. En realidad, el bombardeo del centro de la ciudad forma parte de la puesta en práctica de las doctrinas militares de Giulio Douhet, que planteaban que las guerras ya no se ganaban sólo en el frente sino también en la retaguardia, amedrentando y aterrorizando a la población civil hasta su desmoralización. Los alemanes se llevaron mucho aprendido de la Guerra Civil para luego reproducirlo a mayor escala en Europa.

Argüelles, como decís, es el barrio más asediado y, posteriormente, el que vivió una reconstrucción más profunda, llena de monumentos y símbolos de la victoria e incluso con un Ministerio del Aire rodeado por viviendas militares. ¿Qué otros cambios en el urbanismo de la ciudad tienen que ver con los bombardeos?

La mayor parte de los edificios dañados se repararon en unos años de posguerra en los que, por pura escasez de medios y en ausencia de un Plan Marshall, era preciso aprovechar todo lo que quedara en pie. En muchos casos se trataba de daños más o menos localizados. Edificios monumentales totalmente destruidos, como el palacio de Liria o la iglesia de San Sebastián, fueron reconstruidos. Otros menos dañados, como es el caso del Palacio Real, la iglesia de San Ginés, la de San Martín o el monasterio de las Descalzas Reales, fueron también reparados. No obstante, todavía quedan muchas cicatrices en la ciudad y no se puede entender completamente Madrid sin conocer y comprender estas heridas. Hablamos principalmente de algunos vacíos urbanos y de inmuebles construidos en los años cuarenta y posteriores, que ocupan el solar de un edificio antiguo derribado por las bombas y cuya estética suele desentonar bastante en el tejido urbano del Madrid del siglo XIX. Todos nos hemos fijado en ese tipo de edificios cuya perturbadora presencia es, en más casos de los que creemos, consecuencia de la guerra.

¿Cómo ha sido el proceso de trabajo para recabar la información? ¿Cuánto tiempo os ha llevado?

Con un poco de experiencia en el campo de la investigación ya empiezas a tener una idea de cómo buscar referencias y en qué archivos puedes encontrar según qué documentos pero, como cualquier trabajo de este tipo, también hay que preguntar a la gente que puede orientarte. En este caso, llevamos aproximadamente dos años trabajando en esto y, afortunadamente para todos, cada vez hay más documentos digitalizados y colgados en la red, sobre todo tratándose de fotografías. No obstante, ningún investigador se libra de visitar personalmente algunos archivos clave donde, además, el personal suele atenderte muy bien y te dan pistas muy valiosas. En nuestro caso, pudimos ponernos en contacto con Juan Miguel Redondo Toral, oficial del cuerpo de bomberos de Madrid, que durante años ha sido responsable del archivo histórico de esta institución y cuya colaboración ha sido clave para esta investigación.

Decís que es “un trabajo abierto, susceptible de ser completado y actualizado”, ¿vais a abrir una fase de recogida de información?

Es difícil hacer una estimación no sólo de cuánto queda por documentar sino de cuánto es posible llegar a documentar. No existe una fuente completa que dé cuenta de todos los edificios que resultaron dañados. Con toda seguridad, muchos de los siniestros que se produjeron no se podrán documentar nunca, bien porque las fuentes ya no existen o bien porque nunca llegaron a registrarse en ningún sitio. Somos conscientes que en los fondos fotográficos que hemos rastreado hay imágenes en las que no hemos podido identificar de qué edificio o edificios se trata por falta de referencias visuales. Plantearnos una especie de buzón a través de una página web donde cualquiera pudiera aportar documentación que contribuya a completar este plano es una posibilidad que consideramos aunque todavía no tenemos ultimado los detalles. No obstante, aunque sabemos que irán apareciendo datos que hasta ahora se nos han escapado, pensamos que el grueso de los edificios afectados, sobre todo aquellos que sufrieron gran destrucción, están recogidos en el plano. Por otro lado, están los barrios de Madrid que entonces formaban núcleos de población fuera de su término municipal y que fueron muy castigados por las bombas pero que, por los límites que uno tiene que plantearse en cualquier investigación, no han formado parte del estudio. Es el caso de Tetuán, Puente de Vallecas o Entrevías.

Aparte del plano, ¿tenéis idea de completar esta mirada sobre la ciudad bombardeada con otras acciones: exposiciones, paseos, webs…?

Después de dos años de investigación, recopilando información y construyendo una gran base de datos, aún queda mucha tarea de análisis, pero nos pareció oportuno, cuando en estas semanas se cumple el ochenta aniversario del final de los bombardeos sobre Madrid, publicar un primer resultado del trabajo en forma de plano del Madrid bombardeado que diera a la gente la oportunidad de descubrir y empezar a conocer y a tomar conciencia de esta realidad. Estamos estudiando posibles ramificaciones del proyecto, ya en contacto con el Ayuntamiento de Madrid y su oficina de Memoria, un contexto ideal para futuras iniciativas a las que vincular nuestro trabajo.

Cuando se critica cualquier ejercicio de memoria histórica se suele decir que no sirve más que para dividir, sin embargo, saber lo que pasó, entenderlo, puede ser un antídoto para que no se repita.

Es cierto que existe en muchas personas esa actitud de división ante cualquier asunto relacionado con la Guerra Civil Española. Muchos lo hemos experimentado personalmente, incluso con personas cercanas. Pero el error es entender que las heridas no se cierran porque recordamos nuestro pasado. Quizás es al revés, porque aún no se han cerrado las heridas algunos no son capaces de enfrentarse a un pasado nada lejano. La historia es tozuda y no desaparece por mirar para otro lado. Cualquiera que viaje, por ejemplo, a Normandía, encontrará en cada pueblo un memorial, un homenaje o un centro de interpretación sobre la Segunda Guerra Mundial, que es sólo un poco más reciente que nuestra Guerra Civil. A nadie en Francia se le ocurre pensar que estos ejercicios de memoria sólo sirven para dividir y enfrentar de nuevo a los franceses con los alemanes. Muy al contrario, son monumentos que recuerdan los hechos como fueron para poder superarlos y mirar hacia delante. Para pasar página de la historia, primero hay que escribirla…

En febrero de 1939 cayó la última bomba sobre Madrid en la Guerra Civil. Ochenta años después, Luis de Sobrón y Enrique Bordes, doctores arquitectos y profesores asociados del Departamento de Ideación Gráfica Arquitectónica de la ETSAM publican el primer resultado de un trabajo de investigación de dos años. Madrid Bombardeado 1936-1939 es un plano que expone las heridas de lo que fue el primer bombardeo moderno, con aviación además de artillería, sobre una gran urbe europea. Dibujado a partir de la ciudad actual, Luis y Enrique han geolocalizado los edificios dañados a partir de fuentes como los libros de salidas de los bomberos de entonces, los fondos fotográficos de la Biblioteca Nacional y el Archivo de la Delegación de Propaganda y documentación de los arquitectos del Comité de Saneamiento, Reforma y Construcción.

El plano, que de momento existe en una pequeña edición del Ayuntamiento de Madrid y que se puede pedir en bibliotecas, centros culturales y juntas municipales, es muy pertinente. Lo es ahora que afloran discursos hasta hace poco ocultos por la vergüenza; un momento en el que, quizás porque hemos dejado de mirar los mapas para elegir nuestro rumbo y los hemos programado para que decidan ellos por nosotros, es necesario volver a ver las cosas con perspectiva. Y recordar que Franco estaba dispuesto a destruir Madrid antes que dejársela a quienes él mismo había señalado como sus enemigos: los madrileños. Unos enemigos que resistieron heroicamente las bombas y hasta se rieron de ellas, como se cantaba en Puente de los Franceses.