Me dedico al periodismo, la comunicación y a escribir libros como “Exceso de equipaje” (Debate, 2018), ensayo sobre el turismo que se desborda; “Biciosos” (Debate, 2014), sobre bicis y ciudades; y “La opción B” (Temás de Hoy 2012), novela... Aquí hablo sobre asuntos urbanos.
Sólo sé que Marga ya va en bici por Madrid
Hace veinte días presté mi tarjeta de BiciMAD a mi amiga Marga para que probase a dar una vuelta a la manzana. Eso hizo, con mucho susto y sin que ni ella ni yo pensásemos que aquello fuese a ir más allá. Pero sí ha ido.
Yo he pasado esos veinte días fuera, más o menos alejado del ruido que está provocando todo esto del lanzamiento del servicio público del alquiler de bicis. A las quejas por los fallos iniciales del sistema, y en vista de que van solucionándose algunos —pero no todos, que esto sigue muy a medias— y ya hay bastante gente usando el asunto —más de 10.000 registrados y 3.200 usos diarios de las bicis a finales de julio—, se han sumado las que se fijan en las tarifas y, sobre todo, en esa primera media hora de pago; de 0,50 céntimos de pago, en concreto. Los que protestan —más de 7.500 ya en la campaña de Change— se quejan de que esto no ocurre en ninguna ciudad española ni tampoco, por ejemplo, en Londres o París. Y están en lo cierto.
El Ayuntamiento de Madrid ha hecho —o le ha salido, que no tiene pinta de que haya ninguna estrategia detrás—, un órdago a grande, a pares y a juego en todo este tema de los servicios públicos de alquiler de bicis y tiene, por eso, a todo el sector de la movilidad mundial pendiente de lo que pueda pasar aquí. BiciMAD no es sólo el primer gran sistema que se atreve a cobrar la primera media hora. También es el primero que se inaugura exclusivamente con electricidad en las bicis y el primero que lo hace sin tener a disposición de los usuarios una red de vías ciclistas medianamente digna y, por tanto, propone invadir de bicicletas las calzadas y pacificar el tráfico a las bravas.
Dejo para otra ocasión los otros órdagos, me quedo con el tarifario y me permito algo muy poco común en estos tiempos: dudo. Sé que debería escribir algo definitivo y radicalmente en contra sobre el pago, pero no soy capaz. Por supuesto que me encantaría ahorrarme los 50 céntimos cada vez que voy y vengo y sé que además suponen un freno para que mucha gente use el servicio. También sé que no hay que pretender la rentabilidad económica de los servicios públicos sino su rentabilidad social. Pero tampoco me parece mal poner algo de precio para dar valor a según qué cosas. Y también sé que no hay nada gratis en estos casos y el hecho de no cobrar esos trayectos no significa que no haya que pagar, vía impuestos, recaudación de parquímetros o, más bien, de ambas maneras, los costes de mantenimiento del asunto. Luego está eso de que la electricidad cuesta dinero y más en este país, en el que tenemos la factura energética secuestrada por los contubernios de los gobiernos con las eléctricas. Pero lo que más me hace dudar son cosas que veo que pasan en otras ciudades donde es gratuita esa primera media hora. Pongo dos ejemplos pero podrían ser más.
En Nueva York se está tramando una inyección de muchísimo dinero para que el sistema, instalado hace un año, siga funcionando y se pueda expandir a otras zonas. CitiBike, que así se llama allí, ha sido un éxito desde el principio y ese mismo éxito ha estado a punto de llevarlo a la muerte por congestión y falta de recursos para mantenimiento.
De hecho, si finalmente se llega a ese acuerdo, es probable que el abono pase de 95$ a 140$, aunque la primera media hora de momento seguiría siendo gratis para abonados (posiblemente porque así lo exige el contrato). Pero como Nueva York está lejos y además el sistema es especial porque se financia con el patrocinio de Citibank y no con dinero público me vengo a Barcelona.
Allí está Bicing, uno de los sistemas que se ponen como ejemplo de éxito en todo el mundo y que acaba de anunciar que en diciembre sumará a su oferta de 6.000 bicis en 400 estaciones otras 300 bicis eléctricas —cuya primera media hora de uso costará, por cierto, 0,45 céntimos—. Pero, ¿qué pasaría si se les preguntase a los responsables de ese éxito qué harían distinto si pudieran empezar de nuevo?
Eso ya pasó. Esa pregunta ya fue hecha. Ocurrió hace dos meses en un coloquio que tuvo lugar en el FestiBal con B de Bici organizado por Biernes con B en Matadero Madrid y cuyo resumen se puede leer en esta entrada de En Bici por Madrid. Y la respuesta de Ángel López, director de Servicios de Movilidad y ahora responsable del programa de Movilidad Eléctrica del Ayuntamiento de Barcelona, fue la siguiente:
“La estructura tarifaria. Una estructura tarifaria que dé flexibilidad a la demanda y costes y que se pueda integrar en el transporte público. Pagar desde el primer minuto para que sea sostenible económicamente. Actualmente, el Bicing le quita usuarios al autobús. El coste por viajero y Km es el mismo, pero el Bicing es gratis para el usuario”.
Pues eso, que sigo haciendo braza en un mar de dudas. En cualquier caso, me parece que 0,50 es un coste excesivo por un trayecto y que eso es lo que tendría que costar, como máximo, una ida y vuelta. Pero es difícil decirlo sin todos los números del asunto sobre la mesa.
Lo que sí sé es que en estos veinte días en los que no he estado por aquí, mi amiga Marga se ha sacado su tarjeta de BiciMAD y ha empezado a ir en bici por Madrid, algo que jamás pensó que fuese a hacer. Marga me cuenta que las primeras veces iba temblando, que le daba un miedo atroz y que aún sigue haciendo trayectos mucho más largos de lo normal sólo por evitarse sustos con los coches. Pero cada mañana camina desde su casa en Chamberí hasta la estación más cercana para montar en una bici e ir hacia Atocha, donde coge un tren hasta su trabajo mañanero. Y, al acabar y tomar el tren de vuelta, coge otra bici para ir a su trabajo de tarde, en Malasaña.
Y me lo cuenta con una sonrisa en la cara que retrata la felicidad que vive en cada trayecto y el comienzo de ese pequeño gran cambio interior que da ir en bici por tu ciudad. Y yo pienso que si esto le ha pasado a Marga y a otras personas como ella en 20 días, igual dentro de 20 meses la ciudad, por fin, está llena de bicis, públicas y privadas, y no de coches. Ojalá el órdago nos sirva para ganar una partida que, esto sí que lo tengo clarísimo, es buena para todos.
Hace veinte días presté mi tarjeta de BiciMAD a mi amiga Marga para que probase a dar una vuelta a la manzana. Eso hizo, con mucho susto y sin que ni ella ni yo pensásemos que aquello fuese a ir más allá. Pero sí ha ido.