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1 de mayo: Día Internacional de los (no) Trabajadores

       Hoy es uno de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Una fecha que tiene su origen en la Revolución Industrial de Estados Unidos. Los protagonistas de la historia fueron doscientos mil trabajadores que pedían ocho horas: ocho horas para la jornada laboral, ocho horas para dormir y ocho horas para la casa. Lo exigieron ejerciendo su derecho a la huelga (ese derecho que hoy aquí nos están limitando), el 1 de mayo de 1886. A finales de este mes se consiguió la jornada laboral de ocho horas. A España llegó a principios de 1919, ¿y hoy, dónde están esos derechos laborales que nuestros antepasados consiguieron y que los jóvenes de este país no podemos disfrutar?

        “Ninis” nos llaman. Ninis ellos: ellos son los que ni nos dejan trabajar, ni nos dejan estudiar. Somos la generación mejor y más preparada de la historia de este país, nos dicen, pero, actualmente, con una subida de tasas del 66% en dos años y con los brutales recortes en becas, hacen que el acceso a la educación superior sea un privilegio al alcance de unos pocos. Ha costado un esfuerzo económico, de tiempo y de estudio tremendo llegar a donde estamos hoy, y hoy nos vamos. Todo lo invertido en nuestra formación se lo lleva Alemania y Reino Unido. Estamos sobradamente preparados, pero aquí no nos quieren.  

        Mientras, en el ámbito laboral, los datos no son muy esperanzadores: los últimos datos de la EPA revelan que en este país ocurre algo extraño: la gente desaparece a puñados de cien. ¿Cómo es posible que en el primer trimestre del año hayan bajado tanto el número de personas ocupadas como el número de personas en paro? ¿Se nos traga la tierra? Además, la tasa de paro en personas menores de 25 años, según esta misma encuesta, es del 51,4%, y el año pasado un 92% de los empleos creados eran temporales y la gran mayoría del 8% restante fueron contratos indefinidos a tiempo parcial. El poco empleo que crean es precario; a los jóvenes nos obligan a elegir entre paro y precariedad en este país.

        La juventud lo llevamos diciendo muchos años ya: paro y precariedad son las dos caras de una misma moneda, son las dos caras de un modelo productivo pensado para que unos pocos se enriquezcan mientras empobrecen a las mayorías sociales. Oxfam Intermon publicó hace unas semanas esta desgarradora noticia: en 2016 el 1% de la población mundial tendrá la misma riqueza que el 99% restante. Las reformas laborales del PP y del PSOE y la Garantía Juvenil europea, según dicen pensadas para fomentar el empleo juvenil entre otras cosas, lo único que consiguen es sumirnos aún más, si es que se puede, en una precariedad laboral y vital que nos impide construirnos un proyecto de vida digno.

        Nos dicen que no hemos sabido emprender, que no tenemos experiencia. Nos dicen que no tenemos la formación necesaria y que por eso tenemos que ser becarios indefinidamente. Por favor, pónganse de acuerdo, o somos la generación mejor preparada o no tenemos la formación necesaria. También nos dicen que somos unos vagos. Esta sí que es buena. Hacemos malabares con nuestras vidas: somos capaces de tener dos y tres contratos por horas para tener un sueldo más o menos decente, encadenamos contratos en prácticas uno detrás de otro, contrato de formación tras contrato de formación, beca tras beca, trabajamos como falsos autónomos, trabajamos sin contrato, trabajamos sin derechos laborales, … y todavía tenemos que aguantar que nos digan que somos vagos. Miren, somos una generación que trabaja como nadie, pero en una cosa sí tienen razón: no somos considerados trabajadores. Las reformas laborales han legalizado figuras contractuales que antes era ilegales, como trabajar sin cobrar, y que se quedan fuera de lo que es considerado ser un trabajador. Por lo tanto, ni podemos aspirar a tener derechos laborales, porque no somos “trabajadores”. Solo contamos como trabajadores para maquillar las cifras del paro. En lo que se refiere a los derechos ligados al empleo, no.

        En este sentido, los dos grandes sindicatos, esos que exigían pleno empleo, hace un tiempo que están desparecidos en combate: no han sabido cambiar sus maneras tradicionales de actuación. Los jóvenes nos quedamos fuera del marco de lo que es considerado ser un trabajador y sin defensa por parte de los sindicatos mayoritarios. Somos una generación trabajadora, sobradamente preparada y totalmente desprotegida.

        En 1889 los trabajadores pedían una jornada laboral de ocho horas, pedían derechos. Hoy, 129 años después, pedimos lo mismo, derechos laborales, y algo más: que se nos reconozca la condición misma de trabajadores. Los jóvenes no queremos ser mano de obra barata ni aquí ni en ninguna otra parte del mundo. Hoy como ayer, exigimos nuestro derecho a una vida digna.  

       Hoy es uno de mayo, Día Internacional de los Trabajadores. Una fecha que tiene su origen en la Revolución Industrial de Estados Unidos. Los protagonistas de la historia fueron doscientos mil trabajadores que pedían ocho horas: ocho horas para la jornada laboral, ocho horas para dormir y ocho horas para la casa. Lo exigieron ejerciendo su derecho a la huelga (ese derecho que hoy aquí nos están limitando), el 1 de mayo de 1886. A finales de este mes se consiguió la jornada laboral de ocho horas. A España llegó a principios de 1919, ¿y hoy, dónde están esos derechos laborales que nuestros antepasados consiguieron y que los jóvenes de este país no podemos disfrutar?

        “Ninis” nos llaman. Ninis ellos: ellos son los que ni nos dejan trabajar, ni nos dejan estudiar. Somos la generación mejor y más preparada de la historia de este país, nos dicen, pero, actualmente, con una subida de tasas del 66% en dos años y con los brutales recortes en becas, hacen que el acceso a la educación superior sea un privilegio al alcance de unos pocos. Ha costado un esfuerzo económico, de tiempo y de estudio tremendo llegar a donde estamos hoy, y hoy nos vamos. Todo lo invertido en nuestra formación se lo lleva Alemania y Reino Unido. Estamos sobradamente preparados, pero aquí no nos quieren.