Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.
La otra cara del 'Brexit'
Yo, como muchas otras exiliadas de países europeos, me encuentro residiendo en Gran Bretaña desde hace un año y medio, primero en Londres, y desde hace algunos meses en Edimburgo. Y he de decir que bajo mi punto de vista, el 23 de junio fue un día triste para Reino Unido. Fue un día triste para todas las personas que habitamos esta isla, tanto las nacidas aquí como las que vivimos en ella viniendo de otros lugares. Es un día triste porque ha ganado el discurso del odio.
No nos equivoquemos, el resultado de las votaciones no es una puñalada contra las políticas de la Unión Europea, ni un signo de la ciudadanía plantando cara contra una organización que oprime y antepone los intereses económicos frente a los del pueblo. El resultado del Brexit, en este caso simboliza la victoria de la xenofobia y el racismo.
La intolerancia y el racismo han ganado en las urnas. No voy a entrar a dar mi opinión sobre si salir de la Unión Europea es un error o un acierto, o si las políticas que implanta son correctas, o si respeta o no los Derechos Humanos, ya que considero que la propia Unión se delata por si sola en estos aspectos. Pero sí me gustaría compartir un par de reflexiones con todas las personas que no hayan vivido el proceso del Brexit de primera mano.
No parece acertado culpar de estos resultados a la celebración del referéndum en sí. Utilizar este mecanismo democrático para consultar a Reino Unido sobre una cuestión que trasciende tan profundamente en la vida cotidiana de todos los ciudadanos y ciudadanas, no creo que sea la raíz del problema. Reino Unido padece sus propias inestabilidades internas y aquí también se sufre la precarización de los servicios sociales y de la sanidad en muchas regiones, cuestiones que algunos partidos como el Ukip o el BNP han utilizado para introducir la cuestión de la inmigración. El discurso que se ha llevado a cabo en la campaña a favor de salir de la UE ha sido el de la xenofobia y la intolerancia, ha sido el discurso de culpabilizar a “los otros”. Algunos movimientos y partidos, también de extrema derecha, han jugado sus cartas utilizando el odio y el miedo por bandera: si no hay trabajo no es un problema de gestión, es porque “los otros” (los inmigrantes) te lo están robando. Si la sanidad (el National Health Service, en este caso) no tiene recursos, es porque “los otros” están abusando de ella, si la educación se resiente no es por un problema en las arcas, el problema es que “los otros” nos están exprimiendo… una lástima de discurso que quizás no le suene tan ajeno a algunos de nuestros políticos Españoles.
Este es un discurso que la extrema derecha lleva intentando implantar en Reino Unido (y en otras muchas naciones) desde hace ya tiempo. Hace aproximadamente un año unas compañeras de trabajo y yo éramos victimas de uno de los episodios de racismo más brutales que me han ocurrido en mi vida. Mis compañeras y yo (de nacionalidades italiana, española y argentina) éramos expulsadas de un pub en Londres simplemente por nuestros países de origen, ya que, el dueño alegaba que no quería gente “de nuestro tipo” en su local y afirmaba que nuestros países de origen eran “una mierda”. Hoy, ese hombre ha ganado, su intolerancia y xenofobia han ganado con un 52% de los votos a favor.
El ambiente que se respira en algunas de las ciudades británicas no es la victoria de la ciudadanía luchando por sus derechos, ni el pueblo británico velando por los intereses de la población. El mensaje que hoy resuena en las cabezas de todas, especialmente aquellas personas que hemos sido aludidas en esta votación, es el de que las inmigrantes “sobramos”, que somos un problema, una “plaga”, y que ya nos somos bienvenidas.
Me entristece profundamente leer en las redes sociales mensajes de amigas tanto en Londres como en Edimburgo que expresan, que tras años viviendo en estas ciudades, ya no se sienten parte de ellas. Supongo que la sensación de incertidumbre y desamparo es compartida por gran parte de las exiliadas, ya que, algunas de nosotras vimos como nuestro gobierno nos daba la espalda y ahora observamos atónitas como nuestro país de acogida nos da la patada.