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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Del Brexit y la normalización de la xenofobia

Marea Granate Londres

Seis meses después de la consulta sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, el proceso del Brexit se está viviendo con gran incertidumbre, en especial por parte de la ciudadanía europea que vive en Reino Unido. En su mayoría, los detalles de lo que va a suponer el Brexit no se están definiendo sino ahora, a escasas semanas de la activación del Tratado de Lisboa. Sin embargo, no podemos negar que si algo ha estado claro desde el principio ha sido el discurso anti-inmigración, alimentado por parte de la clase política y medios de comunicación. Los argumentos xenófobos que buscan culpabilizar a los inmigrantes como causantes de los problemas económicos de Reino Unido han sido una constante que ha permeado el debate incluso antes del inicio de la campaña previa al referéndum.

En línea con el auge de la ultraderecha en muchos países occidentales durante los últimos años, Reino Unido ha contado con UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) para avivar el fuego de la xenofobia. Juntando nacionalismo, euroescepticismo y anti-inmigración, en las elecciones de 2014 al Parlamento Europeo, UKIP consiguió ser el partido británico más votado con el 26% de los votos y en las elecciones generales de 2015 se estableció como tercera fuerza más votada en Reino Unido. En sus campañas electorales, UKIP presentó la inmigración como una fuente de crimen y presión económica sobre el sistema de salud y la situación de la vivienda, llegando incluso a poner en marcha en 2013 unas furgonetas con el mensaje “Go home” (volved a casa) dirigido a inmigrantes ilegales.

Este contexto allanó perfectamente el terreno a una campaña pro-Leave basada en el populismo anti-inmigración, que presentaba la Unión Europea como puerta de entrada de inmigrantes sin control y daba rienda suelta a la demagogia e incluso a las mentiras. Centrándose en el control de fronteras y alimentando el miedo y el rechazo al inmigrante se conseguía disfrazar las causas del descontento social, en niveles muy altos tras décadas de políticas neoliberales inauguradas por Tatcher.

Podríamos decir que el culmen de la xenofobia se alcanzó con la publicación en el Daily Mail de una viñeta en la que refugiados, caracterizados como musulmanes y rodeados de ratas, cruzaban las fronteras europeas pasando un cartel de “Fronteras abiertas” y “libre movimiento de personas”. En una clara analogía con la propaganda nazi contra los judíos, la viñeta sugería la llegada masiva de refugiados, y exageraba la posibilidad de que extremistas pudieran llegar a Reino Unido a través de Europa camuflados entre los refugiados que huyen de situaciones de conflicto.

La normalización de este discurso xenófobo ha tenido consecuencias muy graves, ya que la victoria del Leave en el referéndum ha legitimado estos argumentos racistas ante algunos sectores de la población. Lo que es más preocupante, tras la consulta del 23 de Junio se produjo un repunte en incidentes y agresiones xenófobas, que aumentaron en torno a un 40% sobre los niveles habituales. Los incidentes recogidos durante la campaña y tras la consulta van desde pintadas racistas como las aparecidas en el colegio español de Londres o comentarios despectivos por no hablar inglés en un autobús, a ataques violentos como el que sufrió un chico por hablar español. Asimismo, las embajadas europeas en Londres confirmaron docenas de ataques racistas a sus ciudadanos en Reino Unido.

Mientras que todo parece indicar que por ahora ha pasado el repunte de delitos de odio, en las últimas semanas no hemos dejado de escuchar a Theresa May y sus ministros anunciar políticas discriminatorias. Por ejemplo, hemos visto al Gobierno de May pedir que las empresas hicieran listas de los trabajadores británicos contratados o que se incrementara el personal sanitario de nacionalidad británica en detrimento del personal extranjero. Aunque finalmente se hayan visto obligados a desestimar algunas de estas medidas, es importante señalar que si bien hace unos años UKIP era el único partido que hablaba abiertamiente de la inmigración como un problema, ahora todos los partidos mayoritarios hablan de la necesidad de establecer cuotas.

Hace pocos días, en el discurso más importante de Theresa May desde que fuera nombrada Primera Ministra del país, expuso el control de la inmigración como uno de los puntos claves de su visión del Brexit y prioridad en las negociaciones. Esta interpretación del voto pro-Leave, poniendo el centro de atención en la inmigración, puede tener consecuencias catastróficas, ya que supone un gran riesgo seguir alimentando el discurso anti-inmigración en un ambiente en el que ya han repuntado los delitos de odio.

Lo cierto es que, además de ser moralmente cuestionable, es discutible que la mayoría de la población de Reino Unido realmente esté a favor de un control estricto de fronteras. Sin olvidarnos de los beneficios que la población inmigrante trae a un país como Reino Unido, por ejemplo aportando más a través de sus impuestos de lo que va a necesitar en recursos sociales, tenemos además que una gran parte de quienes apoyaron el Brexit dio su voto en la consulta con la esperanza de ver sus condiciones de vida mejorar. Era una manera de castigar al gobierno Tory y pedir menos austeridad. Por otra parte, encuestas recientes muestran que reducir la inmigración está a la cola de la lista de preocupaciones de los jóvenes británicos, que sitúan como principales preocupaciones el encontrar trabajo, proteger los derechos humanos o garantizar servicios públicos de calidad.

En estos momentos, por tanto, más que nunca se hace necesario pronunciarse ante argumentos anti-inmigración, que llevan a la normalización y legitimación de la xenofobia, y volver a poner el foco sobre lo que están escondiendo estos discursos: la lucha contra la austeridad y a favor del estado de bienestar.

Seis meses después de la consulta sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, el proceso del Brexit se está viviendo con gran incertidumbre, en especial por parte de la ciudadanía europea que vive en Reino Unido. En su mayoría, los detalles de lo que va a suponer el Brexit no se están definiendo sino ahora, a escasas semanas de la activación del Tratado de Lisboa. Sin embargo, no podemos negar que si algo ha estado claro desde el principio ha sido el discurso anti-inmigración, alimentado por parte de la clase política y medios de comunicación. Los argumentos xenófobos que buscan culpabilizar a los inmigrantes como causantes de los problemas económicos de Reino Unido han sido una constante que ha permeado el debate incluso antes del inicio de la campaña previa al referéndum.

En línea con el auge de la ultraderecha en muchos países occidentales durante los últimos años, Reino Unido ha contado con UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) para avivar el fuego de la xenofobia. Juntando nacionalismo, euroescepticismo y anti-inmigración, en las elecciones de 2014 al Parlamento Europeo, UKIP consiguió ser el partido británico más votado con el 26% de los votos y en las elecciones generales de 2015 se estableció como tercera fuerza más votada en Reino Unido. En sus campañas electorales, UKIP presentó la inmigración como una fuente de crimen y presión económica sobre el sistema de salud y la situación de la vivienda, llegando incluso a poner en marcha en 2013 unas furgonetas con el mensaje “Go home” (volved a casa) dirigido a inmigrantes ilegales.