Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.
Emprende
Un año, sin saber cómo, llega ese verano en el que acabas de estudiar. Tienes tu carrera, tu máster, tus cursos de idiomas y todas esas cosas que te piden para poder optar a un empleo. De las condiciones del mismo mejor no hablamos, porque todos conocemos y hemos sufrido ya los contratos de formación, las prácticas interminables y la precariedad laboral. Todos conocemos la crisis y las consecuencias que esta ha parecido tener solo para los de abajo, los que nos levantamos todos los días para poder empezar a dibujar nuestro futuro y salir adelante. Porque, inexplicablemente, los ricos son cada vez más ricos y nosotros somos cada vez más pobres, pero ese es otro tema.
Volvamos a ese primer verano en el que por primera vez no tienes una vuelta a la universidad en septiembre. No tienes tampoco muchas posibilidades de que te contraten en unas condiciones dignas. Entonces, ¿qué haces? Es ahí cuando el discurso del “eres joven, emprende” empieza a perseguirte. Emprende porque no tienes nada que perder. Acabas de terminar de estudiar. Tienes tu carrera, tu máster, tus cursos de idiomas. Lo tienes todo a tu favor para triunfar en esta vida. Emprende. Sé autónomo. Sé tu propio jefe. Emprende, claro que sí. Emprende.
Con esta cantinela aterrizamos muchos jóvenes en la vida adulta tras el letargo estudiantil. Y lo peor es que caemos en la trampa. Peor aún, nos conducen hacia la trampa, nos vemos obligados a morder la manzana envenenada de la tarifa plana para nuevos autónomos, caemos en el pozo de los impuestos sobre el valor añadido y naufragamos en un mar de clientes que pagan a tres meses o que ni si quiera pagan. Debido a que cada vez más empresas optan por la contratación de freelancers en lugar de contratar gente en plantilla y a que simplemente muchos de nosotros no tenemos otra salida, emprendemos ilusionados con poder dedicarnos a “lo nuestro” y nos damos cuenta de que la manzana no es tan roja como parecía, que el pozo es más profundo de lo que parece y que el mar de clientes más bien es un desierto en el que el más mínimo atisbo de agua no deja de ser un espejismo.
Pero tú emprendes, das el paso y te haces autónomo a pesar de haber escuchado viejas leyendas sobre lo difícil que está la situación con esto de la crisis. Entonces te das de bruces con la realidad: tienes que pagar para poder trabajar. Sí, sí. Estás leyendo bien. A nadie nos sorprende que antes de poder empezar a trabajar por cuenta propia, debas pagar tu seguro de autónomo y, suerte que eres joven, vas a entrar al mundo del autoempleo por la puerta grande, con la tarifa plana para jóvenes. No vamos a negar la evidencia, es una gran ayuda y una muy buena motivación para lanzarse a los tiburones.
Hombre, algo parece que está medio bien en este país. ¡Un momento! ¡Espera! ¡No corras tanto! ¿Que en Francia un autónomo paga en función de sus ganancias? ¿Que en Reino Unido hay una cuota fija establecida entre los 13 y los 58 euros? Vaya, parece ser que en la casa del vecino se come mejor que en la mía. Pero claro, tú ya eres autónomo en España, ya no puedes hacer otra cosa que resignarte, comerte esas tristes verduras al vapor que has podido comprar con tu primera factura cobrada e iniciar una búsqueda de clientes que solo acabará el día en que te des por vencido. Pero, oye, siéntete orgulloso, estás salvando a tu país, estás vaciando las colas del paro, estás sacando adelante un país con casi un 20% de tus ganancias, aunque sean míseras.
Aún así, sigues luchando por lo que quieres y piensas “joder, eres uno del 2% de trabajadores autónomos por debajo de 25 años en este país. A pesar de todas las trabas que supone iniciar tu negocio desde cero y sin tener idea ni formación sobre la montaña de papeles, formularios y declaraciones que has tenido que firmar y que firmarás, estás saliendo adelante. Cuesta. Cuesta seguir sobre todo cuando cada tres meses llega la señora Hacienda y te dice: ”Ey, tío, mira a ver si me puedes hacer el favor de darme el 20% de todo lo que has facturado porque ese tío grande y gordo de ahí que se lleva todos los clientes no me lo quiere dar“. Y es aquí cuando te das cuenta de que hagas lo que hagas, ese tío grande y gordo siempre va a ser más que tú, siempre se va a salir con la suya, va a evitar pagar todo lo que tenga que pagar, te va a quitar clientes y va a reventar el mercado con sus precios y tarifas porque resulta que los fines de semana sale de fiesta con la tal señora Hacienda (puede que hasta hayan tenido alguna historia juntos) y, lógicamente, ella está encantada con que él le pague todas las copas.
Ante esto, solo puedes sentirte desamparado y desprotegido por un gobierno que lo único que hace es mirarse al ombligo y adular y beneficiar al pez grande, a los que en lugar de llenar las arcas públicas, llenan las copas, las cenas y los cócteles privados de ministros y representantes políticos. Tú no eres nadie al lado de ellos, tú no podrás ofrecerle un puesto en la directiva de tu empresa a ningún exministro, no podrás pagar yates y vacaciones a altos cargos públicos, no podrás ni pagarte tus propias vacaciones.
Aún sabiendo todo esto, decides seguir con tu negocio, parece que te empiezan a ir bien las cosas, parece que te está entrando mucho trabajo. Te van a pagar a los 3 meses desde la fecha de facturación (si es que te pagan), pero eres feliz. Puede que seas un autónomo precario, que seas invisible para el gobierno o que las grandes empresas hagan uso de su poder; pero eres joven, eres feliz y te levantas cada día con una sonrisa de oreja a oreja porque estás construyendo tu propia vida, una que intenta ser digna, a pesar de todas las trabas que te ponen.