Un blog de Juventud Sin Futuro pensado por y para los jóvenes que viven entre paro, exilio y precariedad. Si quieres mandarnos tu testimonio, escríbenos a nonosvamosnosechan@gmail.com.
Quisieron robarnos el futuro, pero solo nos quitaron el miedo
“Sin casa, sin curro, sin pensión. Juventud SIN Futuro recuperando nuestro futuro. Esto es solo el principio”. Esto es lo que podíamos leer en la pancarta que encabezaba la manifestación de aquel 7 de abril de 2011 en el que, para muchas y muchos, empezó y cambió todo. Ese día, cientos de jóvenes salimos a la calle para reivindicar ese futuro digno que las élites nos estaban robando. No queríamos resignarnos a tener que elegir entre paro, precariedad o exilio, queríamos tener la oportunidad de construir una vida que mereciera ser vivida y sentimos la necesidad de salir a la calle para chillar que, a pesar de que nos quisieran resignadas y sin futuro, nos iban a tener de frente y sin miedo. Hace ya casi seis años de ese día que, podemos decir, fue el preámbulo de lo que más tarde desembocaría en el 15M.
Juventud SIN Futuro supuso el comienzo de una lucha diaria que reclamaba los derechos robados a toda una generación a la que se le prometió la posibilidad de construir un futuro a cambio de un esfuerzo que resultó no servir de nada. Ante esta situación de desesperanza aprendimos que el problema de los sueños truncados y las expectativas rotas no era algo que le pasara a un joven de cada mil, si no que era algo que sentíamos una generación entera. Aprendimos a politizar lo cotidiano, a sacar a la luz los problemas y a hacerlos colectivos, aprendimos a reivindicar la alegría, y también la indignación, como arma de protesta y reclamamos la dignificación de la vida. Nacimos para poner encima de la mesa la pelea por un mañana digno, entendimos que la falta de oportunidades era consecuencia de la nefasta gestión que el régimen había hecho de nuestras instituciones y empezamos a señalar a los culpables que nos habían abocado a esta situación de crisis.
Juventud SIN Futuro ha sido siempre un colectivo vivo, una escuela de vida por donde hemos pasado cientos de personas, cada una de nosotras con nuestras propias ideas y perspectivas, pero que compartíamos un sentimiento común, éramos una generación estafada. Esta pluralidad ha favorecido una mirada caleidoscópica sin la cual ninguno de los proyectos que hemos llevado a cabo habrían sido posibles. Con campañas como “No nos vamos nos echan”, denunciamos el exilio forzado al que miles de jóvenes nos vemos obligados por la falta de oportunidades y expectativas laborales que aquí se nos ofrecen. O “Madrid no es ciudad para jóvenes”, campaña que lanzamos para visibilizar los problemas de acceso a la vivienda, de la falta y cada vez peor estado de los servicios públicos, de el elevado coste y mal servicio del transporte público, el ocio y la falta de empleo, y que concluimos con una consulta ciudadana en plazas e institutos para recoger propuestas que mejorarían nuestra ciudad y que se incluyeron en el programa político de Ahora Madrid.
Para poder poner el problema de la precariedad juvenil la falta de oportunidades de nuestra generación en la agenda política y social nos hemos ayudado de todas las herramientas que teníamos a nuestra disposición. Nos atrevimos a hacer de los platós de televisión, de las radios, de la prensa y de las redes sociales nuestro propio altavoz para denunciar nuestra situación, reivindicar la oportunidad a construir un futuro digno en nuestras ciudades y proponer alternativas que mejoraran la vida de la juventud. Siempre hemos tenido muy presente que era necesario estar en todos los espacios para poder instalar nuestro mensaje en la sociedad, siempre hemos tenido muy presente que era necesario “combatirlos desde todas partes” tanto desde los platós como desde la calle.
Durante este proceso hemos tenido la suerte de poder colaborar y ayudar a construir espacios tan necesario como el Patio Maravillas, lugar que fue nuestra casa durante muchos años. Hemos tejido redes con otros colectivos que nos han ayudado impulsar nuestra lucha y a darle voz en los espacios a donde no llegábamos como la Oficina Precaria, Marea Granate o las asambleas de estudiantes de la Universidad. También hemos llevado nuestras reivindicaciones a lugares como la Asamblea de Madrid o el Parlamento Europeo para denunciar los desastrosos efectos que las políticas en materia de educación y de empleo que se estaban tomando desde las instituciones tenían sobre nuestras vidas.
Han sido seis años de intensa actividad en los que hemos acertado en muchas cosas, hemos hecho de las asambleas nuestro mejor plan del fin de semana, hemos hecho de las redes sociales nuestra voz y nuestra ventana de expresión al mundo, hemos generado exitosas campañas con un gran impacto político y social, hemos organizado y participado en manifestaciones que han acabado siendo masivas y hemos hecho de la lucha nuestra forma de vida. A pesar de todo esto, también hemos cometido errores que nos han empujado a repensarnos a nosotras y nosotros mismos de forma constante, nuestra actividad, nuestros mensajes y nuestros objetivos. Hemos entendido el verdadero significado de “nos quieren en soledad, nos tendrán en común”, hemos hecho de las diferencias nuestra fortaleza, hemos pensado en colectivo y gracias a ello fuimos creciendo, como personas, como familia y como colectivo.
Juventud SIN Futuro nació con el ansia de fracturar un régimen que no nos representaba, promoviendo un cambio político que se inició con el 15M y en el que aún estamos inmersos. Las cosas han cambiado mucho desde aquel 7 de abril de 2011 en el que decidimos lanzarnos a la calle para decir que nuestro futuro nos pertenece a nosotras y nosotros y que vamos a construirlo digno cueste lo que nos cueste pero aún, hoy día, seguimos teniendo claro que esa es y será siempre nuestra lucha: la de construir vidas que merezcan ser vividas.
Todo cambio viene acompañado irremediablemente de etapas, tanto políticas como personales, y nosotras, en esta nueva etapa que se abre, hemos decidido no formar parte de ella como Juventud SIN Futuro. Hoy nos despedimos siendo conscientes de que aún miles de jóvenes de todo el país siguen sufriendo la precariedad laboral, siguen encadenando becas por trabajo, siguen sin poder acceder a una vivienda, siguen sin poder acceder a la Universidad, siguen haciendo la maleta y dejando atrás su vida para buscar esa oportunidad que aquí no tienen. Pero, a pesar de esto, nos despedimos sabiendo que hoy día, esos problemas no se sufren en silencio, sabemos que los hemos sacado a la luz, que hoy día trabajar por 300 euros no “es lo que hay” es una injusticia que debemos seguir luchando por erradicar.
Somos conscientes de que hemos obtenido muchas victorias en el campo del discurso que aprovecharán todas las personas que vengan detrás, queremos que otra generación las enarbole, las haga suyas y plante cara a los mafiosos. Nosotras nos vamos pero seguimos estando, luchando desde todas partes. Porque seguimos sin casa, sin curro y sin pensión pero, sobre todo, seguimos sin miedo.
“Sin casa, sin curro, sin pensión. Juventud SIN Futuro recuperando nuestro futuro. Esto es solo el principio”. Esto es lo que podíamos leer en la pancarta que encabezaba la manifestación de aquel 7 de abril de 2011 en el que, para muchas y muchos, empezó y cambió todo. Ese día, cientos de jóvenes salimos a la calle para reivindicar ese futuro digno que las élites nos estaban robando. No queríamos resignarnos a tener que elegir entre paro, precariedad o exilio, queríamos tener la oportunidad de construir una vida que mereciera ser vivida y sentimos la necesidad de salir a la calle para chillar que, a pesar de que nos quisieran resignadas y sin futuro, nos iban a tener de frente y sin miedo. Hace ya casi seis años de ese día que, podemos decir, fue el preámbulo de lo que más tarde desembocaría en el 15M.
Juventud SIN Futuro supuso el comienzo de una lucha diaria que reclamaba los derechos robados a toda una generación a la que se le prometió la posibilidad de construir un futuro a cambio de un esfuerzo que resultó no servir de nada. Ante esta situación de desesperanza aprendimos que el problema de los sueños truncados y las expectativas rotas no era algo que le pasara a un joven de cada mil, si no que era algo que sentíamos una generación entera. Aprendimos a politizar lo cotidiano, a sacar a la luz los problemas y a hacerlos colectivos, aprendimos a reivindicar la alegría, y también la indignación, como arma de protesta y reclamamos la dignificación de la vida. Nacimos para poner encima de la mesa la pelea por un mañana digno, entendimos que la falta de oportunidades era consecuencia de la nefasta gestión que el régimen había hecho de nuestras instituciones y empezamos a señalar a los culpables que nos habían abocado a esta situación de crisis.