¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros.
Una Cumbre que podría ser muy diferente
Hace unos días aterricé en Estambul para participar en la primera Cumbre Global de Ayuda Humanitaria. Una sola vuelta a la manzana fue más que suficiente para darme cuenta de la realidad que se vive aquí desde la llegada de los refugiados sirios. Madres tocando el acordeón con sus hijos pidiendo dinero, niños en las puertas de las tiendas a la espera de que alguien les dé algo, familias enteras durmiendo literalmente bajo la lluvia en la calle. Se me quedó grabada en la retina la imagen de una madre con un bebé de tres meses en brazos y otra niña de poco menos de dos años a su lado, todas muy pegadas, bajo el único resguardo de un paraguas. Parecía imposible que pudiesen dormir ante la inhóspita situación: la lluvia, el ruido, el tráfico… Pero esa escena representaba una cruel normalización.
Con la motivación más absoluta de no olvidar a esa familia en los dos próximos días llegué a la Cumbre.
Esta Cumbre ya se ha concebido desde el inicio de una manera distinta a otras del mismo estilo. Cuando el Secretario General de Naciones Unidas anunció esta reunión mundial en 2012 sabía que ante necesidades humanitarias de tal magnitud no se podía permitir hacer algo “business as usual”. La urgencia y el cambio fueron sus premisas.
Quizá no todo el mundo sea consciente de la situación humanitaria sin precedentes que estamos presenciando. 125 millones de personas dependen de la ayuda humanitaria, cifra jamás alcanzada antes en la Historia. 60 millones de personas están desplazadas debido a conflictos, lo que supone un récord desde la II Guerra Mundial. Pero el mundo que está por llegar puede ser mucho más dramático con los efectos que va a causar el cambio climático. Se estima que para 2025, si no se toman medidas, entre 25 y 1000 millones de personas se verán obligadas a desplazarse debido a las consecuencias del calentamiento Global.
Por ello, todos los que acuden a esta cita, Gobiernos, agencias de Naciones Unidas y ONG deben venir con una serie de compromisos y prioridades que se presentan públicamente en este foro. En el primer día hemos estado escuchando los compromisos sobre lo que el Secretario ha llamado “No dejar a nadie atrás”. Ahí se incluyen las problemáticas específicas de los desplazados, las mujeres, los jóvenes. Además, hoy se acordaba “The Grand Bargain”, un sistema de financiación más flexible y predecible que responda mejor a las necesidades humanitarias. A estas mesas redondas se sumaba “Changing People’s Lives” con el objetivo de poner a las personas en el centro de la respuesta y dar mayor protagonismo a los organizaciones locales que son quienes primero responden. Finalmente, la mesa que trataba la prevención y el fin de los conflictos.
Es difícil adelantar qué sucederá en este segundo día de Cumbre, pero por ahora los compromisos son mínimos. Volvemos a la retorica, a lugares comunes, a palabras que ya llevamos tiempo escuchando. Falta un compromiso claro de los gobiernos, algo que vaya más allá. Un cambio radical, una clara convicción de que ya no se puede seguir haciendo las cosas como hasta ahora (y con ello me refiero a la venta de armas, a no cumplir con el derecho internacional, a apoyar a países a pesar de que haya constancia de que violan los derechos humanos, a no dotar adecuadamente los llamamientos de Naciones Unidas, y otras tantas prácticas más o menos habituales).
Ese humanismo del que tanto habla Ban Ki Mon supondría pstergar ciertos intereses geoestratégicos y económicos por el bien común y por el bien de todos las millones de personas que viven bajo el yugo de un conflicto. Para eso hace falta voluntad política mezclada con “pragmatismo futurible”. Así es porque en un futuro, y quizá mas cercano del que podamos pensar, no responder a estas crisis de manera urgente y con el Derecho en la mano, supondrá la desaparición de islas, la persistencia de conflictos que estallarán a nivel regional y salpicarán a otros muchos, o movimientos masivos de gente. En otras palabras: inestabilidad, inseguridad, vulnerabilidad pero a nivel global. Todos estos intereses que con tanto ahínco defienden a día de hoy quizás en poco tiempo se vean muy mermados por las consecuencias humanitarias. Aunque solo sea por ello, ¿no merece la pena repensar las prioridades?
Así es que los líderes que hoy hemos escuchado aún no deben haberse creído que esta amenaza se encuentra a la vuelta de la esquina, por no hablar claro de los millones de vidas que podrían salvar del sufrimiento si mañana tomasen decisiones como acordar embargos de armas, dejar de bombardear o acordar un proceso de paz.
Aún nos queda la esperanza de que las historias que se han escuchado aquí en el transcurso del primer día, protagonizadas por decenas de personas afectadas directamente por los conflictos o los desastres, les resuenen cuando hoy vengan a presentar sus compromisos en el segundo día de la cumbre. Pero quizás esto no es suficiente y lo que necesitan es darse una vuelta a la manzana para ver qué está pasando en las propias calles de Estambul, un ejemplo dramático de la inacción de nuestros gobernantes.
Hace unos días aterricé en Estambul para participar en la primera Cumbre Global de Ayuda Humanitaria. Una sola vuelta a la manzana fue más que suficiente para darme cuenta de la realidad que se vive aquí desde la llegada de los refugiados sirios. Madres tocando el acordeón con sus hijos pidiendo dinero, niños en las puertas de las tiendas a la espera de que alguien les dé algo, familias enteras durmiendo literalmente bajo la lluvia en la calle. Se me quedó grabada en la retina la imagen de una madre con un bebé de tres meses en brazos y otra niña de poco menos de dos años a su lado, todas muy pegadas, bajo el único resguardo de un paraguas. Parecía imposible que pudiesen dormir ante la inhóspita situación: la lluvia, el ruido, el tráfico… Pero esa escena representaba una cruel normalización.
Con la motivación más absoluta de no olvidar a esa familia en los dos próximos días llegué a la Cumbre.