¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros.
¿Ayudan los datos abiertos a erradicar la desigualdad?
En estos días se habla bastante de los “términos y condiciones” de los servicios digitales, del uso que se hace de los datos que las empresas manejan, y que son proporcionados por los usuarios. Y es que aún hay personas que se plantean cómo es que Facebook se gastó una ingente cantidad de dinero en la compra de una empresa que entonces estaba empezando, como era WhatsApp. Esto nos demuestra que vivimos en la era de los datos, y que su utilidad como combustible de la innovación, del control de las empresas o de la Administración, o del marketing, es más real que nunca.
Tanto en el campo de los datos privados como públicos, nos encontramos en su apertura con un elemento catalizador de nuevos procesos. Hace pocos días se celebró en Madrid la Conferencia Internacional de Datos Abiertos #IODC16. Personas y entidades de todas las partes de la Tierra se juntaron para debatir, presentar proyectos y definir los retos que en el ámbito de los “datos abiertos” se abren en los próximos años.
Hablamos de datos que han sido liberados (publicados en Internet) por un organismo. En la mayoría de los casos son datos que tienen una naturaleza abierta por el hecho de que su recopilación ha sido realizada con dinero público. Por ello, en la mayoría de los casos se habla de datos abiertos refiriéndose a datos de carácter gubernamental. Pero la idea va más allá.
Todo proviene de una charla TED realizada por Tim Berners-Lee, uno de los creadores de la Web, allá por 2009, en la que habla del futuro de la web y de cómo ésta se orienta a los datos y deja de basarse en documentos, o en meras 'páginas', como venía haciendose desde los años 90. En la misma charla, Berners-Lee ya presentaba una clasificación muy recurrente a la hora de clasificar datos abiertos, las 5 estrellas, de la que se extrae de forma implícita la facilidad o complejidad a la hora de llevar a cabo un proceso de reutilización de los datos.
No son pocas las organizaciones y los gobiernos que han visto en los datos abiertos, también llamados #opendata, un filón a la hora de promover nuevas economías. Algunos ejemplos pueden ser el Gobierno Británico o el Banco Mundial. Ambas entidades tienen un protocolo de actuación muy claro y eficiente a la hora de publicar datos y buenas tasas de reutilización de los mismos. Los tipos de datos que publican son muy variados: van desde perfiles de países en torno a indicadores de desarrollo internacional hasta el histórico mensual de datos de las estaciones meteorológicas de Reino Unido.
Pero con todo esto, ¿podemos encontrar en los datos ayuda para combatir los problemas reales a los que se enfrenta la humanidad? Ese es el reto que algunos colectivos pretenden impulsar. Como es el caso de OpenStreetMap y su Humanitarian OpenStreemMap Team que a base de datos cartográficos libres ayudan en lugares donde se han producido catástrofes naturales. O, ya en nuestro país, el Tipi Ciudadano , creado para monitorizar la actividad parlamentaria del Congreso de los Diputados de España y realizar una vigilancia activa en relación con temáticas vinculadas a la pobreza y la exclusión social. Y son sólo dos experiencias concretas de una creciente cantidad de ellas que afortunadamente surgen del lado de las personas más necesitadas.
No cabe duda que los datos, o la información, no se pueden transformar ni en agua ni en pan, ni tampoco pueden hacer desaparecer las armas en zonas de conflicto. Pero sí nos pueden ayudar a estar mejor informadas de las causas que provocan ciertos hechos o situaciones denigrantes; o a valorar mejor las consecuencias de los mismos, y poder actuar en consecuencia, con el fin de que no vuelvan a ocurrir. Ese es el reto al que nos enfrentamos. A veces donde más lejos podemos llegar es a estar informados y obrar en consecuencia. Se dice que en la era de la información la ignorancia es una elección.
No existe la magia ni ningún truco final, pero si el proceso está lleno de pequeños aportes de gente anónima que generen ilusión, el camino se les hará más fácil a aquellas personas que sufren día tras día los azotes de la injusticia. Y dichos aportes pueden venir de muchos lugares, dependiendo de lo que puedas contrubuir, ya sea visibilizando un hecho con datos hasta la elaboración de una infografía de alto impacto o la recolección ciudadana de datos para ayudar a un colectivo local en riesgo de exclusión. Lo esencial es contribuir y poder convertir a los datos en nuestro combustible de cambio.
Los datos no tienen ideología pero las personas que los rescatan y los trabajan sí.
En estos días se habla bastante de los “términos y condiciones” de los servicios digitales, del uso que se hace de los datos que las empresas manejan, y que son proporcionados por los usuarios. Y es que aún hay personas que se plantean cómo es que Facebook se gastó una ingente cantidad de dinero en la compra de una empresa que entonces estaba empezando, como era WhatsApp. Esto nos demuestra que vivimos en la era de los datos, y que su utilidad como combustible de la innovación, del control de las empresas o de la Administración, o del marketing, es más real que nunca.
Tanto en el campo de los datos privados como públicos, nos encontramos en su apertura con un elemento catalizador de nuevos procesos. Hace pocos días se celebró en Madrid la Conferencia Internacional de Datos Abiertos #IODC16. Personas y entidades de todas las partes de la Tierra se juntaron para debatir, presentar proyectos y definir los retos que en el ámbito de los “datos abiertos” se abren en los próximos años.