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El espejismo de la recuperación económica: del parado al homo precariado

Susana Gende, psicóloga, vocal de la Junta Directiva de EAPN España @EAPNes

En España, no sólo hay personas que no pueden llegar a fin de mes, hay quienes no pueden llegar al final del día. Según la mayoría de indicadores macroeconómicos, España está saliendo de la crisis, sin embargo, una parte muy importante de la ciudadanía no ha visto cambiar su situación. El desempleo y los recortes han generado una precarización mantenida en el tiempo que, lejos de mejorar sus condiciones de vida, ha contribuido a agravarlas, con un fortísimo impacto -no sólo a nivel de pobreza y privación material- sino también psicológico y de riesgo para la cohesión social.

Baste decir que en esta salida de la crisis nos situamos paradójicamente ante un incremento de la desigualdad. Las rentas salariales han perdido puntos de PIB en el reparto de la riqueza nacional, mientras los beneficios empresariales han ganado peso. La recuperación sólo ha servido para consolidar esta tendencia.

Los intentos por incentivar el empleo a través de las diferentes reformas laborales no han hecho sino empeorar una situación en la que los cambios tecnológicos, la flexibilización del mercado laboral y la globalización, han conducido a una descentralización productiva, deslocalización de la actividad y extensión de la subcontratación. Otro aspecto clave para comprender el contexto es la fuga del capital de la economía productiva a la economía financiera.

Ésta no es una crisis cíclica. Es un cambio de paradigma, en el que el empleo tal y como lo conocemos no volverá, en el que el derecho al trabajo, con su correlato de garantía de ingresos suficientes y bienestar se ve conculcado, al tiempo que la participación social, el acceso a los recursos, la autonomía, el poder de decisión y todo lo que incluye el concepto de ciudadanía, afronta una grave crisis. Pese a que esta es una tendencia que nos afecta a todos y todas, es evidente que para las personas más vulnerables el panorama es más grave ¿Quiénes son? Personas paradas mayores de 45 años, familias que viven en pobreza, familias monomarentales, jóvenes que ni estudian ni trabajan, trabajadores y trabajadoras pobres, personas sin competencias digitales, etc. Un precariado que se extiende como una mancha de aceite mientras se habla de la supuesta recuperación.

En todos los casos, la situación de las mujeres es más difícil. No sólo a nivel de desempleo, sino también de trabajo precario o de condiciones laborales abusivas, sino también porque han sido las más afectadas por los recortes, en su papel de cuidadoras. En consonancia con las tendencias habituales (no se avanza en épocas de bonanza y se retrocede en épocas de crisis), la igualdad de género ha experimentado un notable retroceso. Según el Informe de Brecha de Género que elabora el Foro Económico Mundial, España ha descendido desde el puesto 11 en 2006, hasta el puesto 29 en 2016.

¿Qué propone EAPN ante este escenario? Políticas de empleo reales, no paliativas, salario mínimo y pensiones dignas, una política eficaz y homogénea de rentas mínimas, prestaciones por hijo a cargo, un pacto por la educación, formación en capacidades y competencias estratégicas -que no figuran en los currículums- para adaptarse al nuevo contexto laboral, utilización de fondos europeos para crear políticas que generen oportunidades, medidas con perspectiva de género, etc. La mayoría de las respuestas dependen en última medida de voluntad y orientación de las políticas. En EAPN trabajamos para situarlas en el centro de la agenda: para que pasen del cajón a la acción. Es nuestro compromiso.

En España, no sólo hay personas que no pueden llegar a fin de mes, hay quienes no pueden llegar al final del día. Según la mayoría de indicadores macroeconómicos, España está saliendo de la crisis, sin embargo, una parte muy importante de la ciudadanía no ha visto cambiar su situación. El desempleo y los recortes han generado una precarización mantenida en el tiempo que, lejos de mejorar sus condiciones de vida, ha contribuido a agravarlas, con un fortísimo impacto -no sólo a nivel de pobreza y privación material- sino también psicológico y de riesgo para la cohesión social.

Baste decir que en esta salida de la crisis nos situamos paradójicamente ante un incremento de la desigualdad. Las rentas salariales han perdido puntos de PIB en el reparto de la riqueza nacional, mientras los beneficios empresariales han ganado peso. La recuperación sólo ha servido para consolidar esta tendencia.