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Siria: orígenes y causas del conflicto

Paula San Pedro

Investigadora y Responsable de Incidencia Política de Acción Humanitaria en Oxfam Intermón @ppolin78 —

El conflicto armado de Siria entra en su quinto año y las cifras de sus consecuencias son devastadoras: 220.000 muertos, 11 millones de desplazados, 3.9 millones de refugiados y 12.2 millones de personas que dependen de la ayuda humanitaria para subsistir.

Este conflicto, como muchos otros, tiene sus orígenes en la corrupción, en la captura política, en la pobreza, en la violación de derechos humanos. Pero también en la desigualdad. De hecho esta crisis se inició con las primaveras árabes en 2011. Movimientos sociales, grupos espontáneos de personas, organizaciones que empezaron a movilizarse y reclamar sus derechos que consideraban menoscabados. Unos “muchos” que pedían a unos “pocos” un sistema más igualitario. Lejos de conseguir su fin, estas primeras demandas de justicia prendieron mella cuando fueron acalladas violentamente por el gobierno sirio. El conflicto armado no había hecho más que empezar. Lamentablemente cuatro años después, esta crisis ha acabado por convertirse en una de las mayores catástrofes de la historia reciente.

Pero la injusticia y la desigualdad, que fueron las semillas de este conflicto, no han dejado de estar presentes hasta hoy. Mientras que las distintas partes beligerantes se arman, combaten y bombardean, la población civil vive atemorizada y trata de sobrevivir. Los niños de cuatro años sólo conocen la guerra, 1.6 millones ya no pueden ir al colegio y sólo en el primer semestre de 2014 se cometieron 1.200 violaciones graves contra menores. Las mujeres no pueden dar luz en hospitales porque las infraestructuras sanitarias han sido atacadas o porque directamente el personal ha sido asesinado. La gente no puede ganarse la vida porque no hay empleos a los que acudir, las tiendas se han cerrado y los mercados se han desmantelado. La única opción para resistir  en este drama humano es tratar de buscar protección y alimento. Pero incluso estos mínimos son difíciles de conseguir. En 2015 se baten records. Ya son 4.8 millones de personas las que tienen un acceso muy limitado a la ayuda humanitaria y 220.000 personas las que viven sitiadas.

Mientras que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó en 2013 y 2014 resoluciones que daban un alivio a millones de sirios mejorando el acceso humanitario, los países miembros de este órgano insuflaban con armas a las distintas partes. Concretamente el 90% de las armas que se utilizan en el conflicto han sido manufacturadas por los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, especialmente Rusia y Estados Unidos.

¿No son estos los más perversos ejemplos de la desigualdad y la injusticia?

El conflicto armado de Siria entra en su quinto año y las cifras de sus consecuencias son devastadoras: 220.000 muertos, 11 millones de desplazados, 3.9 millones de refugiados y 12.2 millones de personas que dependen de la ayuda humanitaria para subsistir.

Este conflicto, como muchos otros, tiene sus orígenes en la corrupción, en la captura política, en la pobreza, en la violación de derechos humanos. Pero también en la desigualdad. De hecho esta crisis se inició con las primaveras árabes en 2011. Movimientos sociales, grupos espontáneos de personas, organizaciones que empezaron a movilizarse y reclamar sus derechos que consideraban menoscabados. Unos “muchos” que pedían a unos “pocos” un sistema más igualitario. Lejos de conseguir su fin, estas primeras demandas de justicia prendieron mella cuando fueron acalladas violentamente por el gobierno sirio. El conflicto armado no había hecho más que empezar. Lamentablemente cuatro años después, esta crisis ha acabado por convertirse en una de las mayores catástrofes de la historia reciente.