Desparasitar escolares también es Economía: los experimentos doble ciego contra la pobreza de los ganadores del Nobel
“Cada día, 25.000 niños mueren por causas totalmente evitables”, recuerda la economista Esther Duflo para acaparar la atención de su audiencia al inicio de una charla TED. Trabajar en la aplicación de metodología científica para evitar la mayor parte posible de estas muertes ha sido el trabajo que le ha valido a ella y a sus colegas Abhijit Banerjee y Michael Kremer el premio Nobel de Economía 2019.
Duflo fundó en 2003 el J–PAL (Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab), una red de 181 profesores afiliados provenientes de 58 universidades alrededor del mundo. Su misión es reducir la pobreza garantizando que las políticas públicas estén informadas por evidencia científica, a través de la investigación, la divulgación de sus resultados y las capacitaciones, explican en su web.
Lo que hacen estos profesores y economistas en colaboración con gobiernos y ONG es elegir experiencias de ayuda al desarrollo para estudiar su eficiencia, de una manera parecida a la que empezó a aplicar la medicina en el siglo XX con los experimentos de doble ciego (dar un medicamento a un grupo controlado de pacientes, a otro un placebo, y observar las diferencias en el desarrollo de su enfermedad).
“Si no sabemos si hacemos algún bien (con la ayuda humanitaria) no somos mejores que los médicos medievales y sus sanguijuelas. A veces el paciente mejora, a veces muere ¿son las sanguijuelas o es otra cosa?”, se cuestionaba Duflo en la charla citada al inicio, que ofreció en 2010. Reconocía que la gran pregunta, si la ayuda exterior realmente ayuda a los países en desarrollo, es complicada de contestar. Pero sí defiende que se pueden responder preguntas concretas sobre acciones concretas, y a partir de ahí tomar decisiones de gasto.
“Las pruebas controladas y aleatorias han revolucionado la medicina al permitirnos distinguir entre medicamentos que funcionan y que no. Puedes hacer estas mismas pruebas controladas y aleatorias para políticas sociales. Puedes colocar la innovación social en el mismo nivel de rigor que la medicina. Eliminar la conjetura de las políticas sociales, saber lo que funciona, lo que no y por qué”, afirma esta economista y profesora del Massachusetts Institute of Technology (MIT).
Entre los ejemplos que ella misma destaca, conocer la importancia de acabar con los parásitos en los niños para favorecer que vayan a la escuela. Así lo determinó un experimento efectuado en Kenia en 2004 por otro de los ganadores del Nobel, el estadounidense Michael Kremer. Hay zonas del mundo donde el problema de las lombrices intestinales es endémico y áreas donde el 90% de los niños está infectado. Kremer y uno de sus colaboradores estudiaron la introducción de un programa de medicamentos contra las lombrices en 75 colegios y analizaron no solo su incidencia sobre la salud (los niños tratados crecían más) sino sobre su escolarización: se redujo un 25% el absentismo escolar. “El coste por año extra de escolarización de esta mintervención extra era de 3,5 dólares”, explican.
“Supongamos que tu meta es que los niños vayan a la escuela. Puedes pagar uniformes, maestros, construir letrinas. O puedes invertir en lo más barato y lo más eficaz. Necesitamos esta información y guiar las políticas”, incide Duflo.
Otro de los experimentos efectuados por el J-Lab es el que llevaron a cabo los otros dos nóbeles: Abhijit Banerjee y la propia Duflo (como curiosidad, ambos tienen un hijo en común), junto a otros profesores y economistas. En el distrito de Udaipur, India, estudiaron la incidencia de la vacunación entre los años 2004 y 2007. Cuando comienza el estudio solo un 1% de los menores de cinco años estaba vacunado, en parte de una serie de mitos e ideas preconcebidas y en parte por dificultades físicas para acceder a los centros. En 134 aldeas probaron a organizar campamentos mensuales de vacunación, en otras 134 añadieron el incentivo de regalar un kilo de lentejas con cada vacuna y en otras 134 no hicieron nada. Organizar el campamento elevó el porcentaje de vacunación al 17%. Con las lentejas se llegó al 38% de los niños. Incluso en las aldeas en las que no se instalaron campamentos la vacunación completa se elevó al 6%. “Hacerlo más fácil para los padres y regalar un kilo de lentejas multiplica la tasa de vacunación por seis. Y después demostramos que regalar lentejas es más barato que no regalarlas”, añaden.
Un ejemplo más: la malaria mata casi a 900.000 personas cada año, 85% de ellos niños de menos de 5 años, la mayoría en el África subsahariana. El uso de mosquiteros rociados con insecticida reduce sustancialmente la incidencia de esta enfermedad, tanto en quien los usa como en los otros miembros de la comunidad que reducen su peligro de contagio. Pero solo un cuarto de los niños en riesgo duerme bajo un mosquitero. Según algunos especialistas, regalar estos mosquiteros conduce a que no se aprecien por los receptores y se utilicen para otras utilidades, como redes de pesca.
El experimento del J–PAL mostró que regalar los mosquiteros es más eficaz que venderlos, y que quien lo ha recibido tiene más probabilidades de adquirirlo un año más tarde. “La gente no se acostumbra a lo gratuito, se acostumbra a los mosquiteros”, afirma Duflo.
“El problema de la pobreza es inmenso, es invisible y no sabemos si estamos haciendo las cosas correctas –explica esta economista–. A veces lo que funciona en un lugar no funciona en otro y no hay una cura milagrosa, pero la medicina moderna está salvando millones de vidas cada año y nosotros podemos hacer lo mismo”.
De la “izquierda pragmática” y asesora de Obama
Definida como de “izquierda pragmática”, Duflo dice rechazar el discurso “de la derecha” de que el problema del subdesarrollo se asienta en el mal gobierno y lo considera “un argumento para no hacer nada o reducir los presupuestos”, informa EFE en un perfil de la ganadora del nobel.
Nacida en París en 1972 y criada en las afueras de la capital como la segunda de tres hijos de una pareja formada por un matemático y una pediatra protestantes de izquierdas, fue siempre precoz en sus estudios. La Escuela Normal Superior (ENA) la llevó a Moscú para estudiar la revolución bolchevique y fue en la capital rusa donde tomó gusto por la economía.
Su talento y capacidad de trabajo la pusieron en el punto de mira de las más prestigiosas universidades del mundo, pero finalmente fue el MIT quien se hizo con sus servicios y con 32 años empezó a dar clases en el prestigioso centro. Está considerada como una de las economistas más influyentes de Francia, aunque su voz ha sido tradicionalmente más escuchada en Estados Unidos que en su país de origen.
Su rostro saltó a la luz en Francia cuando en 2013 el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la incluyó en su exclusivo comité presidencial para el desarrollo, el arma con el que pretendía promover las ideas para acabar con las desigualdades.