La agricultura de España pierde peso en Europa frente al crecimiento del Este
El estancamiento de la agricultura y la ganadería de España se extiende en el tiempo. Nuestro sector primario pierde peso en la Europa comunitaria frente al crecimiento de los países del Este y también de Francia, la primera potencia del campo en el Viejo Continente y el primer estado receptor de fondos de la Política Agrícola Común (PAC), por delante de Alemania y de España.
La producción del sector primario de nuestro país apenas ha aumentado un 10% desde 2007, antes de que estallara la burbuja inmobiliaria y diera paso a la gran crisis financiera. Mientras, el bloque de países del Este (Bulgaria, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania) lo ha hecho cerca de un 85%, en el mismo periodo (hasta 2022). Por su parte, el VAB (Valor Añadido Bruto) de la agricultura, la ganadería y la pesca de Francia se ha incrementado un 61%, según los datos de Eurostat. Es decir, los problemas del campo son comunes, en su mayoría, como bien reflejan las protestas que recorren toda la UE, pero no son exactamente iguales, ni tienen la misma dimensión.
“El sector agrícola, en el mejor de los casos, se recupera muy lentamente tras un abandono masivo”, lamenta la economista de la Universidad Complutense (UCM) Antonia Díaz, en una análisis reciente en el blog 'Nada es gratis'. Esta experta pone un ejemplo: “[En la Comunitat Valenciana], durante los años del boom inmobiliario, muchos agricultores arrancaron los naranjos para plantar palmeras que más tarde adornarían lar urbanizaciones que se construían por doquier”.
Al golpe que dio al campo de nuestro país la gran crisis financiera (abandono de explotaciones y caída de la demanda) se suman problemas comunes, especialmente exacerbados en los países del Sur de Europa (Grecia, Italia, Portugal y España): las dificultades relacionadas con el cambio climático y el daño específico a regiones con monocultivos como el olivar y el viñedo. “La agricultura está impulsando el cambio climático y al mismo tiempo se ve muy afectada por él”, resume la Comisión Europea en el informe de perspectivas para el sector que publicó en verano.
Por último, se añaden los problemas que recorren el resto del Viejo Continente. Por un lado, la falta de competitividad de los cereales, de la huerta, de los frutales y de la ganadería en comparación a los de Ucrania, Marruecos o Turquía, respectivamente. Por otro, las exigencias medioambientales y regulatorias de la PAC y del resto de requisitos comunitarios para garantizar la calidad y la reducción del impacto climático. Sin olvidar el shock de precios y costes por la salida de la pandemia y la invasión rusa de Ucrania.
Precisamente, en esas medidas medioambientales, Bruselas ha comenzado a dar su brazo a torcer, cediendo en algunas de las peticiones de parte de los agricultores para poner freno a la agenda verde, la limitación en el uso de fitosanitarios y la exigencia a destinar un 4% de la superficie de los cultivos al barbecho, que ahora se retrasa un año.
La pérdida de peso de España
En este contexto, el sector primario de España ha pasado de llegar a producir 1 de cada 5 euros (un 20%) del total de los principales países de la UE en los últimos años, a hundirse en el 15,5% en el primer trimestre de 2023, en el 13,6% en el segundo y en el 9,3% en verano, la peor estación para nuestro país históricamente. Mientras, el peso de Francia y a Alemania, las dos grandes potencias agrícolas europeas, se ha mantenido por encima del 20% y la importancia del bloque del Este no ha parado de incrementarse, hasta alcanzar también cifras cercanas al 20%.
Desde 2019, la tendencia es la misma, con un singular trastorno en 2022 de la crisis de inflación en las economías del Sur. En combinación con un verano seco y de temperaturas asfixiantes, el VAB [el valor de la producción o los beneficio] del sector primario de España se redujo al 8% respecto al VAB conjunto de las principales países de la UE hace 2 años. “Se observa un desplazamiento de las zonas agroclimáticas hacia el norte, lo que afectará a las modalidades de cultivo”, advierte la Comisión Europea en su informe proyecciones.
Estos números ofrecen la fotografía a nivel regional, pero esconden que dentro de España las grandes empresas sí que han conseguido ganar más, mientras que los autónomos y las explotaciones familiares medianas y pequeñas luchan por sobrevivir. “Una multitud de pequeños agricultores convive con grandes empresas. Las grandes empresas, como en cualquier sector, tienen más músculo financiero para hacer frente al ciclo económico y todo tipo de contingencias. Esto, al parecer, es especialmente evidente en el caso en el olivo. La demanda mundial de aceite de oliva está aumentando y esto favorece la aparición de grandes inversores en el sector”, señala Antonia Díaz, de la UCM, en su análisis.
“Nos hemos volcado a una agricultura intensiva que, por su naturaleza, es muy dependiente de los precios de la energía y de un regadío que no nos podemos permitir”, prosigue esta economista.
Esta tendencia también es general en la UE, como es universal que son los mismos gigantes los que más se benefician de la PAC. “El número de explotaciones agrícolas en la UE disminuyó en 4,6 millones a 9,1 millones de explotaciones en 2020, dese 2005. Ese año, más de la mitad de las tierras agrícolas de la UE (52%) estaban gestionadas por explotaciones de más de 100 hectáreas (alrededor del 4% de todas las explotaciones), y las pequeñas explotaciones (menos de 5 hectáreas) utilizaban solo alrededor del 6% de la tierra total”, recalca la Comisión Europea en su estudio.
“La mayor parte de la tierra gestionada por grandes explotaciones (más de 100 hectáreas) se encuentra en República Checa y Eslovaquia (representan el 86% y el 89% de todas las tierras agrícolas, respectivamente)”, continúa dicho informe.
Daños en la producción de oliva, cereales y vino
Que el cambio climático tiene un impacto directo en la producción agraria y que la sequía ya está teniendo efectos es algo sobre lo que llevan meses incidiendo las organizaciones agrarias. En algunos alimentos, como ocurre con la cosecha de aceituna, es obvio y se percibe claramente al hacer la compra, con el aceite de oliva por encima de los 9 euros el litro y sin perspectiva de bajada de precios en el corto plazo. Algunos operadores ya han advertido que habrá que esperar, al menos hasta el verano, para ver algún tipo de reducción y tampoco será mucha porque la última cosecha de aceitunas tampoco es boyante. Ese efecto de la sequía también se percibe en la caída de la producción tradicional y de secano, como ocurre con la almendra.
La sequía hizo estragos en el campo español, sobre todo, en 2023, el año más cálido jamás registrado hasta el momento, que la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) calificó como “descorazonador”. “Los datos confirman que 2023 ha sido el peor año de la historia desde que hay registros en lo que respecta a la meteorología”, explica UPA en su balance del último ejercicio. Esa situación provocó “graves pérdidas en sectores muy importantes para la agricultura española, especialmente en el olivar, el cereal y el viñedo, con reducciones de hasta el 50% del valor de la producción”, argumenta. No solo es que estos cultivos den menos de sí, es que lo que se obtiene es de peor calidad.
Esta situación, que no golpeó en la misma medida a la producción de frutas y hortalizas o la láctea, derivó en que los agricultores afectados por la sequía tuvieron que tirar más de los seguros agrarios, tanto en contratación como en indemnizaciones, así como en subvenciones, con los que se sufragó hasta el 70% de los costes, según explica UPA.
El impacto de la sequía a largo plazo
Este daño a la producción agrícola también se percibe en alimentos que no son tradicionales del campo español, sí de latitudes más ligadas a climas tropicales, pero por los que se ha apostado en los últimos años porque se percibían como más rentables. Así ha ocurrido, por ejemplo, con el mango o el aguacate, que conllevan un alto consumo de agua.
La Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) pone cifras a las caídas de producción el año pasado de esos alimentos más afectados por la sequía: del 59% en el caso del aceite de oliva, el 35% en los cereales, del 21% en el mosto y el vino.
Esta organización agraria también ha analizado los efectos de la sequía en la economía –por el impacto en el campo– a más largo plazo. Si hasta 2050 hay un aumento de las temperaturas de dos grados centígrados, el impacto en la reducción del Producto Interior Bruto (PIB) podría alcanzar el 7% respecto a un escenario sin cambio climático, según explicó en el informe 'Empieza la cuenta atrás, impactos del cambio climático en la agricultura española'. Y si el calentamiento se quedase en 1,5 grados –el objetivo marcado en los Acuerdos Internacionales de París– la pérdida del PIB se quedaría en el 2,5%.
En ese segundo escenario, el de un calentamiento de 1,5 grados, “se traduciría en una bajada apreciable de los rendimientos y de la calidad de de la producción en las actuales zonas de cultivo, pero más especialmente en las más calurosas y áridas del sur peninsular”, porque el efecto es diferente en función del tipo de cultivo.
Con ese calentamiento, “se podría llegar a perder más de un 10% de la superficie más alta para los vinos de calidad en toda España y un 80% de la superficie de variedades de olivo como hojiblanca o manzanilla en Andalucía”, la principal zona olivarera de España, porque concentra el 60% de la producción total. En paralelo, “también podría llegar a bajar en torno al 8% de los rendimientos del trigo en España”, ahonda COAG.
En cambio, si el aumento de temperaturas es de dos grados, las dehesas de encina peligrarían en Extremadura y en la parte occidental de Andalucía y descendería un 15% el rendimiento de cereales como el trigo en algunas regiones. En el caso del olivar, solo “la variedad picual podría mantener los rendimientos en secano en las zonas interiores de cultivo”, resume el informe.
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