“Aunque ya no veas yonquis en las esquinas, están en las casas de apuestas, la nueva heroína”. Es una estrofa de Barrionalistas, de Los Chikos del Maíz, que retrata la preocupación en buena parte de la sociedad por el fenómeno de las apuestas en las familias españolas, un negocio que mueve 8.000 millones de euros al año –el 98%, en apuestas deportivas–, según datos de la Dirección General de Ordenación del Juego publicados por Cinco Días. El sector del juego en su conjunto en España mueve 41.828 millones al año, lo que representa el 0,9% del PIB.
Alberto Garzón (Logroño, 1985), el líder de Izquierda Unida, asumirá el Ministerio de Consumo, con competencias sobre el juego y las casas de apuestas. Su entrada en el Consejo de Ministros no sólo supone asumir una prioridad en el programa de Unidas Podemos y de una bandera de la izquierda.
La entrada de Garzón –también dirigente del PCE– en el Gobierno representa un ajuste de cuentas con el pasado, y una continuación del hilo rojo de la historia; aquella senda que conecta las luchas por los derechos humanos, civiles y sindicales, y las de aquellos luchadores antifranquistas que siguen en las cunetas, con el presente –“Somos los hijos de los versos; de los poetas y los presos. La voz que grita entre los huesos; de las cunetas para despertar; al universo”, canta La Raíz–.
Han pasado ocho décadas desde que un dirigente comunista entraba en el Consejo de Ministros –Yolanda Díaz, al frente de Trabajo, también milita en el PCE–; han tenido que pasar cuatro décadas de dictadura y otras cuatro de reinstauración democrática para que España se reconcilie con su pasado.
Garzón tenía 26 años recién cumplidos cuando fue elegido diputado por primera vez. Era en diciembre del año del 15M, 2011. Aquellas elecciones en las que Mariano Rajoy logró la mayoría absoluta e Izquierda Unida-La Izquierda Plural, comandada por Cayo Lara, pasaba de 2 a 11 escaños tras una campaña electoral en la que Pablo Iglesias, futuro vicepresidente del Gobierno, había ejercido de asesor político.
Garzón había vivido el 15M en Málaga, era un joven economista, militante de la UJCE, que recorría España dando conferencias y charlas sobre una salida a la crisis que no pasara por la austeridad, participaba en debates televisivos y representaba una nueva generación de IU que conectaba con las nuevas movilizaciones y, también, con el prototipo de dirigente comunista estudioso e intelectual –ha publicado varios libros; el último: ¿Quién vota a la derecha? (Península)–.
Aquel joven que disfrutaba programando juegos de ordenador, jugando al futbolín con sus amigos en el Rincón de la Victoria (Málaga) y comiendo espetos frente a la playa en el chiringuito de Frasco, el Aquí te espero, recuperaba el escaño de Málaga para IU en diciembre de 2011 en una legislatura que arrancaba tras la reforma del 135 y se dirigía hacia los mayores recortes de la historia, ejecutados por Mariano Rajoy en 2012, y al rescate de la banca.
Garzón participó en aquella legislatura en los rodea el Congreso, en manifestaciones, concentraciones y marchas, y ganó rápidamente un liderazgo por fuera que le conectaba con un nuevo momento político heredado del 15M que agitaba el bipartidismo y reclamaba nuevas formas de hacer política y de gestionar la economía.
Pero IU no leyó el momento, no se renovó por dentro y le empujaron a renovarse por fuera: el mismo Pablo Iglesias que les había asesorado en 2011 desnudaba a la organización de Cayo Lara con la irrupción de Podemos en 2014, culminada con cinco eurodiputados el 25 de mayo de ese año. Cayo Lara terminó por ceder el liderazgo electoral a Garzón, quien intervino en el debate del Estado de la nación en 2015, mientras el entonces secretario general del PCE, José Luis Centella, se resistió a ceder la portavocía del grupo parlamentario a quien sería el candidato el 20D de 2015.
Con un Podemos en máximos que evitó la confluencia electoral con IU el 20D, Alberto Garzón, con 30 años recién cumplidos y un puñado de nuevos jóvenes dirigentes de IU –aún comandada orgánicamente por Lara hasta junio de 2016–, asumieron una campaña a todo o nada en la que se jugaban la supervivencia electoral de la organización que representaba ese hilo rojo de la historia; del espacio político del histórico PCE.
La campaña fue épica, y Garzón y los suyos mantuvieron viva la llama con dos escaños y casi un millón de votos. Podemos y sus confluencias –en las que participaba IU en Catalunya y Galicia– lograba 70 escaños: Podemos evidenció ser el hegemón del espacio; Garzón, que IU seguía viva. ¿Conclusión? El pacto de los botellines de mayo de 2016 con vistas a las elecciones del 26J y el nacimiento de Unidos Podemos.
Garzón, reivindicando la figura histórica de Pepe Díaz, hizo de la confluencia electoral y de la unidad popular su estrategia política para superar Izquierda Unida, concurrir a las elecciones con Podemos y conformar un bloque histórico de cambio –que aún se encuentra en una fase incipiente–.
Con más o menos tensiones, con subidas y bajadas en las relaciones con Podemos, Garzón ha logrado la supervivencia de IU y la presencia de representantes de la organización en espacios que hacía tiempo que no ocupaba.
Hasta entrar en el Gobierno.
Izquierda Unida, por sus relaciones históricas tormentosas con el PSOE, en las que el electorado nunca premiaba ni la dureza ni la colaboración con los socialistas, no terminaba de mostrar entusiasmo por forzar a Pedro Sánchez al Gobierno de coalición, hasta el punto de que tras el fracaso de las negociaciones de julio, los dirigentes de IU se inclinaban más por dar la investidura a Sánchez que por ir a la repetición electoral del 10N.
Pero hubo una repetición electoral que llevó a la extrema derecha hasta los 52 diputados, y Sánchez llamó a Iglesias para cerrar un acuerdo que había sido imposible seis meses antes para un Gobierno de coalición. En las negociaciones, Iglesias termina pactando con Sánchez una vicepresidencia y cuatro ministerios, uno de ellos, el de Consumo con competencias sobre el juego, para Alberto Garzón. Y, con ello, entraba el hilo rojo de la historia en el Consejo de Ministros con responsabilidad sobre prioridades programáticas de Unidas Podemos.
¿La colaboración con el PSOE en 2020 es un espejo de la actitud del PCE en la Transición? “A la oligarquía de nuestro país le gustaría contar con una izquierda domesticada que repitiera la táctica de Santiago Carrillo en la primera Transición”, decía Garzón para reiterar:“Nosotros decimos que no vamos a ser esa izquierda domesticada”.
El Ministerio de Consumo asumirá uno de los retos recogidos en el acuerdo de Gobierno firmado entre el PSOE y Unidas Podemos: la regulación de los juegos de azar para prevenir y frenar la ludopatía.
Así, en el documento programático, se anuncia “una regulación de la publicidad de los juegos de azar y apuestas online, de ámbito estatal y similar a la de los productos del tabaco”, así como la introducción de “medidas de información, gestión y limitación del consumo de juegos de azar en el marco regulador de los juegos de azar y apuesta en línea, con el objetivo de reforzar la autoconciencia y autonomía del jugador de cara a prácticas de consumo saludable y para prevenir, anticipar o identificar la generación de patrones de juego problemático”.
PSOE y Unidas Podemos se comprometen también a “impulsar criterios homogéneos con las comunidades autónomas para evitar que los locales de apuestas puedan abrir antes de las 22.00, y que limiten su proximidad a centros escolares”.
Por último, PSOE y Unidas Podemos se comprometían a “reorientar la tasa por la gestión administrativa del juego que pagan los operadores en línea con el fin de destinar un porcentaje a iniciativas preventivas, de sensibilización, de intervención y de control, así como de reparación de los efectos negativos producidos por la actividad del juego”.
El juego privado presencial está regulado por cada comunidad autónoma, mientras que el juego público y el privado en línea lo está por el Estado. En 2011 se reguló el juego online, pero está pendiente por desarrollar la regulación de la publicidad, tanto del juego público como del online privado.
En cuanto a la otra pata del ministerio, el consumo, el acuerdo entre Unidas Podemos y PSOE establecía la “modificación de la Ley de seguridad alimentaria para adecuarla a las exigencias contemporáneas de protección a las personas consumidoras y transparencia en su acción”; la reducción “del impacto de la comida basura, al establecer obligaciones claras en el etiquetado, así como una revisión de la fiscalidad de los alimentos ultra procesados o ricos en grasas y azúcares”; y la “mejora de los mecanismos de resolución extrajudicial de conflictos y el conjunto de la normativa sancionadora de consumo de carácter estatal”.
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Una sociedad mal informada debilita la democraciaAhora más que nunca se demuestra que la desinformación debilita la democracia y por eso son necesarios medios que te cuenten la verdad: la independencia de eldiario.es es posible porque somos rentables y no tenemos deudas. Solo nos financiamos con la publicidad y el apoyo de más de 35.000 socios y socias. Nuestro trabajo necesita de tu apoyo, y cuesta dinero.
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