Entre 150.000 y 250.000 personas (la diferencia entre el cálculo de policía y organizadores) recorrieron ayer el centro de Berlín para protestar contra las negociaciones del acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos y Europa conocido por sus siglas en inglés TTIP. La respuesta ciudadana a este potencial acuerdo ha derivado en la aparición de cientos de protestas por todo el Viejo Continente y en la promulgación de la Iniciativa Ciudadana con más apoyo de toda la historia de la UE.
Son tres las principales preocupaciones que surgen de la resolución de un acuerdo entre Estados Unidos y la Unión Europea entre sus detractores y que ayer hicieron eco por las calles berlinesas: la fragilidad de las economías de pequeña escala y el poder de los estados ante un mayor poder de las multinacionales; la seguridad alimentaria que se podría ver afectada por la relajación en las normas de producción y etiquetado; y la protección de datos de los ciudadanos.
A Michael Efler, coordinador de la iniciativa ciudadana para detener el tratado, le gusta explicar de una manera enfática la dimensión del apoyo recaudado. “Si se pusieran en fila india todos los firmantes de la iniciativa ciudadana, la cadena humana iría desde Gibraltar al Polo Norte”, describe con rostro de sorpresa. Y es que son 3.263.920 las firmas que ha conseguido cosechar la plataforma ‘Stop TTIP’ desde que comenzó su trabajo a principios del año 2014.
El propio Efler fue el encargado de presentar en Bruselas las firmas el pasado miércoles. Es verdad que nunca antes una iniciativa ciudadana había sido tan apoyada en Europa, pero ni por esas un miembro delegado de la Comisión Europea recibió a la plataforma, tal y como los coordinadores del ‘Stop TTIP’ habían solicitado. “Nos recibió un funcionario que nos dio los gracias por nuestro entusiasmo y nos dijo que el material sería estudiado con atención”, cuenta Efler. Tres días después Berlín ha vivido la manifestación “más masiva que ha tenido Alemania en los últimos años”, tal y como recordó durante su discurso Christoph Bault, director del movimiento ciudadano Campact.
Fuerte encontronazo de posturas
Y es que las negociaciones sobre el acuerdo comercial se han convertido en un asunto de estado en Alemania. De una manera gráfica lo definía Der Spiegel el pasado mes de junio: “hay cuatro letras que están dividiendo Alemania: TTIP”.
Los partidarios de frenar el acuerdo insisten en la transversalidad de su ideario. No quieren que la propuesta se tilde únicamente como izquierdista, sino mostrar un rechazo plural desde diferentes sectores del arco ideológico. Así, en el estrado antes de la movilización se mezclaron las voces de ecologistas, movimientos católicos y de diferentes asociaciones políticas y ciudadanas. En las manifestaciones se han combinado dos tipos de consignas: los mensajes antisistema han convivido con otro tipo de proclamas más mesuradas, que alertaban que la aprobación del TTIP acabaría definitivamente con Europa como símbolo del estado social.
Por su parte, el vicecanciller y titular de Economía, Sigmar Gabriel, ha puesto el contrapunto a la jornada de protesta en los medios de comunicación alemanes donde ha asegurado que “el TTIP no es ni bueno ni malo, sino que depende de lo que nosotros hagamos con él”. El ministro, asimismo, ha asegurado que Europa tiene la oportunidad de participar en el diseño de las reglas que regirán la globalización: “acabará dependiendo de nuestra voluntad lo justas y los sostenibles que sean esas normas”.
El discurso del ministro entronca implícitamente con uno de los argumentos que los partidarios de los acuerdos están esgrimiendo: ante la fiereza competitiva de las economías emergentes, sobre todo en Asia, Europa tiene que fortalecer su mapa comercial para no perder posición económica en este nueva realidad productiva. Argumento que es recurrentemente calificado de “mito” por los organizadores de la protesta.
Alemania, a la cabeza de las movilizaciones
Es verdad que la convocatoria de protestas incluía 133 plazas en 28 estados miembros, pero las autoridades sentían que el termómetro había que colocarlo en Berlín. Los organizadores están muy satisfechos con la potente movilización en Alemania, Holanda o Austria, pero creen que se necesita expandir la intensidad del debate a los países periféricos. Un millón y medio del total de firmas entregadas a la Comisión vienen desde Alemania. Efler viene a decir que la presión que está ejerciendo la crisis económica en los ciudadanos de países como España, Portugal o Grecia está haciendo que la respuesta sea menos allí potente, debido a que el estrés de la población se concentra en problemas que suceden en el ahora.
Después del éxito de la manifestación de Berlín, Efler cree que el movimiento tiene que “reorientarse”. Hará pedagogía por Europa. Viajará a Chipre y a Grecia, y continuará impulsado la plataforma, “pero ahora desde la acción, ya que el problema ya está en la pantalla”.
Mientras tanto, las conversaciones entre ambas delegaciones prosiguen, pero los plazos se ralentizan. Pese a la criticada opacidad de todo el proceso, parece que las negociaciones viven su peor momento. El reciente caso Volkswagen y la articulación de las normas relativas a la protección de datos, asunto que generó una grave herida entre Estados Unidos y sus socios europeos después de que saltara a la opinión pública las filtraciones de espionaje de la NSA, generan tensiones y desacuerdos de base. Y el horizonte de finales de 2016, que era la fecha prevista para presentar el acuerdo a la opinión pública parece ahora un cálculo demasiado optimista.