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Anatomía de una caída: el caso Atos

Amado Herrero

París —
19 de abril de 2024 22:50 h

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Es la crónica de un crecimiento y de una vertiginosa caída. Número dos europeo en el sector de los servicios digitales, el grupo Atos alcanzó en 2017 un valor en bolsa de más de 11.000 millones de euros. Este mes se ha visto obligado a presentar un plan de reducción de deuda en el que estima que necesita 600 millones de euros para asegurar sus actividades inmediatas. Ese deterioro de la situación de Atos no es imputable a dificultades de su sector o a ataques externos, sino que la mayoría de observadores lo achaca a una inestabilidad en la dirección y la sucesión de malas decisiones tomadas en un momento en que los cambios tecnológicos imponían un nuevo modelo.

El crecimiento de Atos está ligado a la llegada de un nuevo consejero delegado a finales de 2008: Thierry Breton. Tras dos años en el Gobierno de Nicolas Sarkozy como Ministro de Economía, Breton aterrizó en un grupo aún centrado en el mercado francés, con el objetivo declarado de hacerlo crecer hasta convertirlo en uno de los referentes mundiales en su sector. El actual Comisario Europeo de Mercado Interior inició entonces una ambiciosa política de adquisiciones: en 2010 compró la división de servicios informáticos del alemán Siemens; en 2014, se hizo con las actividades informáticas del estadounidense Xerox y en 2018 pagó 3.400 millones de dólares para adquirir Syntel.

En 2017 Atos entró en bolsa y, cuando en 2019 Breton abandonó la compañía para ocupar su actual puesto en Bruselas, el grupo ya había triplicado su tamaño. Una política de crecimiento que Bertrand Meunier, uno de los sucesores de Breton en la presidencia, critica ahora con dureza. “El éxito de la cotización de Atos en los años 2010 fue en realidad el resultado de una política de adquisiciones y de fuerte crecimiento externo que se llevó a cabo con una selectividad cuestionable o insuficiente”, afirmaba recientemente el director general en una entrevista concedida a La Tribune.

Breton, por su parte, sigue defendiendo su balance y su estrategia. Ante una misión de investigación del Senado francés que acaba de terminar (sus conclusiones se esperan en los próximos meses), el ex consejero delegado de Atos negó cualquier responsabilidad en los problemas de la compañía. “Cuando yo me fui, no había ninguna deuda, nada”, aseguró el comisario europeo ante los senadores.

Apego a las actividades

Lo cierto es que ese acuerdo con Siemens reforzó aún más el peso de los servicios de gestión (managed services), una práctica para externalizar ciertas actividades. En el centro del negocio de Atos estaba la gestión de los centros de datos para sus clientes -más de 3 millones de servidores-, en un momento en el que la llamada 'computación en nube' estaba cambiando la naturaleza del sector, impulsada por Google, Amazon y Microsoft. En lugar de tener sus propios servidores, gestionados por un proveedor de servicios como Atos, a una empresa le conviene más alquilar capacidad a un proveedor de nube compartida, en función de unas necesidades que puede ajustar.

“Este descenso a los infiernos no es más que la culminación de varios años de travesía por el desierto para el especialista en externalización [Atos], que permaneció demasiado tiempo apegado a sus actividades originales”, sentenciaba el diario especializado Les Echos en un artículo reciente. “El caso de Atos es un aviso a navegantes que puede ser útil en un momento en que la inteligencia artificial generativa (IA), que puede utilizarse para automatizar la codificación de sitios web o programas informáticos, por ejemplo, promete sacudir de nuevo las reglas del sector”, estimaba por su parte Le Monde.

Los expertos señalan que otro lastre importante para Atos fue la escasa externalización de sus trabajadores, a diferencia del resto de sus competidores que movieron gran parte de su mano de obra, principalmente a India. Para una empresa de servicios digitales, donde los salarios representan gran parte del coste, la proporción de externalización es crucial. Tras la adquisición en 2018 de Syntel, Atos contaba con 18.000 empleados en la India, cifra que se amplió a 25.000 en 2020. A título de comparación Capgemini -uno de sus principales competidores- empleaba a casi 150.000 personas en el país asiático.

Intento de venta de actividades

Con estos antecedentes, el deterioro de la situación en los últimos años llevó a la dirección de Atos a intentar desprenderse de una parte del negocio. Se iniciaron negociaciones para vender los servicios gestionados al multimillonario checo Daniel Kretinsky, mientras Airbus parecía que iba a quedarse con la ciberseguridad y los superordenadores (dos cuestiones estratégicas para Francia). Por otro lado, Onepoint, la empresa de David Layani se quedaría con la consultoría digital (desarrollo de aplicaciones empresariales y la automatización).

Pero las negociaciones con Kretinsky se rompieron el 28 de febrero y veinte días después, el 19 de marzo, Airbus retiraba su oferta. Así, el pasado 26 de marzo Atos se vio obligado a iniciar un procedimiento de conciliación bajo los auspicios del Comité interministerial de reestructuración industrial, el departamento del Ministerio de Economía francés encargado de gestionar las dificultades de las grandes empresas. El grupo informático acumula una deuda bruta de 4.600 millones de euros.

En este contexto el pasado día 8 de abril se presentó a los acreedores un Plan global de refinanciación, que aspira a reducir esa deuda bruta casi a la mitad, hasta un total de 2.400 millones de euros, y prorrogar cinco años los vencimientos restantes.

“Interés nacional”

Un día después de anunciarse el plan, el Gobierno francés -que había seguido el dossier en un discreto segundo plano- se ha comprometido de manera formal con un préstamo de 50 millones de euros, concedido a través del Fondo de Desarrollo Económico y Social. Así, el Estado francés recibirá una participación preferente en Bull SA, la filial que controla la actividad de fabricación de los superordenadores (utilizados entre otros temas en la simulación nuclear), con un blindaje que permite al Estado “adquirir actividades soberanas sensibles en caso de que un tercero supere el umbral del 10% del capital o de los derechos de voto de Atos”. Un derecho que podrá ejercerse, por ejemplo, en caso de adquisición de Atos por una entidad extranjera.

Además de esos 50 millones de euros aportados por el Estado, un grupo de bancos y los portadores de obligaciones han acordado proporcionar una financiación provisional de 400 millones de euros para que Atos pueda hacer frente a sus necesidades actuales. Un paso crucial para calmar inquietudes a pocos meses de los Juegos Olímpicos de París 2024, en los que Atos opera como principal gestor tecnológico del evento, una misión delicada para la empresa en la que cualquier problema podría dañar aún más su reputación.

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